A cinco años de su último recital en Buenos Aires, Rod Stewart volvió para presentarse nuevamente en el estadio GEBA. La propuesta era básicamente la misma que la de la vez anterior. El repertorio fue más o menos igual. Asistieron los fans que lo vieron en esa ocasión y que desde su debut local, en 1989, hicieron de la pasión del músico británico por el equipo de fútbol Celtics una costumbre argentina. Y hasta estaban los vendedores de merchandising extraoficial, en las afueras del recinto, haciendo de este regreso una prenda inolvidable.
Lo que diferenció a este show de los anteriores es que tuvo sabor a despedida. De la Argentina, de los escenarios y del vértigo de las giras. Al terminar la performance, y mientras una de las coristas improvisaba a capela un fragmento de “Don’t Cry for Me Argentina”, el músico se encontraba de espaldas a los 20 mil espectadores. Al voltearse, se lo vio llorando. Tanto era su desconsuelo que ni siquiera se despidió.
Si bien a lo largo de dos horas demostró que estaba en excelentes condiciones, el artista de arraigo escocés celebró seis décadas de trayectoria durante la pandemia. Suficiente como para plantearse el retiro o bajar un cambio. Y es el que exvocalista de los Faces, al mejor estilo de la película Highlander, hizo lo que quiso: desde rockearla hasta ponerse en la piel de crooner, pasando por un contundente contraataque pop en los años '80. Siempre reivindicando, por supuesto, su abolengo gaélico. Lo mejor de todo es que, a pesar del vaivén de las tendencias, consiguió instalarse en el imaginario popular en todo el planeta. Es por eso que nadie olvidará lo que representa su legado, ni esa peculiar cabellera puntiaguda rubia, ni esas canciones que supieron acicalarse con el tiempo.
El artista de 78 años irrumpió en el escenario junto a algunos de los 14 integrantes de la banda que lo acompañó en esta vuelta a Sudamérica. Antes de que lo hiciera, y de que apareciera una traductora para decir lo agradecido que él estaba por este recibimiento, en la pantalla de fondo se proyectó el anuncio publicitario de su marca de whisky escocés: Wolfie’s. El lobo que servía de logo despertaba la curiosidad por degustar una bebida espirituosa que el propio cantante y compositor promocionó, cuando salió a la venta, con la sugerente idea de que “sólo con un sorbo de ese whisky te lleva de vuelta a los viejos tiempos”. Algo parecido sucedió con el show, una vez que levantó el telón con “Addicted to Love” . Esa canción inmortalizó al desaparecido cantante británico de rock Robert Palmer, y Stewart la representó en vivo recreando el videoclip: con cinco mujeres a su espalda, colgándose un instrumento cada una de ellas.
A continuación, esta leyenda viviente de la música invocó uno de sus clásicos de 1972, “You Wear It Well”, en el que destacó una de sus violinistas, a la que se sumó la segunda en “Oh La La”, tema que ahonda en sus raíces celta. En “Having a Party”, Stewart levantó el pie del micrófono, y se plantó en el escenario de la misma forma que lo hacían los cantantes de R&B en los años '50 y '60. Así rindió homenaje al autor de la canción, Sam Cock, pionero del soul. Y eso allanó el camino para otro homenaje, uno que juega de local: “Have You Ever Seen The Rain?”, de Creedence Clearwater Revival. Entonces hurgó en uno de sus discos más vendidos, Camouflage (1984), de donde tomó su funk obsceno “Infatuation”. Regresó al folk con su cover de “It’s a Heartche”, hit original de Bonnie Tayler que en la Argentina fue apropiado por las hinchadas de fútbol... aunque aún no había llegado momento futbolero del recital.
Antes de eso, revisitó dos hits suyos en clave de folk: “Forever Young”, de 1988, y “The First Cut Is the Deepest”, de 1976. Y entonces sí, le dedicó a su amado Celtic F.C. la canción “You’re in My Heart”, a la que introdujo felicitando a la Argentina por haber ganado el Campeonato del Mundo y rindiéndose ante Messi, a quien además llamó “mi amigo”. Mientras la interpretaba, en las pantallas se pudo ver un híbrido entre imágenes de su club y la Final de Qatar. Stewart hasta sacó un banderín de la AFA ya con las tres estrellas. Luego mostró su semblante new wave (aunque sin abandonar su sazón folk y country) a través de “Young Turks”, donde, una vez más, se contoneó con soltura y ritmo. Si algo dejó en claro el cantante es que le encanta divertirse, por lo que en el escenario explotó yeites de su carrera como bailar de espalda, inclinarse hacia adelante, agarrarse el cabello, mover las caderas a los costados y ponerse las manos en los bolsillos.
Volvió a incurrir en el folk en “Maggie May”. Si en la grabación de 1971 disparaba su voz hacia el orgasmo interpretativo, medio siglo más tarde el artista intentó sólo quedarse con esa impronta ronca. Con eso bastó. Hubo recuerdos para dos colegas y amigas que fallecieron recientemente. El primero fue para Christine McVie, a la homenajeó con su versión blusera de “I’d Rather Go Blind” (canción de origen carcelario popularizada por Etta James y que también grabó la cantante del grupo Fleetwood Mac a fines de los '60). El otro tributo fue para Tina Turner, y para eso evocó el tema que grabaron juntos en 1991: “It Takes Two”. Hubo intensidad de la mano de “Baby Jane”, se puso vehemente en “Downtown Train” e hizo de “gatito mimoso” (del capitalismo amoroso) en “Some Guys Have All the Luck”. En los cambios de vestimenta, sus coristas tomaron el protagonismo en sendas versiones: “I’M So Excited”, de The Pointer Sisters, y “Lady Marmalade”, de Patti LaBelle.
Uno de los mayores atributos de la carrera de
Rod Stewart fue saber adaptar a su idiosincrasia vocal canciones de otros y
transformarlas en hits. Para muestra están “Maybe I'm Amazed”, de Paul
McCartney; “The First Cut Is the Deepest”, de Cat Stevens; o “Tomorrow Is a
Long Time”, de Bob Dylan. Pero hay dos que están por sobre el resto. Quizá por
sus cualidades de baladas: “I Don't Want to Talk About It”, de Crazy Horse, y
“Have I Told You Lately”, de Van Morrison. Y el público argentino supo
reconocerlo, cantándolas en el recital con tal emoción que desconcertó al
británico. Sólo alcanzó a decir: “Hermoso”. El cierre sucedió con “Da Ya Think I'm Sexy?” (disco
rock ya no tan libidinosa), a la que secundó “Sailing”, otra versión apropiada (esta vez de The Sutherland Brothers Band. El guión decía que tenía que salir y
volver del escenario. Pero no quiso. Prefirió
contemplar a su gente, por las dudas.