La ultraderecha es la declaración de guerra del capital a la población”, dice Andrés Bracony, integrante de la editorial autogestiva Tinta Limón, organizadora de la cuarta Feria del Libro de Flores, que se realizará este sábado 7 de 15 a 22 en Morón y Artigas con la consigna “Salir al cruce” para “no dejarse ganar por la angustia o el miedo”. Más de 150 editoriales estarán presentes y en el escenario central habrá charlas y lecturas de Selva Almada, la cineasta chilena Carmen Castillo, Albertina Carri, Alejandro Horowicz, Diego Sztulwark, Marie Gouiric y Diego Puig, entre otros. La propuesta, gratis y en la calle, incluye un espacio para infancias, muestras, música en vivo con Sol Bassa y La César Pavón Orkesta, milonga y patio de comidas.

Enfrentar la precariedad

La mayoría de las pequeñas editoriales, “las más dinámicas entre las independientes, compuestas por más trabajo que por capital”, precisa Diego Picotto, otro integrante de Tinta Limón, viven una situación de precarización frente a la crisis económica. En un contexto como el actual y ante la necesidad de la venta directa se multiplican las ferias como la de Flores, coorganizada por el Centro de Formación Profesional 24, la distribuidora La Periférica, la Feria de Artigas, Distrito Comix y Divagario. “Desde la Feria del Libro de Flores nos interesa desarrollar el aspecto de las ferias que excede la compra-venta: la presencialidad, el encuentro y la puesta en juego del libro más allá de su forma mercancía”, plantea Picotto. “El campo de la cultura es una zona de lo social con funciones particulares en relación a los afectos, en lo anímico. Ir más allá de la industria cultural como mercantilización de los bienes culturales es estratégico para enfrentar la precariedad, para evitar la parálisis y el pánico, para intervenir en una política de lo sensible. En ese plano, armar redes se vuelve estratégico, sea en el propio proceso de producción del libro o en el cotidiano tráfico de información; sea para feriar y asumir conjuntamente costos”.

Picotto subraya que “el primer desafío es no fundirse y el segundo, no precarizarse en exceso”. Para la editorial lo central es “publicar buenos libros” que multipliquen las experiencias de lectura, las estéticas y los puntos de vista. “Nos moviliza promover discusiones con libros que intervengan en la coyuntura; no con el inmediatismo de las redes o de los medios de comunicación, sino ofreciendo un marco más amplio para problematizar lo que está pasando y precisar los términos de la conversación. Si esto no sucede la edición pierde un poco el sentido”, agrega. La consigna de esta cuarta edición es “Salir al cruce”. Bracony cuenta que intentan poner sobre la mesa que “en la crisis que estamos atravesando no hay que ceder a la tentación del repliegue, ni aislarse y dejarse ganar por la angustia o el miedo”.

La disputa por lo deseable

A pocos días de las elecciones, los integrantes de Tinta Limón, una editorial autogestiva de ensayo político, investigación y filosofía que lleva editados más de cien títulos en 17 años, reflexionan sobre el contexto electoral. “Partimos de la idea de que la ultraderecha va ganando. No sabemos aún quién será el próximo presidente, pero es notorio cómo las vidas de derecha, con sus imaginarios y problemas, coparon el sentido común -advierte Picotto-. La derecha está ganando la disputa por lo deseable y lo posible. Con cierta candidez, ahora nos sorprendemos, pero es un proceso que hace tiempo viene creciendo y radicalizándose en la misma proporción en que se agudiza la crisis, las desigualdades se vuelven cada vez más notorias, el tiempo se acelera y no parece haber fuerza real capaz de cambiar el rumbo ante el precipicio”.

Ante un escenario tan incierto como poco alentador Bracony revela que decidieron estrechar alianzas y ampliar dinámicas colaborativas para mantenerse a flote, "contener y ser contenidos, tratando de que no todo se vaya al carajo”. Armar redes, para los editores de Tinta Limón, es una estrategia de autopreservación y politización. “No está muy claro qué significa hoy resistir ni con qué armas enfrentar a esta derecha radicalizada; son preguntas abiertas”, opina el editor y menciona que la cineasta chilena Carmen Castillo, una de las invitadas a la Feria, rastrea en sus documentales “cómo en los momentos más oscuros se activa una memoria de las luchas que ilumina el presente”.

Declaración de guerra

¿Qué autocrítica se puede hacer desde los sectores “progresistas” (kirchneristas o no) sobre el avance de la ultraderecha? ¿Qué es lo que se ignoró o minimizó, qué cuestiones o temas fueron aprovechados por la ultraderecha para llegar cada vez a los más jóvenes? ¿Cuánto de ese avance se debe a errores políticos tan significativos como no haber visto que hay una generación de jóvenes que trabajan y no tienen ningún tipo de derecho. “Pareciera que la dificultad para valorar políticamente esa precariedad transversal es más bien estructural, una suerte de límite epistémico que se vincula con el modo en que en los últimos veinte años se ha pensado el trabajo, las mutaciones que lo afectan y las subjetividades que en torno suyo se producen. Cierta matriz desarrollista condujo los imaginarios hacia formas cada vez más conservadoras, formas muy limitadas para dar cuenta de lo que quedaba fuera de una cada vez más estrecha idea de inclusión”, reconoce Picotto y observa que muchos de los libros de Tinta Limón ponen el ojo en tratar de pensar las múltiples capas de esta crisis.

“Maurizio Lazzarato viene insistiendo hace un tiempo en la necesidad de hacer una correcta caracterización del actual período histórico en función de las crisis del capital”, recuerda Bracony al filósofo y sociólogo italiano del que han publicado tres libros: El imperialismo del dólar, Guerra o revolución y Guerras y capital. “Según el argumento de Lazzarato, estamos ante el fin del ciclo del neoliberalismo que se inició con el golpe en Chile en 1973. El ascenso de la ultraderecha tiene que ser colocada en ese contexto, el de la prolongación de una crisis que se inició en 2008 y frente a la cual el capital no tiene ninguna hipótesis de innovación. La ultraderecha es la declaración de guerra del capital a la población”, subraya Bracony y comenta un ensayo que salió hace un mes: Implosión, de Ignacio Gago y Leandro Barttolotta. “El estallido frente al cual se organizó el sistema político en 2001 y que subjetivó toda una generación en torno a aquella crisis, dio lugar a una precariedad permanente, una combinación letal de vidas implosionadas, de violencias domésticas y laborales, de trabajos migrantes, de endeudamiento, de dificultades para conseguir un lugar en el que vivir. El problema de la crisis de la reproducción de la vida siempre nos pareció el lugar central desde el que había que entender la edición y la política. Los lazos, los afectos, los imaginarios, todo lo que hoy aparece estallado, terreno permeable al discurso cuasi patológico de esta nueva derecha”.