Este lunes, la fachada de la escuela en la que trabajo ubicada en el barrio de Caballito, apareció con varios carteles que dictaminaban: ESI es PEDOFILIA. Tan cruel y obsceno como se lee. Tan cruel y obsceno como lo leyeron lxs niñxs que día a día transitan el edificio escolar.

Lxs docentes que decidimos trabajar desde los lineamientos de la Educación Sexual Integral sabemos que dicha ley es el extremo opuesto de lo que los cartelitos esgrimen. Gracias a la aplicación de la ESI, muchxs niñxs encontraron el lugar para vehiculizar denuncias sobre maltratos sufridos. A lxs docentes, nos sirve para prevenir y detectar el abuso sexual en las infancias.

También conocemos que desarrollar trayectos formativos en ESI ayuda a mejorar los vínculos en el aula basados en el respeto, la solidaridad y el cooperativismo. Promueve espacios de reflexión sobre los roles, estereotipos de género y modelos de belleza impuestos socialmente. La ESI propicia el conocimiento y ejercicio de nuestros derechos: el derecho a la identidad, a la salud integral, a la educación.

Desde hace tiempo, un sector de la sociedad se viene oponiendo a su aplicación colocando a sus hijxs como escudo para tapar la violencia con la que pretenden arrancar nuestros derechos. Partidos de ultraderecha autodenominados “libertarios”, vociferan en los medios hegemónicos de comunicación frases similares a las que quedaron pegadas en los carteles de la puerta de mi escuela.

Esos espacios políticos ofrecen un canal para vehiculizar el odio de una porción de la sociedad que nunca se bancó que algunxs podamos elegir a quién amar, cómo nos gusta ser nombradxs, quiénes queremos ser. Parece que la nueva libertad no viene en barcos sino en carabelas.

En la misma escuela, el año pasado, se dieron situaciones que también atentaban contra la aplicación de la Educación Sexual Integral. A fines del 2022 entré como suplente de séptimo grado, los dos últimos meses de clases.

- ¡Yo si quiero te hago echar, mi papá llama a la escuela y la directora te echa!

Al día siguiente una nota fue presentada a la conducción de la escuela. Es cierto, el papá de F. no me podía echar de la Institución, pero sí podía echarme de mí, de mi ser docente. El papá pedía que me ocupe de “dar clases” que para eso me paga el Estado y él con sus aportes y que tanto él como su mujer habían depositado confianza en esa escuela que es pública, aunque distinta porque “se imparten los valores que compartimos”.

La tarde anterior, F. y otro compañero se fueron a las manos en el comedor. Decidí frenarlos, los separé, les pedí que se tranquilicen, luego hablaríamos de lo sucedido. Los pibes estaban muy nerviosos, a punto de llorar, se aguantaban las lágrimas haciendo tambalear el mentón. F. se apartó, trastabilló con una silla y se cayeron al piso los vasos y platos apilados en un extremo de la mesa.

Una vez que noté cierta calma, en la puerta del aula, antes de entrar, sin exponerlo, le pregunto a F. por lo sucedido.

- No pasó nada, me levantó la mesa y lo iba a cagar a trompadas hasta que te metiste.

- Me metí porque noté que no la estaban pasando bien, F.

- ¿Vos qué sabés?

- Me pareció que tenías ganas de llorar…

- Callate, no entendés nada, estás loca.

Entró al aula a las patadas. Su grupo de amigos le preguntó qué pasaba. Les dijo que en la vida las cosas se arreglan a las trompadas, sus amigos asintieron en un bullicio sin final. Intenté un debate, Intenté pensar con ellxs por qué la masculinidad se gesta en episodios de piñas que van y vienen. Por qué hacerlo de ese modo si duele, si entristece. No fue posible. El final es la exaltación de F. indicando que, si quería, su padre me iba a echar de la escuela.

No, no me echaron. Pero me pidieron que no me meta. Que deje las cosas como están. Porque era “cosa de chicos”. Con O de masculinidad hegemónica.

Entre lxs maestrxs de mi generación hay cierto optimismo pedagógico. Creemos que la educación va a provocar los cambios sociales que la democracia necesita, la ESI es parte de esos cambios.

Después de las escenas de desprecio y hostilidad en el aula vino una denuncia por uso de lenguaje no binario. Fue una mamá, se ocupó de sacar fotos a una carpeta donde además de usar la “e”, había recortes de un diario feminista que, según ella, tenía una visión sesgada de la problemática abordada en el área de Ciencias Sociales.

La maestra titular me dejó los temas que debía trabajar para completar la currícula. Tenía que abordar el bloque sobre el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, como articulador elegí el problema de la vivienda en CABA. El artículo mencionaba las dificultades que tienen las madres solteras para acceder a una vivienda digna, así como la falta de políticas públicas para bajar el precio de los alquileres y los niveles de vivienda ociosa.

Todo esto fue denunciado. Se dijo que el artículo trabajado que recuperaba testimonios de mujeres que no podían pagar el alquiler era tramposo porque el periódico utilizado era de raíz feminista.

También decía que el uso de lenguaje no binario deformaba la lengua e incomodaba a los niños y a las niñas. La nota de la madre era muy prolija y mezclaba entre sus opiniones fragmentos de la resolución que el GCBA expidió en el 2022 para prohibir el lenguaje inclusivo en las escuelas.

Para este sector de la sociedad, la lengua se deforma solo cuando somos nosotrxs lxs que transformamos lo decible. Elles no deforman el lenguaje, los forman de acuerdo con sus intereses que siempre van en detrimento de la lengua popular y deseante.

Cada vez que invité a las familias denunciantes o agraviantes a tener una reunión conmigo, se excusaron diciendo que ya habían presentado todo en los medios correspondientes.

Los medios eran los mails enviados a la conducción, al distrito y al Ministerio de Educación. Nunca se sentaron a conversar conmigo. No saben que fui maestra en muchísimas escuelas, que acompañé a pibxs en la construcción de su identidad, que escuché cuando me solicitaron que lxs llame de la forma en la que se autoperciben, que estuve atenta a aquellas cosas perennes en lo identitario y que mi lenguaje no puede olvidar.

¿Es más fácil no ser visible? Parece que para odiar sí.

Yo no quiero esa escuela en la que la diferencia se tape con el barro de las denuncias hechas a la talla de una clase social que, parafraseando a Walsh, está temperamentalmente inclinada a aniquilar a lxs otrxs.

Estos días, la supervisión de mi distrito envió una carta que expresa: “La ESI es esencial para formar ciudadanos responsables y conscientes de sus derechos y responsabilidades en una sociedad diversa y en constante cambio. Invitamos a la comunidad educativa a comprometerse en la construcción de una sociedad justa y democrática que fomente el diálogo y el consenso”.

Ojalá esa invitación abra las puertas a una escuela más justa, solidaria y afectiva. Una educación pública que resista los vientos de la derecha que insisten en tumbar nuestros barcos cargados de ilusiones y lucha.

*Docente e integrante de la Red de Docentes, Familias y Organizaciones del Bajo Flores