“Yo lo único que pretendo es que si alguna vez existe algún reconocimiento, ese sea nombrando al 14 de julio del 2018 como el día que la cenicienta dormida que era Ituzaingó abrió los ojos y se mostró al mundo, el día que su gente cambió”. El dueño de esta misteriosa declaración es el artista Rubén Díaz. Quizás su nombre no sea conocido por todo el país o por quienes no pertenecen al mundo del arte, pero su obra es un ícono del conurbano bonaerense. En 2018, inauguró la famosa Torre Eiffel de Ituzaingó y, desde entonces, ha llenado el municipio de maravillas arquitectónicas que atrajeron a turistas de todo el mundo y que se convirtieron en puntos de encuentro para los vecinos del Oeste. Otras de sus obras más familiares para los habitantes de Ituzaingó y alrededores son el Arco de Triunfo de Carlitos Balá y el Coliseo Romano de la calle Barcala.
“Fantasiólogo” de profesión, Díaz busca con su arte invitar al juego, a transformar el escenario sin miedo al fracaso ni tampoco una obsesión excesiva con el éxito. Hoy, presenta una nueva exposición de arte en el Museo Ituzaingó, que introduce al público facetas menos conocidas de su obra, pero con la misma esencia liberadora que ha caracterizado siempre su trayectoria de esculturas y pinturas no convencionales.
Transformar el escenario
Las obras de Rubén Díaz tienen la virtud de no pasar inadvertidas. Desde su primera réplica del “Bar de Moe” en Castelar, hasta su reciente Coliseo Romano en Ituzaingó, las más de veintiséis construcciones que instaló en el Oeste transformaron el conurbano introduciendo elementos disruptivos en el paisaje que, según expresó el artista, buscan alcanzar la emoción más que la belleza: “La emoción siempre suma, la belleza no”.
Vecino de Ituzaingó de toda la vida, Rubén Díaz comenzó a construir en su ciudad las maravillas arquitectónicas del mundo con el sueño de hacer del partido un punto turístico nacional e internacional. “Este es mi lugar, mi territorio, vivo acá desde los cinco años. Puedo ser invitado a otros lados, pero Ituzaingó siempre va a ser mi ciudad. Por muchos años creo que fue un partido delegado, olvidado entre Merlo y Castelar. Nunca era nada, pero en el último tiempo lo hemos despertado. Hoy, es el Partido más importante y siempre tuvo con qué”, afirmó el artista que recuerda con orgullo cómo los vecinos del Oeste eligieron su Torre Eiffel para festejar la victoria del Mundial 2022 por sobre la tradicional Capital.
Las intervenciones artísticas de Díaz sobre el territorio tienen, además, un trasfondo liberador. En lo que denomina el “escenario”, el artista observa el peso de toda una serie de cargas sociales que condicionan y limitan a los individuos. Transformándolo, introduciendo lo inesperado en él, su arte pretende mostrar, sobre todo a los más chicos, que “todo es posible”.
“Yo siempre le digo a los chicos de las escuelas a las que voy a dar charlas: nunca se hagan cargo de lo que los demás ven detrás de ustedes, en el escenario. Uno es siempre el protagonista, no el actor secundario. No hay que mirar atrás porque nos podemos confundir”, dijo Rubén Díaz, que tuvo una historia como arquitecto construyendo monoambientes antes de volcarse a ser, según se define, “fantasiólogo, un generador de fantasías”.
“Un edificio sin sentimientos, sin personas, sin historias de vida, emoción y fantasía, no es más que ladrillos que tarde o temprano terminan por desmoronarse”, afirmó Ruben Díaz. No importa que sus obras sean construidas con el propósito de ser restaurantes, bares o puntos turísticos, el artista siempre busca que puedan ser disfrutadas por todos y todas. “Trabajo por la risa, por la sonrisa. Hay que jugar con la vida, reírse de las cosas. Con el tiempo aprendí mucho, perdí la vergüenza, el miedo a la muerte, e intento que la gente entienda que todo tiene su momento y su tiempo”, dijo.
Seguir jugando
La nueva exposición de Rubén Díaz habilita el mundo plástico del fantasiólogo, un mundo menos conocido que sus monumentos, pero con el mismo espíritu liberador. En el Museo Ituzaingó podrán verse pinturas sobre diversos soportes, esculturas con materiales reciclados, fotografías y literatura, entre otras sorpresas acordes a las que acostumbra el bonaerense.
Además, una porción de su colección con cuadros, bicicletas, pequeñas torres tomadas por el hombre araña y hasta un castillo pintado en una pared que llega volando desde el infinito. Las obras pueden salir de cualquier lado: mientras que las pinturas están en las paredes, otras obras encuentran su lugar pululando por el entorno. Al final de la sala, un gigante castillo emerge de la pared, recién llegado a la colección. El artista afirma que le gustaría que el visitante sienta que está en un lugar sin reglas.
“El arte es una de las cosas más socialistas que tenemos, puede estar en mármol, en tela, en cartón. No hay jerarquías. En la exposición hay obras realizadas sobre las paredes, sobre cartón corrugado, hay cuadros con el vidrio más chico o atados con alambre. La obra debe vencer al marco y no al revés”, afirmó Díaz sobre la materialidad de sus creaciones.
Según expresó el artista, su exposición pretende ser un nuevo espacio de juego y fantasía construido sobre las cinco palabras que siempre han regido su quehacer artístico: libertad, felicidad, fantasía, conciencia y memoria. Así, esta exposición sigue construyendo en Ituzaingó un polo cultural sin fronteras estéticas ni sociales.
A partir del martes, quedó inaugurada la exposición, que podrá visitarse hasta el 27 de octubre en el Museo Histórico de Ituzaingó, ubicado en Olazabal 855, con entrada libre y gratuita. Martes a sábado, de 10 a 17 horas.