7 - FLORA E HIJO

(Flora and Son/Irlanda, 2023)

Dirección y guion: John Carney

Duración: 94 minutos

Intérpretes: Eve Hewson, Joseph Gordon-Levitt, Jack Reynor, Orén Kinlan, Sophie Vavasseur y Kelly Thornton

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Una película sobre la conflictiva relación entre una joven madre irlandesa que trabaja como niñera y su hijo de 14 años, que tiene problemas de conducta y aspiraciones a futuro que parecen muy alejadas de las posibilidades económicas de la enflaquecida billetera familiar. La descripción podría corresponder a alguna de las tantas aproximaciones al cine con una fuerte impronta social que integran la filmografía Ken Loach, pero se trata de un resumen argumental de Flora e hijo, flamante largometraje del irlandés John Carney luego de haberse dedicado durante siete años a las series. Para el responsable Once (2006), ¿Puede una canción salvar tu vida? (2013) y Sing Street (2016), a diferencia del dos veces ganador de la Palma de Oro de Cannes, el contexto político es precisamente eso, un conjunto de coordenadas que operan como marco para indagar en las relaciones humanas y cómo ellas se forjan –o, en este caso, se reparan– a través de los intereses comunes de los protagonistas. Intereses que inevitablemente se vinculan con la música.

Carney piensa menos en planos y técnicas de montaje que en compases y melodías. Si un majestuoso piano de cola era el combustible amoroso entre dos músicos en Once y la conformación de una banda era el vehículo para que un joven asentara las bases de su identidad en Sing Street, aquí Flora utiliza una guitarra como llave para abrir el cofre de sentimientos y sensaciones que guarda su hijo Max, un chico que a los 14 años solo piensa en dedicarse al rap. Tan fuerte es su sueño, que no duda en robarse un sintetizador que mamá no puede pagar. Por si fuera poco, el ex de Flora es un músico que asegura haber dejado todo de lado cuando la conoció. Para ella las cosas tampoco son fáciles. Interpretada por la dublinesa Eve Hewson, cuyo padre es un tal Bono, el cantante de U2, Flora es de esas treintañeras que aspira a prolongar la adolescencia y eludir las responsabilidades del mundo adulto terminando cada visita nocturna al bar con un tipo en su cama.

Los días transcurren entre peleas y discusiones, hasta que Flora encuentra una guitarra rota en la calle que manda a reparar con la idea de dársela a su hijo, no sin antes aprender a tocarla. Una rápida búsqueda en internet la lleva virtualmente hasta un profesor de Los Ángeles (Joseph Gordon-Levitt), cuyas camisas desabrochadas y aire relajado le dan a sus apariciones en la pantalla de la computadora un aura de tranquilidad que rápidamente permea en Flora. Lo que en principio son clases con la forma de un juego de seducción regado por la fantasía y la distancia, lentamente da paso a confesiones e intimidades que podrían desembocar en el enamoramiento, incluso cuando estén separados por un océano y más de diez husos horarios. No por nada Flora imagina que sus charlas no transcurren a través de un dispositivo tecnológico sino con él a su lado, recurso que corta de raíz la reiteración que implicaría mostrar esos diálogos a través de las ventanitas de las videollamadas.

Carney propone dos caminos narrativos que se condicionan en sí. Mientras el asunto entre Flora y el profe toma temperatura a fuerza de intimismo y horas de soldad compartida, Max empieza a mirar a su madre con ojos distintos, pues descubre que con la música puede decirle todo aquello que con las palabras no. La película no tiene el componente melancólico de Once ni el empuje juvenil de Sing Street, pero transita la comedia, el romance y la disfuncionalidad familiar con liviandad y la creencia innegociable de que la música, como el humor, puede ser un techo para soportar los cascotazos que deparan los insondables caminos de la vida.