La presencia de Rosario en la vida del realizador misionero Maximiliano González la traslucen siempre sus palabras: “A principios de los ’90 me fui a Rosario, habiendo vivido en Puerto Iguazú, un pueblo maravilloso en el cual me gustaría vivir toda mi vida pero donde estaba alejado de todo. Cuando llegué, Rosario era una efervescencia en todo sentido: cine, teatro, música, literatura. Por eso siempre digo que Rosario fue mi segundo nacimiento, un nacimiento cultural que me abrió la cabeza”, comenta el realizador a Rosario/12.

La trayectoria profesional de Maximiliano González tuvo un paso fundamental por la Escuela Provincial de Cine y TV de Rosario, mientras cursaba allí rodó su primer trabajo relevante: Trece Segundos (incluido en Historias Breves II, de 2007), al que siguieron los largometrajes La Soledad (2007), La Guayaba (2013), Lejos de Pekín (2020), y varios trabajos televisivos. Su film más reciente es un documental, se estrenó el jueves y su título se explica por sí solo: Quiero Volverme Tiempo. Víctor Heredia y Latinoamérica. Puede verse en Cinepolis, y el jueves próximo a las 18 tendrá una función en Arteón (Sarmiento 778).

“Durante el preestreno que hicimos en el CCK, la sala estuvo llena y pasó algo que en general no sucede, la película provocó una emoción, una conmoción, que la gente tenía la necesidad de expresar. No paro de recibir mensajes, a cualquier horario, pero no se trata de los mensajes habituales sino de gente que quiere contar lo que le sucedió al ver la película; en muchos casos porque Víctor forma parte de su vida, obviamente, pero en otros porque son jóvenes que descubrieron algo que no conocían o no tenían en esa dimensión. La verdad que estoy en un estado de felicidad absoluta; uno hace cine para que las películas, de alguna manera, lleguen y transformen en algo, aunque sea un granito de arena, al espectador. Y creo que la película va camino a esa comunión con los sentimientos de quien la ve”, continúa.

-Entre varias consideraciones, tu película me parece una nota de cariño a Víctor Heredia, de reconocimiento y agradecimiento.

-Creo que pasa por ahí, entre el reconocimiento y el agradecimiento. Es necesario también ponernos en contexto, yo vengo de un mundo distinto, crecí en Puerto Iguazú escuchando a Caetano Veloso, Jobim, João Gilberto; no estaba al tanto de todo lo que sucedía en Argentina. Si no llegaban los aviones, me enteraba de cómo había salido Boca el martes o el miércoles (risas). Así que la obra de Víctor me llegó recién sobre los ’80, ya adolescente. Por eso la palabra es ésa, la de reconocimiento, donde de cierta manera hay también una identificación con la lucha, resistencia, y búsqueda latinoamericanista, de un mundo más justo. Víctor me llega por ese lado y por eso la película.

-¿La película te permitió descubrir algo distintivo en su persona?

-En estos dos años de convivir mucho con él, lo principal fue descubrir su amor a la gente; en cada abrazo y saludo, en cada “gracias”, en cada foto, vi a alguien que siente lo que está haciendo. En Víctor hay una verdad, y eso es lo que más me impresionó. Es la verdad del cariño de él hacia la gente. Debe ser una de las grandes bases de una carrera como la suya, de su conexión con el pueblo, durante 55 o 60 años. Ese fue mi descubrimiento personal, cada vez que lo vi con gente, vi que había cariño hacia esa persona que lo saludaba.

-En cuanto a los aspectos formales, ¿cómo fue el proceso de trabajo?, ¿acordabas con él ciertas cuestiones?

-Víctor fue muy generoso y me dejó hacer todo lo que quise; de hecho, la película tiene un parecido bastante grande con el guion que escribí. Aun cuando es un documental, a las situaciones ya las tenía planteadas. Desde el comienzo tuve en claro un objetivo: si bien Víctor era el protagonista de la película, intenté un cruce continuo. No quería un documental homenaje, mi idea primaria estuvo relacionada con lo que hice en el resto de mi obra; en este caso, cruzar los hechos políticos latinoamericanos de los últimos 70, 80 años, con la obra de Víctor, y cómo algunas de sus canciones se transformaron en himnos a lo largo y ancho de Latinoamérica. Esa fue la idea base y esa fue la búsqueda. Por lo tanto, todo lo que aparece en la película estaba planteado en su gran mayoría en el guion, aun cuando por supuesto el documental tiene que ver con lo imprevisto, algo más siempre puede aparecer. Pero en cuanto a qué íbamos a hacer, a qué lugares ir, qué parte de su vida revisitar, fue planteado desde el comienzo.

-Los recuerdos tienen un peso importante en el relato.

-Es interesante eso. Me enfrentaba a una gran dificultad, como sucede con cualquiera de estos grandes personajes, porque la gente sabe mucho de su historia o recorrido. Víctor dio muchas entrevistas, entonces lo que intenté fue romper un poco el discurso. De esta manera, lo llevé por ejemplo a la casa de Paso del Rey, donde pasó su infancia y a la que hacía 15 años no iba. Era lógico que algo de ahí podía surgir. De la misma manera al llevarlo al Parque de la Memoria y ver dónde está el nombre de su hermana. Del mismo modo al ponerlo en otros lugares, como la escena donde está cocinando, cuando maneja por la ciudad, en la estación de tren, o en situaciones que ya no está acostumbrado a transitar. Con alguien que ha vivido cosas tan fuertes y que tiene la emoción a flor de piel, en algunos momentos surgieron cosas que me parecen potentes.

-La película destaca ese “hecho maldito”, por decirlo de algún modo, que significa Taki Ongoy, disco que le significó el desprecio de gran parte del ambiente.

-Me importa mucho Taki Ongoy, también porque lo hace en un momento cumbre de su carrera. Eso para mí tiene mucho valor, primero porque es sincero, y también porque el artista debe arriesgar y no hacer concesiones. Él se metió con algo sagrado al contar la historia del genocidio de la conquista desde el otro lado, y pagó costos carísimos por esa obra. Le doy mucho valor a Taki Ongoy en la película porque me interesaba la música como herramienta de lucha política, y ese disco es eso, una lucha absoluta por la cual pagó muchos costos.

Entre muchos más, Quiero Volverme Tiempo cuenta con testimonios de Marián Farías Gómez, Teresa Parodi, León Gieco, Abel Pintos, Peteco Carabajal, Joan Manuel Serrat, Pedro Aznar, y Silvio Rodríguez. El equipo técnico integra la tarea de Agustín Álvarez en fotografía, Javier Stavropulos en sonido, Alberto Pone en edición, con producción ejecutiva de Luis Sartor y Jonathan Daniele.