Por su versatilidad, su sonido sedoso y elástico, la fibra rítmica de su fraseo y su técnica deslumbrante, Robin Eubanks es una de las figuras atractivas del jazz global de estos tiempos. Entre la banda de Sun Ra, los Jazz Messengers de Art Blakey, la Funk Machine de Elvin Jones, Stevie Wonder, Barbra Streisand y en el quinteto de Dave Holland, además de su trabajo como líder, el trombonista, compositor y arreglador ha cimentado una reputación que en un continuo ida y vuelta que atraviesa géneros y estilos. El viernes 6 y el sábado7 , en doble función a las 20 y a las 22.45, Eubanks tocará en Buenos Aires, compartiendo su música para septeto con músicos argentinos, que por versatilidad y experiencia, se le parecen. Junto a Mariano Loiácono en trompeta, Gustavo Musso en saxo alto, Sebastián Loiácono en saxo tenor, Ernesto Jodos en piano, Mauricio Dawid contrabajo y Sergio Verdinelli batería, estará en Bebop Club, el reducto jazzero de Uriarte 1658.
“Trabajar con músicos argentinos en siempre una oportunidad de ampliar los propios horizontes”, asegura Eubanks en conversación con Página/12. “Tocaremos música original y algunos de mis arreglos sobre standars. Últimamente estoy escribiendo música más orientada al funky y al rock, con particulares juegos rítmicos, y por supuesto también disfruto mucho experimentando sobre el swing y los ritmos latinos”, continua el músico. Suele extender sus búsquedas directamente sobre el timbre de su instrumento, transformando el sonido del trombón con efectos electrónicos, por ejemplo. “Crecí escuchando y tocando funk y rock. En un momento sentí que con el trombón acústico no podía expresarme plenamente. Cuando pude incluir efectos electrónicos y transformar el sonido, tuve más colores para usar y muchas cosas cambiaron en mi manera de tocar y después en mi manera de componer”, cuenta.
Different Perspectives (1988), Karma (1991), Wake Up Call (1997), Get 2 It (2001), Mental Images (2014) y More than Meets the Ear (2015) son formidables ejemplos de la discografía Eubanks como líder. Diez trabajos articulan un pensamiento musical que une mucha diversidad en la vocación por las formaciones numerosas. “Me gusta la sonoridad potente de los grupos numerosos. Trato de elegir esos formatos, para tocar y para escribir arreglos en los que puedo elaborar distintas líneas melódicas en contrapunto, combinar instrumentos y texturas. Eso sí, en el momento de los solos hago que el arreglo se reduzca a módulos más pequeños, de tres o cuatro instrumentos, para que el solista se destaque”, explica el trombonista.
Su nombre aparece también en grabaciones históricas: en “Sex Drive” de los Rolling Stones, en Naked, el disco de Talking Heads, en Live at The Apollo de B.B. King. Además de haber colaborado en trabajos de Joe Henderson, Steve Coleman, Mingus Big Band, Andrew Hill y McCoy Tyner, entre muchos.
–Los líderes de trombón no abundan en el jazz. ¿Cuáles fueron tus influencias?
–Como trombonista me formé tocando música clásica. Al mismo tiempo me interesaban el funk y el rock, la música que escuchaba a mi alrededor. Más tarde empecé a estudiar jazz para poder tocar mejores solos en una banda de funk y rock. Eso me llevó a otro nivel de apreciación, comencé a estudiar música más rítmica como la salsa y otras que usaba diferentes tipos de ritmos irregulares.
–¿De qué manera se tradujo eso en la composición?
–Fue muy natural. Sin preguntarme demasiado, con el tiempo comencé a componer música que combinaba todas estas diferentes influencias y otras que fueron apareciendo. Disfruto poder tener a disposición para componer los distintos estilos que escuché y que son parte de mi experiencia musical. El jazz, el rap, la música clásica, india, brasileña, africana y otros tipos de música me influyeron como compositor, aunque al final de cuentas reconozco mis raíces en el funk y el rock.
Hijo de una profesora de piano –su madre Vera fue la primera maestra de Kenny Barron–, hermano del guitarrista Kevin y del trompetista Duane, y sobrino del pianista Ray Bryant, Eubanks nació en 1955 en una familia musical. Tras los años de formación en Filadelfia, en la década de 1980 fue uno de los pioneros de M-Base, un colectivo de jóvenes músicos afroamericanos que desde Brooklyn agitaban ideas rupturistas sobre la expresión creativa, entre los que estaban Steve Coleman, Graham Haynes, Cassandra Wilson, Geri Allen, Robin Eubanks y Greg Osby. “Aquel fue un período muy bueno en mi vida. Conocí a otros músicos que pensaban como yo. Queríamos crear música que representara nuestras vidas y esto tenía que incluir los diferentes ritmos y estilos con los que crecimos”, cuenta. “En Nueva York se nos consideraba músicos de jazz, pero nosotros queríamos tocar música que incluyera mucha más diversidad que la que del jazz en ese momento. Queríamos tocar nuestras vidas, más que intentar sonar como nuestros mentores musicales mayores”, repasa.
–¿Qué te quedó de aquella experiencia?
–Lo de seguir tratando de desarrollar y agregar algo a mi estilo personal. A medida que experimento más cosas en la vida, intento incluirlas, y continuar expandiendo mi vida y mi música. Para mí existen básicamente dos tipos de música: la que me gusta y la que no me gusta tanto. Intento incluir elementos de la música que me gusta en mi propia música.
–¿Cómo ves el panorama actual de tu instrumento en el jazz?
– Creo que el trombón sigue infravalorado. Sin embargo, hoy hay muchos trombonistas increíbles, que continúan el maravilloso linaje que nos legaron los grandes intérpretes que nos precedieron. Tuve el honor de conocer, tocar y aprender de algunos de los mejores de todos los tiempos. A ellos les debo la posibilidad de desarrollar lo que hago tanto como pueda, antes de entregarlo a las generaciones sucesivas y continuar ese linaje.