Once legajos de trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) fueron reparados este martes en un emotivo acto realizado en el Centro Atómico Constituyentes. Once legajos que pertenecen a once personas secuestradas por la última dictadura cívico militar y a quienes se les negó la posibilidad de contar su propia historia. Ahora, en vísperas de los 40 años de la recuperación democrática, la inscripción del verdadero motivo de su desvinculación laboral reemplazará la infame denominación “abandono de tareas” para dotar de verdad a esa documentación: la condición de detenido desaparecido de cada uno de ellos.
Tras la entrega de las copias de los legajos a los familiares de las víctimas, el secretario de Derechos Humanos Horacio Pietragalla Corti aseguró que la reparación “demuestra que uno de los primeros enemigos que tenía esa dictadura eran los trabajadores organizados” y afirmó, frente a la avanzada negacionista, que “estas políticas no van a tener ningún retroceso porque las vamos a defender con el cuerpo”. Además, se realizó una mención especial al caso de Juan Pedro Barrientos, identificado por la Comisión de Derechos Humanos del Personal del CNEA a partir de un recordatorio publicado en Página/12.
“Esta reparación que parece diminuta impacta profundamente no sólo en la vida personal de la familia que va a recibir esa documentación, sino también en cada trabajador y trabajadora actual para que pueda comprender la importancia de dinamizar los espacios de memoria en cada lugar donde nos toque estar”, dijo Silvina Atencio, integrante de la Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad, al comenzar el acto en el auditorio Emma Pérez Ferreyra de la CNEA.
Fueron un total de once legajos que se sumaron a los cinco reparados en 2014 a partir del trabajo de la Comisión de Derechos Humanos, que durante años enfrentó la desidia al momento de buscar los documentos. Por esta razón, la presidenta de la CNEA, Adriana Serquis, que ocupa el cargo desde 2021, pidió “perdón por la complicidad que esta institución ha tenido durante la dictadura y perdón por la falta de colaboración que podamos haber tenido en estos 40 años de democracia”. Desde su origen en 1984, la Comisión lleva contabilizados 22 empleados detenidos desaparecidos que pertenecían a la CNEA.
“Esa es una reparación simbólica que demuestra que uno de los primeros enemigos que tenía esa dictadura eran los trabajadores y sobre todo los trabajadores organizados”, sostuvo Pietragalla. El funcionario recordó que estos actos fueron suspendidos casi en su totalidad durante la gestión macrista, en el mismo período en el que su antecesor, Claudio Avruj, recibió a la ONG de la negacionista Victoria Villarruel, hoy candidata a vicepresidenta. “El neoliberalismo no quiere que hablemos de esto, que visibilicemos a los compañeros, que tengamos símbolos, por eso atacan a Estela, a Hebe, la lucha de las Madres y los sobrevivientes”, dijo. En ese sentido, llamó a defender las políticas de derechos humanos en las próximas elecciones frente al avance de los libertarios: “¿Por qué vamos a pensar que nuestra sociedad se derechizó si a Villarruel no la conoce nadie y menos como piensa?”.
La compañera del detenido desaparecido número 22
En agosto de 2021, tras ver un recordatorio publicado en Página/12, integrantes de la Comisión comenzaron la búsqueda del legajo de Juan Pedro Barrientos, un trabajador de la Central Nuclear Atucha I que había sido secuestrado el 27 de marzo de 1976 junto a su hermano José, en su casa de la localidad de Lima, en el partido bonaerense de Zárate. Siete meses después del secuestro, Juan Pedro le envió una carta al entonces presidente de la CNEA pidiéndole que se ocupara de su situación pero la respuesta nunca llegó y unas pocas semanas después fue declarado "prescindible". El 31 de agosto de 1977 fue torturado y asesinado en la Unidad Penal N°9 de La Plata.
Parte de esa historia la vivió en primera persona Lidia Biscarte, exdetenida desaparecida que compartió junto a los hermanos algunos de los centros clandestinos de detención. A Juan no llegó a conocerlo. Con José, en cambio, los unió la búsqueda de justicia en calidad de sobrevivientes. Aunque habían estado vendados durante gran parte del cautiverio, reconocieron sus voces al recuperar la libertad. Biscarte, también oriunda de Zárate, buscaba a José para declarar pero las vejaciones que él sufrió y el asesinato de su hermano, fueron una carga demasiado pesada y se suicidó poco tiempo después. "Yo notaba que él sentía culpa por Juan y creo que no aguantó. Siempre se preguntaba por qué habían llevado a su hermano menor y de a poco empecé a notarlo más pensativo y que se iba alejando", dijo Biscarte a este medio. La última vez que se vieron fue en una citación en Campo de Mayo. Era principio de los '80 y aun no se había creado la Conadep, pero Biscarte sabía cuál era el motivo: "Los milicos querían saber qué íbamos a declarar".
En el acto se destacó la historia de Barrientos y un profundo aplauso acompañó la imagen del trabajador al aparecer en pantalla. Tras ser buscado, encontrado y reparado, su legajo fue entregado a Biscarte, testigo y víctima de esa tragedia.
"Lo que te hicieron en el cuerpo no te lo podes olvidar --dijo ella--, por más negada que estés. El dolor vivido en la piel no se olvida, más en las condiciones en las que estábamos. Ninguno de nosotros pensaba en salir con vida".
Informe: Diego Castro Romero