¡Un poeta, evidentemente! ¡Creo que no soy sino eso! Un poeta torpe, pero un poeta… espero”, declaró Jorge Luis Borges en una entrevista concedida al semanario francés L’Express en 1963. Borges esencial (Alfaguara) es una edición conmemorativa preparada conjuntamente por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, para rendirle homenaje al escritor, considerado por muchos “el gran autor clásico contemporáneo en nuestra lengua”, a treinta años de su muerte, que se cumplió, en rigor, el 14 de junio de 2016. Esta antología reúne íntegras dos obras fundamentales, Ficciones y El Aleph, a las que se han sumado una selección de ensayos pertenecientes a Inquisiciones, Discusión, Historia de la eternidad, Otras inquisiciones, Nueve ensayos dantescos y Siete noches; y poemas de Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente, Cuaderno San Martín, El hacedor, El otro, el mismo, Elogio de la sombra, El oro de los tigres, La rosa profunda, La cifra, Atlas y Los conjurados. La edición incluye una serie de estudios de Noé Jitrik, Alberto Giordano, Nora Catelli, Jorge Panesi, Santiago Sylvester, José Luis Moure, Teodosio Fernández, Darío González, Graciela Tomassini y Juan Pablo Canala.
En Borges esencial se reproducen tres manuscritos con “su letra de insecto” –como él mismo señaló en una nota al pie de “Pierre Menard, autor del Quijote”–, que fueron cedidos por el librero anticuario Víctor Aizenman: “Dos semblanzas de Coleridge”, “Examen de la obra de Hebert Quain”, “Historia del guerrero y de la cautiva”. “La aparente ‘desconexión’ de la caligrafía de Borges no es la única ni necesariamente la primera impresión que despiertan sus manuscritos en el observador desprevenido. En las escasas oportunidades en que algunos de ellos son exhibidos públicamente, despiertan un asombro reiterado ante el tamaño poco menos que microscópico de los caracteres de su escritura, impecable, no obstante, en su legibilidad, y que en el imaginario popular suele asociarse inevitablemente con la patología ocular que padeció desde su juventud”, comenta Aizenman y agrega que los manuscritos del autor de El Aleph “han circulado de un modo azaroso e imprevisible”.
Noé Jitrik, en “Fulgores y regresos: Borgiástica”, plantea que los textos de Borges, escritos antes o después de la ceguera, conservan todos “una admirable frescura, un encanto que puede prescindir de toda interpretación, pero que la sigue incitando; la belleza de esa prosa, la inteligencia de esos desarrollos, la sabiduría de esa lengua convoca y despierta la inteligencia de la lectura; el mundo, cuando se leen esos textos, cambia, aunque no se sepa bien qué es lo que en ellos produce ese cambio”. “Se podría decir, porque está ahí y es indudable, que es la fecundidad del adjetivo que da vida, ilumina, sorprende como si respondiera a esa feliz consigna de Vicente Huidobro, ‘el adjetivo cuando no da vida mata’; también la presteza de la sintaxis o el aura poética que satura el juego analítico o la riqueza sonora o todo eso junto. El hecho, incontrovertible, es que esos textos están vivos y que transmiten una fe en la literatura que por su lado es uno de los más poderosos instrumentos que el ser humano ha inventado para hacer del mundo algo mejor”, concluye Jitrik.
El texto de Jorge Panesi –”Las políticas de Borges: entre la vanguardia y el peronismo”– es excepcional en su irónica precisión de “destripador” de mitologías. “El peronismo es la piedra de toque en las convicciones políticas de Borges: no hay para él matices contempladores en las condenas absolutas al régimen, ni paliativos o justificaciones para lo que juzga teñido por la bajeza moral, la corrupción y la bárbara estupidez”, afirma Panesi. “Lo que de veras exige que se explique es la razón de que su imagen como escritor se asocie comúnmente a cierta concepción absoluta o purista de la literatura que no admite la contaminación con el partidismo político. Esta culminación y apogeo de la autonomía literaria, que tiene en Borges a su máximo irradiador en la literatura argentina, queda sepultada o contradicha por algunos textos, algunos manifiestos, algunas polémicas y, sobre todo, por su accionar público en defensa de quienes al mismo tiempo que derrocaban al ‘tirano prófugo’ enaltecían la figura del intelectual Borges mediante cargos públicos y distinciones. Pero Borges no medra su martirologio (real o casi mitologizado), de verdad está convencido de que el peronismo es la raíz misma del mal. Sus coincidencias con la Revolución Libertadora van más allá de lo ideológico: se identifica con ese alzamiento militar visceralmente, sin reservas”. El crítico literario advierte que la etapa de mayor adhesión de Borges a la “Libertadora” coincidió con el incremento de las persecuciones, fusilamientos y torturas. Panesi recuerda la reacción de Borges ante los fusilamientos de José León Suárez, contada por Bioy: “Después la gente se pone sentimental porque fusilan a unos malevos. Qué porquería, los peronistas”.
Borges esencial incorpora también una suerte de autobiografía apócrifa con la que Borges cerró la edición de 1974 de sus Obras Completas: “El renombre de que Borges gozó durante su vida, documentado por un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnos ahora. Nos consta que el primer asombrado fue él y que siempre temió que lo declararan un impostor o un chapucero o una singular mezcla de ambos”.