La transición pacífica y ordenada que protagonizan Omar Perotti y Maximiliano Pullaro, claro está, parte de la voluntad política de ambos. El gobernador, aún derrotado, sigue siendo jefe en la Casa Gris hasta el 10 de diciembre y es el que ordena cómo y con qué encarar las reuniones con los delegados del gobernador entrante. Ni hablar del mandatario electo que ya mostró con creces su capacidad para el mando y para ordenar a los más cercanos. Pero también es necesario comprender que hay dos elementos presentes que no figuraban en la extensa, desconfiada y larguísima transición entre Miguel Lifschitz y Perotti en 2019. Por un lado, el tremendo margen por el que Pullaro se impuso en las elecciones provinciales y por otro la situación de crisis económica y enojo con la política que no tenía la gravitación que hoy tiene.
No debe haber muchos antecedentes de dos gobernadores, uno saliente y el otro entrante, que hayan acordado un presupuesto común para el 2024 y una obra de infraestructura clave como el inicio del acueducto interprovincial entre Santa Fe y Córdoba, con financiamiento del Fondo Kuwaití para el Desarrollo Económico Árabe. Los memoriosos recordarán que Perotti, una vez electo, lo primero que hizo fue tomarse un avión en soledad con destino a Kuwait para asegurarse que ese financiamiento seguía en pié ante la inacción en ese sentido del gobierno del Frente Progresista que no asimilaba la derrota electoral y hacía todo lo posible para no facilitarle el inicio de gestión al gobernador peronista.
Es en ese marco que el ministro de Gestión Pública, Marcos Corach, repite que Pullaro “va a poder pagar sueldos, aguinaldos y vacaciones” con el dinero que esta gestión dejará en las arcas. Y recuerda muy bien que “no es la situación con la que nosotros nos encontramos cuando empezamos esta gestión”. A lo que le agrega el amañado presupuesto 2020 que el gobernador socialista le legó a Perotti en diciembre de 2019. El Frente Progresista llevaba 12 años en el poder y su despedida del gobierno era traumática por donde se la mirase.
Pero también Corach comenzó a advertir que “una cosa es la transición y otra el cogobierno” para poner algún tipo de límite a las conversaciones que, si bien parecen “la semana de la dulzura”, pueden encontrarse en cualquier momento con algunos dirigentes tentados a construir un escenario que le permita a la futura gestión echar responsabilidades hacia atrás y empezar a hablar de “la herencia recibida”, un clásico de la política.
El primero que saltó el cerco de la confianza y el entendimiento fue el experimentado senador, titular de la Unión Cívica Radical de Santa Fe y quizás futuro ministro de Gobierno de Pullaro, Felipe Michlig. Unas frases sueltas pueden dinamitar las mesas de conversaciones y Michlig las pronunció. “Nos falta información. Pero a todas luces entendemos que nos vamos a encontrar con una provincia con un déficit importante en las cuentas públicas y tal vez con una deuda flotante también importante”, le dijo a Rosario/12. Sólo eso y quizás sin mala intención, pero tan sensible como para que Corach advirtiera por primera vez aquello de la posibilidad que tendrá el nuevo gobierno de pagar sueldos, aguinaldos y vacaciones sin inconvenientes.
Seguramente habrá déficit y deuda flotante, pero sin ponerlas en el actual contexto económico pueden sonar como sombrías herencias capaces de atarle las manos a la economía del futuro gobierno. Por eso, esos números si bien trascendieron en versiones periodísticas, son guardados bajo siete llaves por el actual ministro de Economía, Walter Agosto, y sólo él en el gobierno ya los habrá compartido con los designados por Pullaro para hablar de economía. No es retaceo de la información, es celo sobre material sensible que podría servir para armar un relato de “pesada herencia”. Ninguno de los hombres y mujeres del actual gobierno maneja los números finos de la economía, ni siquiera el propio Corach que es el que está presente en las reuniones de todas las áreas de gestión, desde Seguridad hasta Ambiente, Salud y Educación.
Otra cosa que decía Perotti en la última campaña es que le hubiese gustado que le dejaran una cajita en algún lugar con los 150 millones de dólares "que tuvimos que comprar para poder pagar” el primer tramo de una deuda de 500 millones de dólares que tomó el gobierno del Frente Progresista que, sin duda, deberá seguir pagando Pullaro con las enormes dificultades del presente para conseguir esos dólares. Mucho más que el supuesto número de deuda flotante cotizando el billete verde al precio oficial.
Pullaro tiene la ventaja de haber vivido como protagonista el gobierno anterior a Perotti y la traumática transición de esos años y además, tiene un patrón político que es diferente al del socialismo del que fue dependiente durante mucho tiempo. Por eso son infundados los temores del PRO que ven una suerte de reedición del Frente Progresista con otra cabeza. Lo dicen porque ven su peso real en la distribución del poder pero entenderán más temprano que tarde que este será claramente un gobierno radical. Mostrado como una coalición por supuesto, pero con una clara hegemonía política.
Sólo hay que recordar cómo eran las cosas hace unos años atrás. El socialismo no sólo decidía a qué lugar iría cada radical sino que influía en el nombre de ese radical. Carlos Fascendini era el elegido por la UCR para acompañar a Hermes Binner en la fórmula de 2007, pero Binner se inclinó por Griselda Tessio. Así Fascendini tuvo que esperar ocho años más para ocupar ese cargo acompañando como vicegobernador a Lifschitz.
El reelecto intendente Pablo Javkin se cansó de pedir en su momento algún grado de reglamentación del Frente Progresista, claramente para ampliar el marco de la toma de decisiones del que se sentía marginado. Nunca sucedió y tuvo que derrotar electoralmente al socialismo para encontrarse en otra situación. Cuando lo hizo, fue Mónica Fein la que declaró “no nos sentimos representados en el gobierno de Javkin”. Así funcionan las sociedades políticas.
El PS no resigna sus aspiraciones para el futuro gobierno. “Entendemos que vamos a estar en lugares centrales de toma de decisión política”, dijo una fuente socialista consultada sobre el armado del gabinete de Pullaro que, se ve, va a llevar mucho más tiempo que el que se estimó. Pero la debilidad del otrora partido gobernante es más grave de lo que se piensa. No sólo no pueden consensuar una nómina conjunta entre Antonio Bonfatti y el lifschitzsmo residual, sino que los mismos armadores del futuro gobierno le piden propuestas por separado.
Así, no hay dudas de que la presidencia de la Cámara de Diputados recaerá en manos de Clara García que fue la más votada de su categoría, pero otra cosa es la discusión del manejo de la economía de la Cámara baja donde el pullarismo quiere reservarse una porción importante de la botonera.
Será interesante el juego de ajedrez en la futura Cámara donde el bloque que se encolumne detrás de Perotti (el gobernador ya adelantó que no aspira a presidirlo) quedará conformado por cinco o seis leales y el resto se dispersará en otras bancadas peronistas. Amalia Granata con siete diputados tiene grandes chances para las negociaciones futuras con sectores divididos del peronismo para afrontar las negociaciones con los oficialistas.