"Ustedes solos llegaron hasta acá. No se olviden todo lo que vivimos. Que nos llovía el techo, que no teníamos donde entrenar… Si nos olvidamos de esas cosas no entendemos nada. Si sabemos del sacrificio que hicimos para llegar hasta acá, no vamos a dejar que un equipo porque me ponen dos pesos con cincuenta, me venga a tocar la moral o el bolsillo o el corazón. Si nos roban el partido, nos roban el corazón, la gloria, estar ahí arriba. No tiene que pesar, tiene que hacerse sentir y valer… Levantamos el orto de acá y vamos a buscar esos tres puntos", fue la arenga de Guillermo "Búfalo" Szeszurak hacia su equipo, Laferrere, minutos antes de salir a jugar frente a Central Córdoba y conseguir el ascenso a la B Metropolitana.

Es que sus dirigidos hicieron historia. A una fecha de la finalización del torneo, lograron volver a la tercera categoría del fútbol argentino después de 17 años de militar la C. El barrio, el estadio que lleva el nombre homónimo de la localidad, todos comulgaron en una fiesta absoluta e interminable, donde la postal se tiñó de verde y blanco. "Fuimos a buscar eso. Los dirigentes nos contrataron para el tema del reducido. Estaban un punto afuera. Dijimos que sí porque la propuesta económica era buena y el club a mí me tiraba porque jugué ahí, lo quiero mucho y siempre me respetaron. Había otras opciones también. Clubes de la B y un sondeo del Nacional B, pero fuimos al lugar donde sabíamos que nos íbamos a sentir cómodos", dice Szeszurak a Página /12-Líbero, mientras su teléfono explota de mensajes.

Szeszurak conoce muy bien los bajos fondos del ascenso. Se puede decir que es un especialista por sus logros. Su nombre se volvió uno de los más buscados a la hora de pensar objetivos ambiciosos. Comenzó a dirigir en 2008 en Atlas, continuó por Argentino de Quilmes, Deportivo Riestra, Excursionistas, Berazategui, El Porvenir, Los Andes. En 15 años de carrera ascendió cinco veces: una con "El Mate", dos con "Los Malevos de Pompeya", una con los de Bajo Belgrano y ahora este último palmar con "El Villero".

El Búfalo es Profesor de Educación Física y antes de comenzar su labor como entrenador, fue jugador del ascenso, también trabajó como fletero, en un almacén, hizo tareas administrativas, hasta que le llegó la oportunidad de vincularse ciento por ciento con la actividad de director técnico. "Me identifico con el trabajo, disfruto los procesos, busco objetivos, pero cuando no se logran no es que fracasé porque si no nos la pasamos fracasando. Desde el lado futbolístico trabajamos muy bien porque los equipos nuestros juegan bien y los resultados se dan. En la estadística general, tengo un alto promedio de puntos en todos los equipos que dirigí", explica.

–¿Por qué crees que no llegan propuestas de equipos de más arriba?

–Si tengo que cambiar algo, no lo voy a hacer. Casi el 40 por ciento de los campeonatos que jugué los gané. Será la vida, el representante, qué sé yo. Disfruto los procesos en la categoría que me toque. Quiero dirigir y ganar mucha más plata de la que gano. No alcanza para nadie. Por eso la alegría de la gente de Laferrere es una caricia al alma en este momento de mierda donde todo aumenta. Les regalamos una sonrisa.

–La palabra fracaso en el fútbol se usa para todo, ¿Cómo te llevas con esa situación?

–Lo más importante es no fracasar en tu vida, el fútbol es una parte como puede ser algún curso que quieras hacer o un trabajo. Los fracasos son generales. Hay que tratar de trabajar la mentalidad de cada persona, pero no solo porque son futbolistas. Si laburas en una estación de servicio también vas a tener un día que laburas mal, otro que te equivocaste en un número. Vivimos con eso. El ser humano vive con eso. Lo que tiene el fútbol es que te da la pasión de disfrutar lo que amas. Seguramente si le pregunto a diez chicos que trabajan de otra cosa, todos querrían estar jugando a la pelota. Eso es más frustrante: el que no tiene la oportunidad hacerlo. Pero si ya lo haces y perdes, bueno, es parte de la vida.

Respecto de los dramas que atañen al ascenso, sobre todo en las categorías de más abajo, donde no llega la plata, los canjes, los looks de revistas ni los autos de alta gama y la palabra fin de mes mete más presión que cualquier final, su relato se centra en cómo acompañar procesos que hacen que los jugadores deban hacer otra cosa para armarse un sueldo digno. "Tenía un jugador que iba a jugar por plata a los potreros. Me mandaban fotos, vídeos. Querían echarlo, pero lo senté, lo puse delante de los jugadores y le dije que lo íbamos a bancar. Sabíamos que necesitaba la plata. Ellos en el potrero ganan 30/40 lucas en cada partido y en la semana se hacen 100 lucas. Es un montón de plata y los pibes la necesitan, pero por respeto a nosotros dejó de ir y anduvo muy bien. Hizo goles, jugó de titular y ayudó mucho en el ascenso", dice.

–Otro tema que también hace mella en este territorio es la desventura de las apuestas, ¿Cómo se lidia con eso?

–Esta categoría esta golpeada y la D también. La B ya no tanto y a la B Nacional creo que no llega. Pero es muy triste. Es una cosa de base, no es algo de los jugadores. Qué le podes decir a un pibe que lo hace si necesita la plata para comer. Sí, no está haciendo las cosas bien, pero es muy difícil. Es un tema muy importante que la AFA tiene que rever. Hay que poner los huevos arriba de la mesa. Si hoy los mejores sponsors son todas páginas de apuestas estamos complicados. Todos los equipos grandes lo tienen. Por ahí no es.