Lo que importa es el movimiento. Las imágenes siempre se están moviendo, incluso cuando parecerían ser estáticas, fijas. En las pinturas, los dibujos, los afiches, los figurines de moda, los vestuarios y en cada cosa que hizo Renata Schussheim siempre hay movimiento. Es como si el mundo de la danza o la manera de moverse de las cientos de actrices y actores que lucieron las prendas que ella diseñó, lograra meterse al interior de su obra como artista visual. No se puede ver nada de Schussheim sin sentir que hay algo ahí que se está moviendo, una vibración casi invisible, pero que hace temblar las líneas y los colores que dan origen a cada cosa que esta artista transforma en una obra. Ni siquiera importa el formato de lo que esté creando, si es una escultura hecha con una impresora 3D o un afiche para un recital, lo que sí importa es que haya una manera de moverse, una pequeña coreografía imperceptible que haga temblar a las imágenes y las retinas de quienes las miren. “Yo creo que aprendí mucho de las obras de danza en las que trabajé –dice Schussheim en diálogo con Página/12–. Aprendí muchísimo a dibujar gracias a los ensayos, al movimiento y el baile de los cuerpos. Cuando ves este tipo de obras tenés tanto para alimentar al ojo. A su vez, gracias a eso, pude darle siempre movimiento a todas las cosas que hice. Diría que soy más del palo de la danza que de la ópera o el teatro”.
Desde hace al menos cinco décadas, Renata Schussheim sostiene una fábrica creativa en su mente y lleva adelante una obra que abarca distintas disciplinas. Fue la creadora de tapas de discos, ilustraciones, dibujos, pinturas, vestuarios, videoclips, obras de teatro y algunas otras cosas más. Ha colaborado con artistas de distintas disciplinas: desde Charly García, hasta el coreógrafo Oscar Araiz, pasando por Jean François Casanovas. Parte de la unión entre todos estos universos se puede ver ahora en el Centro Cultural Recoleta, espacio en el que inauguró Al rojo vivo, una exhibición con curaduría de Romina Del Prete que junta algunos de los trabajos que hizo en el mundo del rock con figurines, vestidos y un conjunto de pinturas y dibujos que fueron animados digitalmente. Se trata de una muestra que da cuenta de la versatilidad de esta artista, de la manera en la que su imaginario puede hacerse presente con mucha intensidad en diferentes disciplinas y escenas. Una forma de conocer buena parte de su universo. “La punta del hilo, el principio del ovillo son los dibujos que se proyectan. Ahí está mi obra plástica de muchos años, de ahí sale toda la imaginería. No quería mostrar cuadros de la manera tradicional, es decir, con vidrio y marco. Por eso me pareció fantástico proyectarlos”, explica Schussheim cuando habla sobre cómo empezó a pensar esta exhibición.
“Antes yo sentía que todo estaba separado. Que la plástica tenía que ser sólo dibujar, pintar y mostrar. Que el teatro era otra cosa que no se podía juntar con eso y que la música también era algo distinto. Sin embargo, me parece que ahora todos los lenguajes se están relacionando y eso a mí me parece hermoso”. En este sentido, Al rojo vivo parece ser una continuación de la misma cosa, a pesar de que la muestra esté separada en tres momentos muy claros: uno dedicado al rock, otro a los dibujos y pinturas de la artista y el tercero a los vestuarios que hizo para teatro. El hilo conductor de eso es simplemente un color, el rojo –valga la redundancia–. “Defiendo mucho el color rojo porque para mí tiene mucha densidad. El azul también tiene, pero no es tan pregnante aunque sea un color hermoso. Esa densidad es lo que une todo, los sacos con las caras de Charly, Spinetta y Moura, hasta los vestidos de la Reina Roja que hice para Alicia”.
Pero más allá del color, hay algo en las figuras que crea Schussheim que genera una conexión entre todos sus trabajos. Su manera de dibujar cuerpos andróginos, de cargar de ambigüedad las figuras humanas también produce una conversación entre todas las producciones que se están mostrando en el Centro Cultural Recoleta. Todo parece ser una cosa indefinida, como si las imágenes pudieran existir sólo en un territorio donde las reglas las pone lo onírico y no el mundo real.
Un mundo de fantasías
Lo que le pasó a Alicia después de caer por el agujero del conejo es un verdadero misterio: la duda es, básicamente, si la niña que protagoniza este clásico de Lewis Carroll soñó todo eso que le pasó o si realmente vivió una aventura en una realidad paralela y disparatada. En el centro de esta historia está la ensoñación, la fantasía en su máximo esplendor. Pero lo que vale la pena pensar a partir de esta historia no es su veracidad, sino la manera en la que las imágenes que aparecen en sueños pueden configurar las imágenes que creamos durante la vigilia ¿De qué manera ese mundo fantasioso e impreciso se hace presente en la realidad? En el caso de Schussheim, por ejemplo, con dibujos y pinturas de personas mitad humanas mitad animal.
“Si soy franca, no sé cuál es el origen de esos cuerpos. Siempre estuvieron en mi imaginario. He pintado y dibujado personas con la mitad del cuerpo como si fueran cebras o con cabezas de pájaros –dice la artista–. También siempre tuve interés en las desproporciones que podían tener los cuerpos y eso es algo con lo que yo soñaba mucho”. De la misma manera que el agujero del conejo funciona para Alicia como una puerta de ingreso a un mundo delirante, los sueños son para Renata un momento más de producción, una fuente de ideas. “En una época soñaba mucho con playas, médanos y cosas que aparecían en el mar con formas rarísimas, como caracoles gigantes. Hice una serie de dibujos con eso que aún intentaría publicar alguna vez, quizás en un libro”.
Oscar Araiz, el coreógrafo que trabajó con Schussheim durante décadas en distintos proyectos (incluyendo la adaptación a teatro de Boquitas Pintadas, la novela de Manuel Puig), se refirió a la obra de esta artista en Los visuales, el ciclo de documentales de Canal Encuentro. En esa oportunidad, dijo: “Los mundos que ella presenta son diferentes. Algunos son muy mágicos, muy oníricos. Por momentos, ideales, como sueños. Y, a la vez, otros como pesadillas. Pueden ser muy perversos y muy oscuros. Eso la hace también más interesante”.
La dualidad a la que se refirió Araiz está presente en la actual exhibición de Schussheim. En una serie de proyecciones, en la que se suceden diferentes dibujos y pinturas de la artista, se pueden ver distintos seres que pueden ser ubicados del lado de los sueños o de las pesadillas. Hay retratos de mujeres tranquilas y otros de mujeres que parecen tener lágrimas de sangre y bebés mitad humanos y mitad perros. Además, todas las obras proyectadas están levemente animadas. Los gestos son sutiles, un ojo que se cierra o unos mechones de pelo que se mueven. Esto genera una sensación un poco perturbadora: esos seres inanimados de repente tienen un poco de vida, aunque no puedan salir de la pantalla. Al lado de las proyecciones hay dos esculturas hechas en tamaño real que replican el cuerpo de una bailarina usando dos trajes diseñados por la artista, uno para Alicia –la producción de Oscar Araiz inspirado en el cuento de Carroll– y otro para la ópera de Mózart, La Flauta Mágica –con puesta de Sergio Renán–. En ambos casos el gesto de las esculturas parece un poco siniestro, como si estuviera flotando en ese mundo que Araiz define como perverso u oscuro.
Este límite entre cosa viva y cosa inerte siempre fue de interés para Schussheim, de allí su obsesión por los muñecos, como los que usan los ventrílocuos (con Araiz hizo una obra con marionetas en Ginebra). Esto empezó cuando era muy chica, después de que sus padres contrataron a un ventrílocuo para que haga un show en un cumpleaños suyo: “El muñeco se dirigía más que nada a mí porque era mi fiesta, yo le prestaba mucha atención. Me acuerdo que cuando terminó todo me acerqué a verlo y en el momento que lo vi metido en la cajita no lo podía creer. Me impactó mucho eso porque para mí era algo vivo, pero de repente ya no era nada. Por eso siempre me interesó el borde entre las personas y los muñecos. Estoy convencida de que si ponés un muñeco en un escenario y a una persona viva, la gente se queda mirando al muñeco. Hay como una atracción perversa”.
Schussheim hace convivir en su obra colores estridentes y cultura de masas con elementos bastante alejados del brillo del pop. A lo largo de estas décadas, su trabajo en el mundo del teatro, el rock y como artista visual fueron entrelazándose para devolver un conjunto de imágenes que pueden contener las luces de una marquesina de teatro y la oscuridad de los miedos más extraños.
Fashion victim
Una de las salas de Al rojo vivo está repleta de distintos figurines que Renata hizo a lo largo de todas estas décadas. En estos dibujos aparecen otra vez esos cuerpos estilizados, andróginos por momentos y también un poco siniestros. Sin embargo, en todas las siluetas hay algo más poderoso que sobresale: hay sensualidad, como si esos personajes quisieran seducirse entre ellos, salir de las hojas para coquetear. La propia artista se refirió a esto hace unos años, en una entrevista que dio en 2017, en la cual afirmó que hacer vestuarios era trabajar sobre la sensualidad. En aquel entonces también dijo: “Si tengo que elegir entre hacer vestuario o escenografía, elijo el vestuario, que tiene que ver con el mundo de las telas, la costura y las moditas. La escenografía, que normalmente no la hago, está más vinculado a los maquinistas, los clavos y todo lo que es construcción”.
También hay algo sexual en los figurines de Renata. Algunos vestuarios parecen resonar con el mundo del fetichismo, e incluso con el sadomasoquismo. Esto se puede ver en algunos vestuarios de Las bodas del Rey Niño, una obra que dirigió Alfredo Arias, que presentan mujeres con látigos –como si fuera una dominatrix– y hombres con antifaces negros y gargantillas hechas de cinturones del mismo color.
Según contó a Página/12, actualmente se encuentra trabajando en un libro que recopilará los figurines que fue produciendo a lo largo de su carrera. La idea es concentrar en una publicación estos dibujos que Schussheim creó para las diferentes obras en las que participó. “Quiero tener todo junto porque de los figurines que hice no hay nada hasta ahora. Además, hacer vestuario es un trabajo infinito muy mal valorado, no aparecés ni en el afiche salvo que al teatro le sirva que aparezca tu nombre”.
Todos estos dibujos se expanden por toda una sala del Centro Cultural Recoleta. Son hojas pegadas a la pared de una manera abarrotada, como si se tratara de un museo del Siglo XIX, esos en los que las pinturas ocupaban las paredes desde el piso hasta el techo. Esto genera una ilusión doméstica: recorrer ese espacio es como mirar las paredes de un taller, de la base de operaciones de Schussheim. Los figurines parecen oponerse a la seriedad de la pared blanca en la que se cuelga una pintura como quien cuelga una medalla de oro o un trofeo.
A su vez, esa ilusión de taller, de hojas de cuaderno pegadas en la pared, también genera un efecto de intimidad porque el espectador tiene la posibilidad de ver el origen de un diseño y no la pieza ya finalizada. Mirar los figurines de Renata es mirar su manera de pensar, el grado cero de un diseño suyo. Esta sección de Al rojo vivo es la apertura de los archivos de esta artista, es conocer los documentos que ella misma creó y guardó sobre su propio trabajo como diseñadora de vestuario.
“Mostrar esos dibujos fue, para mí, algo muy personal y muy íntimo. Viendo todo el material tuve unas movidas de piso tremendas porque muchos de esos diseños los hice para proyectos de gente que me fue muy importante en mi vida, como Jean François, y que ahora no están más acá. Pero toda esta angustia se me fue cuando inauguró la muestra porque cuando veo algo mío en una pared siento una distancia, siento que ese material ya no me pertenece”.
Es solo rock & roll
La culpa de todo la tuvo La Máquina de Hacer Pájaros. Más específicamente de Carlos Cutaia, que era el tecladista de esa banda. “Un día me llevó a un show de ellos y ahí fue que lo vi a Charly por primera vez. Creo que la primera canción que escuché fue ‘Ah, te vi entre las luces’ y sentí algo tremendo. Apenas terminaron de tocar, le dije a Carlos ‘presentame a García’”. A partir de ese momento, la dupla Schussheim/García trabajó a lo largo de varios años: Renata hizo cosas para Serú Girán, para el Charly solista de Yendo de la cama al living, para el frenético de los 90 y para el de la actualidad.
Sin embargo, el espacio dedicado al rock que tiene la exhibición Al rojo vivo no se ocupa únicamente de García, sino también de Luis Alberto Spinetta y Federico Moura. Este último, cantante de Virus, parecería estar sacado del mundo Schussheim: con un cuerpo andrógino, estilizado y misterioso, Moura parece ser la intersección en la que se encuentran las fantasías de esta artista y el mundo del rock. La mezcla entre sensualidad, mundo onírico y destellos pop parecerían estar más presentes en Moura que en Spinetta y García. “Moura está ahí con Charly y Luis Alberto porque fuimos muy amigos, a pesar de que fue con el que menos trabajé. Sin embargo, lo conecté con Jean-François y juntos hicieron varias cosas”, cuenta la artista.
El vínculo con el mundo del rock le permitió a Schussheim trabajar en otros espacios y formatos poco habituales para el mundo del arte o el teatro: los medios y la televisión. “Fue un desafío para mí trabajar con la escena de la música porque cuando empecé me llamaron para hacer cosas que no había hecho nunca. Por ejemplo, cuando Charly me convocó para hacer Bicicletas lo que me estaba proponiendo era hacer la dirección integral del proyecto, la dirección de arte, algo que era una responsabilidad muy grande y con eso me inicié en ese territorio”. Después siguieron muchas colaboraciones más, desde hacer el videoclip de “Maribel se durmió”, una canción de Spinetta Jade, hasta el de “No me dejan salir”, la canción de García incluida en Clics modernos. “Lo de los videoclips fue un delirio. Estábamos haciendo una cosa que salía por la tele y ni sabíamos qué era exactamente porque en ese momento no se hacían tantos”.
El universo de Schussheim ingresó al mundo del rock sin que haya resistencias. Sus obsesiones, las referencias visuales que originaron sus obras y sus vestuarios también aparecen en los trabajos que hizo con estos músicos y en la revista Siete días donde también colaboró con el fotógrafo Eduardo Martí y con María Moreno, encargada de hacer los reportajes. En la portada de Música del alma –un disco en vivo que registró un recital que García hizo en 1977, durante el Festival del amor– se puede ver, por ejemplo, un conejo blanco, una persona a la que le salen alas de mariposa de la espalda, otras con narices en punta que parecen picos de aves. Todo esto flotando alrededor del cuerpo del músico, como si fuera una imagen de fantasía, el inicio de un cuento fantástico.
“Creo que con las cosas que hice para el mundo del rock siempre corrí un riesgo. Me doy cuenta ahora de esto, incluso creo que hoy en día hay cosas que no podría volver a hacer. Pienso sobre todo en la escenografía que hicimos para los shows de Yendo de la cama al living, que era como una ciudad que explotaba cuando sonaba ‘No bombardeen Buenos Aires’. Pusimos explosivos sin probar, como unas dinamitas. Fue una locura. Ahora debe estar prohibido hacer cosas así”.
Lo que puso en evidencia el paso de Schussheim por el mundo del rock fue su habilidad para cambiar de piel y de formato sin perder su estilo, su mundo imaginario. Esta artista logró generar una conversación entre obras que pensó para lugares como el Teatro Colón, con otras para un recital en un estadio como el de Ferro. Porque el trabajo de Schussheim no prioriza un espacio antes que otro: ve en cada proyecto la posibilidad de exhibir su universo, sus obsesiones. “Pienso en las cosas que hicimos con Charly, con Luis Alberto y no siento nostalgia, sino excitación. Vuelvo a sentir el mismo entusiasmo que tenía cuando pensamos cada uno de los proyectos. Cero melancolía. Soy cero tango. Cero tango.”
Al rojo vivo se puede visitar en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Martes a viernes, de 13.30 a 22. Sábados, domingos y feriados, de 11.15 a 22. Gratis.
> Su relación con Charly García
MUÑECOS Y ESCORPIONES
La relación entre Charly García y Renata Schussheim sigue vigente hasta el día de hoy. La artista se encuentra trabajando en la portada de un disco nuevo que ya está grabado y que, según confirmó el propio García, se llamaría La lógica del escorpión. “Me llamó hace bastante tiempo para este proyecto. Él me dijo que quería un escorpión para la portada del álbum y a mí eso me dio mucha gracia porque a él siempre le dieron miedo los muñecos que me fascinaban y a mí siempre me espantaron los escorpiones”.
Según dijo la artista, está trabajando en los últimos detalles de esta portada “que está pensada para una edición en vinilo”. Además, contó que el músico se mandó a hacer una remera para su cumpleaños del año pasado con el escorpión que ella le diseñó.
“Cuando Charly me convocó yo me puse a buscar escorpiones por todos lados. Tenía toda la mesa repleta de dibujos, ilustraciones y grabados con distintos escorpiones, de todas las épocas –cuenta Schussheim–. Después de ese momento más de búsqueda elegí uno, que era el que más me gustaba, e hice una versión mía y lo pinté todo de dorado”. La artista sumó al proceso a Martín Gorricho, el diseñador gráfico con el que había trabajado en otros proyectos anteriores y en una muestra que hizo en el Centro Cultural Borges.
El proyecto todavía no tiene una fecha de salida confirmada, pero está avanzado. García le mostró las canciones que contendrá este nuevo material y en distintas entrevistas que dieron músicos que integran la banda de Charly –algunas recopiladas recientemente por la revista Rolling Stone– contaron que el disco se empezó a grabar durante la pandemia y que se terminó recientemente. El propio García confirmó esto en una entrevista que le dio a Roberto Pettinato.
El último trabajo en conjunto que hicieron García y Schussheim fue en el Teatro Colón, en el año 2013, durante el ciclo de conciertos llamado Líneas paralelas. En esa oportunidad estuvo al frente de la dirección artística del show. “Esa experiencia fue increíble. Hasta Jean François participó de eso. Recuerdo que fue muy intenso y también que tuvimos apenas una sola noche para montar todo. Pero valió la pena pasar esa noche sin dormir.”