En 1993, Patricia Bullrich fue elegida diputada por el peronismo. Desde ese cargo y dentro del bloque del PJ apoyó las políticas económicas adoptadas por Carlos Menem. En 2003, Carlos Melconian, perpetuo candidato a ministro de Economía, aceptó la propuesta de ser ministro del fallido tercer gobierno de Menem.
Durante los '90, los doctores en Economía de la Universidad de Chicago Roque Fernández y Carlos Rodríguez ocuparon cargos y fueron referentes ideológicos muy importantes de Carlos Menem. En efecto, desde 1978 el CEMA ha sido proveedor de macroeconomistas del Estado. Los mencionados, sumados a Javier Milei, hoy representan “la restauración de la casta de economistas del menemismo”.
El espacio de Juntos por el Cambio hizo uso y abuso de promesas incumplidas en la campaña electoral 2015, agotó la ficción y dejó de ser creíble para la gran mayoría. Sus consignas de “la revolución de la alegría”, “pobreza cero”, “nadie pagará impuesto a las ganancias”, “no iremos al FMI” y “la inflación no será un tema en mi gobierno”, más los resultados de su administración, destruyeron hasta la última migaja de reputación. Ahora Bullrich y Melconian dicen algo así como “nosotros con Macri te mentimos, pero ahora sí te decimos la verdad, se viene el neoliberalismo de prepo y a palos”.
Vuelven
Cuando pronunciaba su célebre frase “síganme, no los voy a defraudar”, Carlos Menem prometía avances como ahora lo hace Milei, con un discurso contradictorio e inconsistente. Y había una sociedad civil muy decepcionada, como ahora, que le compró a Menem la plataforma escrita con el título-consigna de la "revolución productiva", de la que luego diría: “Si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”.
Vale recordar esta frase de Pedro Pou, presidente del Banco Central entre 1996 y 2001: “La moneda es algo que requiere confianza y que en siete años de convertibilidad no hemos logrado […] No hay contratos en pesos a más de tres años”, dijo al diario La Nación el 22 de enero de 1999. Paradojas de la "casta de economistas", cuyo grado de soberbia y vedettismo excedió al Maipo durante los años '90. Los unía una inclinación desmesurada a destacarse e intentar ser el centro de atención.
El ingeniero agrónomo Pedro Pou había asesorado a Celestino Rodrigo y Ricardo Zinn (Rodrigazo), con valiosos antecedentes sobre erudiciones monetarias y profuso prontuario. Precursor de la cantera de los reiterados protagonistas asignados a Milei, formado en la Universidad de Chicago, fue uno de los “profesionales fundadores” del CEMA en 1978, junto a Orlando Ferreres y Martin Lagos. Un año más tarde llegaría el grupo pedante, intolerante y dogmático de imitadores de Milton Friedman que parodiarían hasta la insignia de la universidad.
El desplazamiento de Pou del BCRA, durante la gestión De la Rúa, se produjo por divergencias con Cavallo, quien defendía la permanencia de la Convertibilidad, mientras Pou proponía directamente la dolarización de la economía, sin vueltas. Ahí está el surgimiento de la imagen.
Finalmente, fue removido por "mala conducta e incumplimiento de los deberes de funcionario público". Junto a Roque Fernández, tendría que contestar la denuncia de dos fiscales, en septiembre de 2001, quienes los acusaron de favorecer a un banco en perjuicio del fisco por una suma millonaria.
Durante la gestión de Roque Fernández se procedió a la privatización del Correo Argentino, de los aeropuertos a Eurnekian, originalmente empresario textil, empleador y sponsor, actualmente en desmarque, de Milei, y de la empresa petrolera YPF, de la cual se vendió la “acción de oro”, dejándole al Estado el 0,02 por ciento de las acciones comunes. Roque también intentó sin éxito privatizar la Televisión Pública. Carlos Rodríguez se enojó y se fue porque Menem no lo dejó privatizar el Banco Nación.
Consumidor
Luego de la hiperinflación de finales de los '80 y comienzos de los '90, la figura del “ciudadano consumidor” apareció en la base del nuevo contrato de la sociedad argentina, como explica Maristella Svampa en La sociedad excluyente, la Argentina bajo el signo del neoliberalismo.
Dentro de este nuevo paradigma, el individuo definido como consumidor y como usuario de los bienes y servicios que provee el mercado se aleja en forma creciente de los modelos de ciudadanía del moderno Estado de Bienestar.
Según Svampa, este nuevo paradigma se asienta sobre dos figuras empíricas, complementarias en muchos casos pero diferentes entre sí: el consumidor puro y el consumidor-usuario. El primero fue la imagen impulsada por el modelo neoliberal, que proponía una suerte de inclusión preferencial a través del consumo, que aparecía intrínsecamente ligado al régimen de convertibilidad.
La eficacia simbólica del modelo del consumidor puro residía en su doble funcionalidad. Por un lado, colocaba a la Argentina del lado de los “ganadores”; por otro lado, en el nivel interno, facilitaba el desdibujamiento de la matriz conflictiva de lo social, ocultando y despolitizando los efectos excluyentes del régimen económico en curso. Este ocultamiento ideológico reveló la importancia del consumo como dispositivo de legitimación del modelo neoliberal de la etapa menemista.
Se registraba también un fuerte impacto en el empleo motivo del desarme del Estado. Los efectos de la desocupación se hicieron visibles en el aumento de la proporción de empleo precario y en negro: “el proceso de ajuste y reestructuración desbordó la esfera del Estado, para alcanzar la totalidad del mercado de trabajo, por medio de un conjunto de reformas laborales que implicaron la reformulación de las fronteras internas del trabajo asalariado; dichas reformas trajeron aparejado el desmantelamiento del marco regulatorio anterior, fundado en los derechos del trabajador y el poder de negociación de los sindicatos”, detalla Svampa.
Segundo intento
La ley de empleo de 1991 y posteriormente el proyecto de flexibilización laboral de la Alianza fueron intentos de transformación operados en un contexto de ajuste del gasto público y de desindustrialización, que aceleraron el proceso de quiebre del poder sindical, reorientando sus fines y limitando su peso específico dentro de la sociedad. Y acentuaron el proceso de territorialización de las clases populares, visible en el empobrecimiento y la tendencia a la segregación.
Sobre el final del período y en medio de la recesión económica, las condiciones de este modelo de sociedad civil desaparecieron, pero emergieron las organizaciones de la sociedad civil (OSC) con un formato compensatorio de los efectos del modelo.
Las OSC pasaron a estar dominadas por los movimientos sociales directores de la protesta social. Macri tuvo que poner más de 4 mil millones de dólares para mantener la paz de los movimientos sociales, mientras él hacía lo suyo.
Casta
Habiendo llegado al poder en medio de una crisis hiperinflacionaria y logrado articular una solución a esa crisis a partir de la convertibilidad monetaria, el menemismo se presentó como un proyecto refundacional que pretendía modificar de raíz la configuración del Estado y su relación con la sociedad.
Su liderazgo surgió desde una fracción del peronismo, expresada electoralmente en la interna partidaria, donde Luis Barrionuevo tuvo una participación decisiva. Podría decirse que la interna entre Menem y Cafiero la ganó Luis Barrionuevo y la hinchada de Chacarita, casualmente el club del arquero Milei. En 1989, Barrionuevo organizó un acto en el estadio de River para apoyar la candidatura de Menem a la presidencia y donó un millón de dólares para la campaña.
El PBI argentino experimentó un sensacional crecimiento del 65,7 por ciento entre 1990 y 1998, que coexistió con un aumento notorio en el gasto público, financiado por el proceso de privatizaciones. Todo esto, acompañado por un ciclo de endeudamiento público y privado que fue el de mayor progresión de la historia previa a Mauricio Macri, quien entre 2015-2016 rompería el récord de endeudamiento, en menos tiempo y a mayor velocidad.
A diferencia de Mauricio Macri, quien tomó préstamos a tasas extravagantes; Menem comenzó el proceso de endeudamiento con bajas tasas de interés en forma coincidente con un histórico aumento del flujo de capitales hacia las economías emergentes, más un festival internacional de 152 tipos de bonos, en 6 diferentes monedas y bajo 6 legislaciones distintas. Así fue hasta la crisis del Sudeste Asiático.
Hacia los últimos años de la Convertibilidad (1997-1999), las tasas de interés subirían y el endeudamiento para financiar el cacareado déficit fiscal que nunca se había detenido, cambiaría el curso de los acontecimientos. A mediados de 1998, se iniciaron 16 trimestres consecutivos de caída del PBI, que terminarían en crisis financiera, default, estallido social, 39 muertos en 2 días y la renuncia de Fernando De la Rúa.
* Director de Fundación Esperanza. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política.