Un meme recorre la vida digital en estos días: el dibujo de una motosierra y dos flechas. Una que señala el mango de la herramienta y dice “usted cree que está de este lado”. Y otra que señala el filo de la cuchilla manchada con sangre que dice “pero estará de este otro”. Remite por supuesto a las propuestas en materia económica apodadas también “plan motosierra”, en alusión al recorte nivel masacre que propone Javier Milei. El plan implica, entre otros puntos, eliminación de la obra pública; arancelamiento del sistema educativo, de salud y asistencia social; privatización de empresas públicas. Pero para que la idea de “estar del lado del filo de la motosierra” pueda prender con éxito en un sector del electorado que en agosto votó -quizás sin haber leído la letra chica- por ese plan falta explicar muchas mediaciones.

Una muy buena forma de hacerlo es con Falacias libertarias, de Guido Agostinelli. El libro de Ediciones Ciccus, que lleva por subtítulo Cómo evitar caer en la estafa de moda, da pruebas de que las soluciones libertarias a los problemas argentinos están basadas en argumentos engañosos y endebles.

Guido Agostinelli.

No es simplemente una crítica ideológica o ética, es un desglose de prejuicios que va mostrando punto por punto por qué y cómo el programa libertario colisiona con la realidad. Sin olvidarse de contar hasta qué punto las recetas -que Milei abrazó sin complejos cuando presentó su programa el pasado 2 de agosto- son casi calcos del plan económico llevado adelante por el ministro Martínez de Hoz durante la última dictadura, retomado en los 90 por Domingo Cavallo.

En su libro Agostinelli discute con datos duros, y desarrolla conceptos económicos desde cero en un lenguaje accesible, como si estuviera dando clases por escrito y con un tono que no es ni indignado ni sobrador. Explica quiénes son la verdadera casta, qué es la inflación y su relación con la emisión, el déficit, la relación entre liberalismo y gobiernos autoritarios, entre muchos otros temas. Da discusiones del único modo en el que es posible ganarla, en frío.

La casta

Milei se presenta a sí mismo como un enemigo de la casta, que por definición es un vínculo hereditario o de sangre. Los políticos que llegan al poder por vía democrática, escribe Agostinelli “podrán ser buenos o malos pero se desempeñan por elección popular y no por vínculos de sangre. A su vez, según el partido al que pertenecen representan distintos intereses. Esto se visualiza en las marcadas diferencias en sus gestiones. Llegando al punto de impulsar acusaciones cruzadas y causas judiciales a funcionarios de esa supuesta casta. No operan todos como bloque uniforme”. En sus acusaciones, los libertarios se cuidan de no mencionar nunca al poder judicial, justamente el que no es elegido democráticamente. Y de no hacer referencia por ejemplo a los vínculos entre Milei asociado en Tucumán al apologista de la dictadura Ricardo Bussi, que lleva 36 años en cargos políticos.

Los mercados como único regulador de la economía

En varios pasajes del libro el autor se encarga de explicar por qué ninguna sociedad puede organizarse exclusivamente a través de los vaivenes del mercado, como desearían los libertarios. No se trata de eliminarlo, sino de asegurar grados de intervención estatal frente a las fallas que frecuentemente aparecen, como la formación de monopolios -algo que ya señalaba Adam Smith-, y la distribución inequitativa de la riqueza. Si el mercado regulara correctamente, ejemplifica Agostinelli, el organismo de Defensa del Consumidor no recibiría cientos de miles de reclamos anuales. Para los sectores más vulnerables el Estado es garante de un piso de igualdad de oportunidades y esto otorga grados de libertad que no serían posibles de otro modo. Derechos como la jubilación, las negociaciones salariales, la salud y la educación públicas están quizás tan internalizadas que no se registran cotidianamente, pero “el Estado argentino, con sus 18 ministerios, actúa constantemente sobre la realidad de toda la población”.

Déficit fiscal

Uno de los principales problemas argentinos según los libertarios es que el Estado genera déficit fiscal. Sin embargo, según datos del FMI, entre sus 181 países, 140 tuvieron déficit en 2022. Varios de ellos, uno mayor que el nuestro: Francia, Alemania, China y Japón. Países como Estados Unidos tienen déficit perpetuo. A contramano de lo que está dispuesto a reconocer el discurso liberal, Argentina tuvo superávit de 2003 a 2008. Según la corriente keynesiana, el déficit es una herramienta y su uso es provisorio: se usa en momentos particulares para estimular la economía. El déficit argentino se encuentra dentro de los parámetros de países similares, ni tampoco está entre los países con mayor gasto público.

Presión tributaria

Otra de las principales críticas libertarias es la de la excesiva presión tributaria argentina. Sin embargo, en 2021 ésta fue del 29,1%, mientras que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico fue de 34,1%. Tenemos una presión tributaria menor a la media de los países desarrollados y superior a la de los países africanos. La que sí es alta en Argentina es la evasión, aproximadamente 35%. Si ese valor bajará, las prestaciones del Estado serían mejores o se podría aliviar la carga tributaria. En vez de acompañar la lucha contra la evasión, que hace que unos pocos saquen provecho en desmedro de otros que sí pagan impuestos, los libertarios llaman “héroes” a quienes evaden.

Dolarización

Cuando se propone dolarizar se oculta que avanzar por esa vía implicaría una megadevaluación de la moneda doméstica que pulverizara el poder de los salarios. Tal como ha ocurrido en otros países que han tomado ese rumbo, como Ecuador -no casualmente con el asesoramiento de Domingo Cavallo, alabado por los libertarios-, la dolarización conlleva a subordinarse totalmente a las fluctuaciones y crisis del mercado mundial. Profundiza el carácter periférico y dependiente del capitalismo argentino.

Argentina como granero del mundo

Para Agostinelli una de las más extendidas falacias libertarias es la idea de que Argentina a comienzos del siglo XX era una potencia, con uno de los PBI per cápita más altos, hasta que el peronismo comenzó a quebrar ese destino de grandeza. Se trata de una falacia de composición -querer llegar a una conclusión considerando sólo una de las partes- porque se analiza sólo el PBI per cápita y otros aspectos involucrados en la calidad de vida. Uno de los datos que no se suele difundir es que en 1895 el impuesto a las exportaciones era muy superior al actual: 28% en promedio, “cuando actualmente es más de tres veces inferior”. La Argentina de fines del siglo XIX tenía una economía creciente pero muy desigual. Según el censo de 1895, la población era de unos 4 millones de personas y la riqueza estaba concentrada en pocas manos. “Era un modelo que no podía incluir a esa cantidad de habitantes, menos podría incluir a los 46 millones de la Argentina actual”. En el modelo agroexportador la producción tenía como destino principalmente los mercados externos. El mercado interno era muy reducido y dependiente de bienes importados. A partir de 1925 los precios internacionales empezaron a descender y esa dependencia generó que con la crisis de 1930 el modelo se agotara.

Singapur

Singapur, uno de los países a los que Milei aspira como modelo, es un interesante ejemplo de contradicciones libertarias. Se encuentra en el podio del ranking que establece el Índice de Libertad Económica -un criterio de clasificación que el autor se encarga de explicar que no mide lo que dice medir porque tomar criterios arbitrarios y tampoco logra reflejar el éxito fracaso económico de los países-. Si bien Singapur es un país que tuvo un alto crecimiento en los últimos años, dice Agostinelli, “no fue justamente por políticas liberales, sino por un plan de industrialización planificado por el Estado”. Además, el mayor propietario de tierras es el Estado. Desde 1959, es decir, desde hace 60 años, gobierna el mismo espacio político: el Partido de Acción Popular. Es curioso que se señale como paladín de la libertad a un país donde se encuentra prohibido desde el matrimonio igualitario hasta mascar chicle, donde frecuentemente se censura a los medios y se encarcela opositores, y donde rigen los castigos corporales y la pena de muerte. En 2022 hubo cinco ejecuciones en menos de cuatro meses, en todos los casos por delitos de drogas.