Es notable que apenas con una pared y un pasillo alcance para separar mundos tan diferentes. Mientras de un lado, el de la calle, hay humedad, veredas rotas y un tránsito que no se detiene, del otro hay colores y sonidos que parecen infinitos. Ahí adentro, al fondo, rodeado de vinilos, CDs, libros, equipos e instrumentos, se refugia Fernando Kabusacki, curador y propietario de un museo pop personal que hoy abre sus puertas.
Una vez adentro, Kabusacki ofrece café, regala dulces exóticos que trajo de su última gira por Japón y comparte algunos tesoros. Interrumpe la charla en más de una ocasión para buscar un objeto, mostrarlo y describirlo. Tiene mucho para elegir. Podría tomar cualquier cosa de esta sala y contar una historia, musicalizarla. Pintar un paisaje sonoro como los que suele grabar y (por una cuestión de principios) subir a Bandcamp antes que a Spotify.
Cuando se para a buscar algo, Kabusacki no va por uno de los cuatro discos de la hermosa caja Anthology de John Lennon, ni abre algún ejemplar tapa dura de Anagrama. Tampoco opta por algo sofisticado como la Epiphone rosa que alguna vez perteneció a su amiga María Gabriela Epumer. Agarra una Fabrison, industria argentina, que cuelga de una de las paredes. Es una guitarra que tiene desde los trece años y que hizo “recauchutar” hace un tiempo. No es cualquier guitarra. Es la primera acústica que tuvo. Su padre se la regaló a fines de los 70. La compró en Casa América, aquí en Buenos Aires, y la llevó a Rosario, donde todavía vivía con su familia. Fernando se acerca con ella, se sienta como un músico callejero que se acaba de instalar, y toca. Toca algo que no suena mucho a lo que se supone que debería sonar Kabusacki, uno de los guitarristas “raros” del rock argentino, discípulo de Robert Fripp. Parece, más bien, algo del palo cantautor. Parece... ¿“Sólo le pido a Dios”?
Kabusacki se ríe y lo confirma: “Siempre quise ser León”. Lo dice con devoción de fan. Deja la guitarra a un costado, la mira y cuenta que la tenía abandonada, “pensando que era una guitarra chota”. “Pero la verdad que es linda. Casi nunca la uso para tocar en vivo, pero por ahí, en algún momento, la voy a tocar”, anticipa. Quizás lo haga para su próximo disco, el que va a empezar a grabar en noviembre. Un álbum que tendrá sonidos acústicos como base. Significará un cambio después de trabajos como Deeper Man (2022), basado en delays y guitarras eléctricas; o el más reciente The Legendary Landscapes, el número trece de su carrera solista. Un disco que Kabusacki armó a partir de máquinas de ritmo y que presentará el jueves en Morán.
“Me agarró como una obsesión por el sonido de las máquinas de ritmo. La 808, esas máquinas así”, cuenta, y agrega que se inspiró también en el sonido de bandas como Kraftwerk y Yellow Magic Orchestra. “Conseguí una buenísima, una Roland TR-8, que tiene una calidad de sonido increíble, y una maquinita alemana que se llama Erica Synths LXR, que es un sintetizador de ritmos”, sigue, mientras repasa cómo trabajó un disco que nació en la soledad de su casa y terminó con colaboraciones de Lisandro Aristimuño, Fernando Samalea, Sergio Dawi, su hija Uma y, sí, León Gieco.
BANCATE ESE DEFECTO
“León es uno de los músicos que más admiro y respeto en el país. Un capo tremendo. Una cosa increíble”, dice. Lo conoce desde que iban juntos a la quinta de Palito Ortega donde Charly García se recuperaba. Pero la relación se reforzó hace poco, tras las celebraciones por los setenta años de Charly realizadas en el CCK, en 2021, en las que Kabusacki participó. “Me contactó para decirme que le había gustado mucho cómo había tocado. Quedamos en contacto y todo el tiempo estamos así, qué sé yo, con cosas de Dylan. Lo fui a ver a Dylan el año pasado y le escribí: 'Mirá dónde estoy'. Él me cuenta historias. Estamos muy en contacto por eso. Y era un sueño invitarlo, que participe en mi disco. Siempre decimos que queremos tocar juntos, que tenemos que juntarnos a tocar. Nunca sucede. Y esta vez le dije”, cuenta.
Al igual que el resto de los invitados, Gieco recibió vía libre de Kabusacki para que aportara lo que quisiera. León envió un recitado que para Fernando encajó de manera natural en el disco, como si Gieco hubiera sabido de antemano de qué se trataba el concepto. “El tema donde yo lo había pensado se llamaba 'El abrazo'. Se lo mandé sin decirle cómo se llamaba y me mandó un texto que habla sobre el abrazo. Cuando lo escuché dije no puede ser. Increíble”, sigue Fernando, que ve en The Legendary Landscapes un disco que le permite ingresar a una etapa más madura de su carrera.
Además, por extraño que parezca, teniendo en cuenta que es un músico con más de treinta años de carrera que, como se dice, “tocó con todos”, Kabusacki reconoce que recién ahora empieza a sentirse validado por su trabajo. “Deeper Mantuvo muy buena respuesta en Japón. Eso, sumado al disco que hicimos con Lisandro Aristimuño (=EP8, de 2022, ganador de un Gardel a mejor disco de música electrónica), un poco, no sé si te envalentona, pero decís ah, ok, puedo hacer lo que realmente se me ocurra y está bien”, dice, refiriéndose a =EP8 (2022), que ganó un Gardel al mejor disco de música electrónica. “Porque a veces uno, como músico diferente, por decirlo de alguna manera, o músico raro, músico que hace cosas fuera de la norma, no sé cómo se llama”, sigue, y se ríe, “a veces sentimos que está mal lo que hacemos”.
A raíz de este condicionamiento, Kabusacki siempre trabajó con libertad pero sin creérsela demasiado. “Una vez un músico amigo me dice: 'Ah, me gustaría invitarte, que metas esas guitarras deformes'. Y yo digo: ‘Deforme es raro’. Te ubica en un lugar diferente. Te aceptamos igual, hay alguna gente que le gusta, pero sos un deforme. Y yo no quiero ser un deforme. Soy un músico”, dice. “Uno se la banca, pero no tiene porqué bancársela. Hay veces que el sistema te hace pensar que tendrías que estar haciendo lo que hacen otros, y no es así. Hago la música que hago y no me sale otra cosa. Yo no soy un músico de jazz que va a tocar unos solos rápidos. Tampoco soy el Negro García López”, explica. “Es más, a mí me parece más rara la música que hacen muchos músicos mainstream. Me parece raro que hagan eso. Bandas de rock, incluso bandas nuevas, que están respetando reglas. ¿Por qué están respetando reglas? Es raro que no se animen a lo que se animó Luis, a lo que se animó Charly, a lo que se animó Virus, Los Abuelos de la Nada. Y que se pondere tanto eso de 'no, pero suenan muy bien, es todo perfecto'. Es raro eso”.
BIG IN JAPAN
En 2022, Kabusacki cumplió veinte años de giras por Japón. Sólo en su última visita, en junio pasado, brindó 24 shows en catorce ciudades en lo que fue su tour número catorce por ese país. A esta altura, ya se siente uno más. En Japón sus discos se editan de forma física. Las tapas de los álbumes son, en general, fotografías que Fernando tomó con su celular en algún paisaje japonés. Como la de Deeper Man en un paseo de Kyoto junto a un río; la de The Champion (2014), en el estacionamiento del Fuji Rock; o la de The Legendary Landscapes, donde se ve la silueta de una chica con paraguas delante de barriles de sake ofrendados a un templo del parque Yoyogi.
“Yo tengo una cosa con Japón. Siento que soy de ahí. Incluso Jim O'Rourke, que está viviendo ahí, también. Siento que soy parte de una familia, una cosa así. Y acá, un poco no. Acá uno se siente un diferente. Cuando viajo a Japón es también una validación enorme, porque apenas llego digo 'ah, hay un montón como yo, está bien ser así', ¿entendés?”, dice. En Japón, Kabusacki puede confraternizar en lugares insólitos, como un paseo de comida popular conocido como “El callejón del meo”, donde hay un puesto atentido por un melómano capaz de escuchar rock argentino que ni él conoce.
La conexión también le dio amistades y vínculos que repercuten en nuestro país. Como ocurrió hace poco con Sean, el hijo de John y Yoko, a quien Fernando contactó para ayudar a Charly García con un pedido de autorización para incluir una canción de Lennon en La lógica del escorpión, su disco todavía inédito. “Es un tema que Charly le cambió la letra”, dice Kabusacki, que no quiere revelar cuál es, pero según publicó Marcelo Fernández Bitar en Clarín, en abril de este año, sería “Watching the Wheels”, que ya tuvo versión García en Kill Gil (2010).
“¿Viste que Charly hace esas adaptaciones al español? Hay una frase que la cambió. Entonces no dieron la autorización. 'Salvo que alguien de la familia autorice'. Y ahí yo dije 'Ah, yo lo conozco a Sean', porque era el novio de Yuka Honda, de Cibo Matto, que es muy amiga mía. A Sean también lo conozco, vino una vez a verme en Nueva York, porque yo tocaba con unos japoneses amigos de él”, sigue.
Sean Lennon autorizó pero el nuevo disco de Charly aún espera ser publicado. Kabusacki cuenta que grabó casi todas las guitarras, “salvo algunas” aportadas por David Lebón. “Es un disco buenísimo. Matias Sznaider, que es el ingeniero de sonido, hizo un trabajo maravilloso y quedó un disco hermoso. Está masterizado, todo. Hasta diciembre tuvimos la esperanza de tocar en vivo. Yo todavía la tengo”, agrega. El arte de tapa, a cargo de Renata Schussheim, también está listo.
A Kabusacki le brillan los ojos y es difícil distinguir si es por la gripe incipiente que lo tiene estornudando cada tanto o por la emoción de hablar de un tipo al que considera a la altura de Los Beatles.
“Él hace tiempo que no quiere ver gente. Incluso cuando tocamos en el cumpleaños de él, en octubre del año pasado, que tocamos Samalea, el Zorrito, Rosario y yo, mucha gente quería venir a tocar, quería venir a visitar. Mucha gente quería venir a grabar en el disco. El Zorrito decía 'Charly, tenemos que poner un bajista'. Y Charly 'no, no quiero ver a nadie'. ¿Querés que venga a saludarte no sé quién? 'No'. Y está así. No tiene ganas de ver a nadie”, dice.
TOCÓ CON TODOS
En el medio de las giras y de los discos, Kabusacki tiene tiempo para compartir otros proyectos, como el de Electric Gauchos, una derivación de Los Gauchos Alemanes que comparte con Steve Ball y Samalea y que este año publicó Live At CCK Vol. 1, un álbum en vivo grabado en noviembre de 2022. También toca cuando puede junto a Francisco Bochatón, alguien que cree que debería encabezar todos los festivales de rock de Argentina. En realidad hay pocos músicos con los que no haya tocado. Spinetta y Cerati son de los pocos que quedarán pendientes.
“A veces digo yo tendría que haber tocado con Cerati”, dice. “Hay un disco que hicimos con Samalea que se llama ND Live, que es Kabusacki Band, que vino Cerati al show, como público. Y siempre jodíamos que queríamos poner un sticker en la tapa: 'Con la presencia de Gustavo Cerati' (risas)”. Algo de esa cuenta pendiente se saldó hace pocas semanas, cuando Kabusacki participó del homenaje a Bocanada realizado en el CCK. También estuvo en algunos shows de la Kermesse Redonda, junto a los ex Patricio Rey Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli y Tito Fargo. De hecho tiene una pata ricotera poco conocida que casi se refleja en The Legendary Landscapes.
“Lo invité al Indio para este disco y al final no me mandó. Pero se supone que sí. Hace años en la Rolling le preguntaron qué era lo que más le gustaba de la escena y dijo Samalea, Kabusacki y Axel Krygier. Y yo dije whaaat. Ahora lo contacté para este disco pero al final no sucedió. Tampoco quise insistir, pero estuvo ahí de que estuviera de invitado”, dice. Y eso no es todo: “Me dijeron que cuando Coleman dejó de tocar con Skay pensaron en mí para reemplazarlo. En diciembre lo fui a ver al Movistar y pensé ahí falto yo (risas). Me encantaría tocar con Skay. Son músicos que admiro mucho. Tampoco son 500 mil músicos, pero hay músicos con los que me gustaría tocar. Y con lo de Bocanada, lo de Charly, siento que me han validado, que puedo hacerlo. No es que soy un guitarrista de cosas raras y no puedo tocar eso. Podría tocar lo más bien”.
Fernando Kabusacki presenta The Legendary Landscapes el jueves en Morán, Pedro Morán 2147. A las 21.