Todavía con la resaca tóxica de “los excesos de la represión” con que Javier Milei defendió a la dictadura en el debate del domingo, la semana se convirtió en un cuadrilátero donde las asociaciones empresarias dirimieron sus preferencias electorales. Congreso de las PYME, coloquio de IDEA y almuerzo con el adalid más gritón del mercado. Pero los grandes empresarios, los representantes del capital concentrado, los que nunca pierden, los que cuando no producen, especulan, esos no dudan.
La escaramuza del jueves entre el coloquio de IDEA, donde habló la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y el almuerzo que le organizó Milei a la misma hora y a pocas cuadras, en la ciudad de Mar del Plata, capturó el centro de atención. Milei está molesto con IDEA y en general, con la UIA, porque dice que allí lo “tratan mal”, los acusa de “larretistas” o de “bullrichistas”.
El ultraliberal se mueve con la audacia de los que no tienen nada que perder y mucho por ganar. Les cortó el rostro, y además les organizó un contracoloquio, acompañado por algunos de los empresarios que le acercó Mauricio Macri. No le fue mal, pero tampoco del todo bien. Asistieron unos 50 empresarios, bastante menos de lo que esperaba. Y varios de los más importantes llegaron al final porque se quedaron en IDEA hasta que finalizara la presentación de Bullrich.
La que salió más perdedora fue IDEA ya que no asistieron dos de los principales candidatos, por lo menos los dos que tienen más posibilidades de pasar a la segunda vuelta, Javier Milei y Sergio Massa. El ministro de Economía argumentó motivos de agenda. Pero el miércoles asistió como orador al Congreso de la pequeña y mediana industria, en la CAME. El estilo de Massa es directo. No tiene nada que ganar en el coloquio, ya que las grandes corporaciones están siendo arrastradas a la lógica exasperada de Twitter, el tono belicoso que Macri instaló en sus campañas y deformó a los medios con el “periodismo de guerra”. Se exponía a presiones públicas y hasta algún exabrupto.
Patricia Bullrich también fue perjudicada por ese clima y quedó en el lugar donde ella ubicó antes a Horacio Rodríguez Larreta. Creyó que tendría la atención especial en un territorio que consideraba como propio y terminó desairada por el almuerzo de Milei. Pensó en postergar su presentación o en convocar a una conferencia de prensa para restarle cobertura mediática al almuerzo enemigo. Este sector del capital concentrado sintoniza más con Bullrich, pero lo aterra que quede fuera de la segunda vuelta.
En esa tensión de millonarios que nunca pierden aunque a los argentinos los hagan bolsa los condicionamientos del FMI que trajo Macri, Milei no ocultó su mal humor en el almuerzo. Había recibido varias llamadas de los que se disculpaban por no ir o avisaban que llegarían tarde. Y volcó esa mala onda sobre los que tuvo cerca, la mayoría de los cuales salió de ese encuentro con mucha preocupación: escucharon medidas irrealizables en boca de un personaje inestable. Así fueron los comentarios que hicieron circular después.
Bullrich en IDEA, Milei en la suya, Juan Schiaretti y Massa, en la CAME. Los tres primeros, cada uno en su lugar, coincidieron en la propuesta de flexibilización laboral. Insistieron en eliminar el régimen de indemnizaciones que protege la estabilidad laboral del trabajador. Como si fuera el gran problema del país. El único que no habló de ese tema fue Massa, que apuntó más a las medidas de estímulos fiscales a la producción.
En IDEA quedaron con gusto a poco. De alguna manera, las grandes corporaciones que están representadas repiten el esquema de juego de Macri y tratan de poner los huevos en las canastas de Bullrich y de Milei al mismo tiempo.
La diferencia es que con ese juego, Macri puso al borde del estallido a la alianza conservadora que el PRO integra con el partido radical y la Coalición Cívica. Para algunos, la falsía de Macri llevó a Juntos por el Cambio a un punto sin retorno. Sus guiños a Milei, en plena competencia con Bullrich, sacaron de quicio a la candidata que se lo recriminó en forma pública.
Los radicales, que acompañaron a Larreta y creían como él que tenían la vaca atada, vieron cómo Macri respaldaba a Bullrich. Perdieron frente a ella y ahora la acompañan, pero ven cómo un Macri sin asomo de lealtad la boicotea para favorecer a Milei. Resulta evidente que busca el momento del desenlace, pero que tiene contactos permanentes con el extremista ultraneoliberal. El cómo y el cuándo dependerán del resultado de las elecciones.
Durante el gobierno de Mauricio Macri se licitaron obras de infraestructura bajo la consigna de Participación Pública y Privada (PPP), para que las empresas se hicieran cargo de la obra pública. Fue un fracaso rotundo. No se hizo nada en Vaca Muerta ni en ningún otro lado. Este gobierno, en pocos meses construyó el gasoducto más extenso del país. La herencia de Macri ha sido una deuda impagable y la pata del FMI sobre la Argentina. La herencia de este gobierno será, al menos, el enorme gasoducto Néstor Kirchner. En lo inmediato, el mayor beneficiario de esa obra fue Techint, que puso los tubos del gasoducto. Pero en general, la obra beneficiará a todo el país. Y las empresas podrán tener energía más barata.
Hay muchos ejemplos como éste, donde se verifica la diferencia entre los dos modelos de país que están en juego en estas elecciones. No es ningún secreto que Techint tiene mucho peso en la UIA y en IDEA. El área productiva de la empresa perdió con Macri y ganó con los Kirchner y con Alberto Fernández.
Con los neoliberales ganaron los que especularon con los bancos. Cuando los empresarios expresan su simpatía por el modelo neoliberal extremo, lo hacen por la renta financiera. Las grandes corporaciones se adaptaron a la economía bimonetaria con inflación, el paraíso de la especulación, sin costos, ni empleo de mano de obra.
Jorge Alemán usa la categoría de lumpenburguesía para calificar a estos empresarios que han minado las bases de la economía. El concepto alude a las elites de un país --empresarios, pero también profesionales y la clase gerencial-- que han sido cooptadas por un pensamiento colonizado. Como el desocupado o el pobre que vota propuestas de ajuste y represión, o las patronales rurales que simpatizan con la dolarización, estos empresarios asumen teorías económicas difundidas desde las potencias centrales para establecer la división del trabajo y reglas de intercambio ultradesfavorables para las economías emergentes como la argentina.
Es imposible construir un modelo de Nación con esta lumpenburguesía. Con ese alineamiento de las corporaciones, el movimiento popular está obligado a buscar el diálogo con empresarios conscientes de que su crecimiento está ligado al crecimiento parejo del país, al igual que hizo Perón con la CGE en el ‘73. La pequeña y mediana empresa está menos inclinada a fanatizarse con estas teorías que para ellas son absolutamente letales.