“Mi abuela era costurera y cuando estaba estudiando pintura, empecé a incorporar el hilo hasta que tomó protagonismo. ¡Ahora el bordado es todo! Un vínculo directo a mis raíces portuguesas, a la tradición textil que trajo ella de su país y que yo absorbí en su taller durante mi infancia” dice Nicole Mazza.
Ella nació en Gainesville, Florida, en 1989. Se recibió de la Escuela del Instituto de Arte de Chicago en 2011 y vivió y trabajó en la ciudad de Nueva York hasta 2014, cuando se mudó a Buenos Aires, donde ahora muestra 32 de sus obras. Tiene 33 años y vive en Villa Crespo.
“Coser y bordar es juntar dos partes, fortalecerlas, repararlas y jugar con lo delicado y frágil para romperlo, dice la autora de la muestra "El Canto del Cisne", que puede verse hasta el 30 de noviembre en el Centro Cultural Borges.
Se trata de una investigación y una relectura poética del mito clásico griego de Leda con curaduría de Irene Gelfman, quien observa que en la apropiación y reescritura Mazza “le da a las protagonistas la posibilidad de un destino diferente a partir de la unión de fragmentos, de zurcir patrones y de bordar finales alternativos”.
El relato sensual narra el descenso de Zeus del Olimpo en forma de cisne para poseer a Leda y concebir hijos mortales. Los bordados de la artista parecen escenas de mujeres dóciles, pasivas, pero a medida que el espectador se acerca “encontramos un twist, los cuerpos curvilíneos y danzantes cortan, castran y matan. En esta serie, hay ciertos elementos que se repiten: las tijeras y los cisnes. Las primeras, herramientas de costura por excelencia, utilizadas para crear y hacer cosas útiles y utilizadas en la iconografía de Mazza cuyos cuerpos remiten a ninfas de la antigüedad o a las vírgenes de las iglesias europeas, como armas de castración".
El cisne suele representar la espiritualidad, la luz, la pureza, la elegancia, la sabiduría divina. Acá, sin embargo, aparece fragmentado creando una atmósfera de extrañamiento. Esa contradicción genera incomodidad e invita a reflexionar sobre los mitos de origen, atiborrados de hechos atroces como violaciones o gestos naturalizados del amor romántico.
La serie, cuenta Nicole a Las12, “nace de una teoría psicológica, el deseo de no querer, el sufrimiento como contraparte. Desear algo que realmente no queremos. Muestro la fantasía y lo prohibido, el dolor, la violencia y la muerte”.
En su práctica la dualidad es importante. Contrapone lo delicado con el grotesco, narra fuerzas opuestas como parte de una construcción social del género, la proyección del cuerpo y las ideas.
Mazza trabaja con imágenes que la interpelan porque son parte de su historia e intimidad. Con un sello de identidad propio, resultado de la convivencia de diversos mundos y de una mirada peculiar, en sus bordados abundan las estampas religiosas, la culpa, la sexualidad, el ídolo, las pinturas renacentistas y las simbologías.
Recientemente presentó su último cuerpo de trabajo en una exposición individual titulada "Blandir el Quiebre" en Crudo Contemporáneo (Rosario) y "El Deseo de No Querer", en Quimera (Buenos Aires). Ha mostrado sus textiles en ferias como ArteBA, Frieze (Londres) y Pinta (Miami).
Recién mudada desde Rosario, dice que está “muy nomádica”. Su otra forma de expresión es el tango. “Tengo la suerte de poder bailarlo todos los días o, más vale, noches, con mi pareja”. Le resulta muy fácil meterse adentro, “estar muy en mi cabeza, hilo y aguja en las manos, acompañada por las historias que creo”.