El proceso, la Justicia: ¿Qué hay detrás de la búsqueda de reparación de las víctimas de la violencia estética, como Silvina Luna, como las mujeres que fueron estafadas con implantes mamarios defectuosos PIP entre 2002 y 2010 en 60 países?

En la audiencia del 4 de octubre, cuando teníamos una cita con el juez de Toulon (Francia) para presentar los expedientes de 200 nuevas víctimas de la empresa criminal PIP, 108 de ellas argentinas, contra la empresa certificadora de calidad alemana TUV, decidí filmar ese momento para mostrarles a las víctimas que todo esto era real, que había un juez, que había un tribunal, que aquí, en el sur de Francia, ese juez y ese tribunal iban a hacer justicia. El camarógrafo, sorprendido, me dijo: "¡Eres la única mujer defendiendo a estas víctimas!". Esa reflexión me dejó pensando.

La historia de este caso comienza con un hombre, Jean-Claude Mas, un perverso que inventa un gel inadecuado, peligroso, industrial, que se destinará a llenar no menos de 1 millón de prótesis mamarias llamadas PIP que inundarán el planeta, dejando detrás de sí 500 mil víctimas, incluyendo 25 mil argentinas. También con un certificador, TUV RHEINLAND, una empresa multimillonaria gigante, que decidió cerrar los ojos, o "hacer la vista gorda", como se dice coloquialmente. 

Y luego mujeres, cientos de miles que un día tomaron la decisión de cambiar sus cuerpos. Cambiar para reconstruir después de los estragos de una enfermedad; cambiar para un proceso de transición de identidad de género o simplemente para lograr una nueva versión de sí mismas, quizá más sexy, más deseable, más hegemónica. Ese día, la decisión tocó en ellas lo íntimo, lo carnal. Y cuando toca lo íntimo, más fuerte es la violencia.

Para ellas, hoy, esa promesa de cambio está muy lejana. Se sienten heridas, violentadas, engañadas, destruidas, con parejas que se fueron, con hijxs que no pudieron ser amamantadxs... La justicia será el comienzo de una reconstrucción, pero diferente. "Soy reconocida como víctima, debo ser reparada." Es la reparación de lo injusto, la reparación de una violencia ejercida contra el individuo, una mujer, y más de un género, el género femenino.

Silvina Luna es otra víctima, víctima sobre todo de un criminal con título universitario, un aprendiz de brujo: el "Doctor" Aníbal Lotocki. Veo una similitud perfecta en estas dos historias.

Jean-Claude Mas declaró en su juicio en Marsella: "Las víctimas son personas frágiles o personas que hacen esto por dinero"; "Todas las pacientes que se someten a cirugía estética son así. No se sienten bien en su piel"; para terminar así, sin consideración ni empatía: "Me pongo en su lugar. Me disculpo por esta situación, señoras". La sala de audiencias se llenó de insultos : "Idiota", "tipo despreciable", "si somos frágiles, es por tu culpa". El debate es también otro. Acá hay científicos, médicos, empresas vigiladas debidamente auditadas, autorizadas y certificadas por autoridades gubernamentales y aduaneras. 

No, señor Lotocki, el polimetilmetacrilato no es bueno para el cuerpo humano y, como la silicona industrial, migra, destruye, mata y usted lo sabía. Jean-Claude Mas también lo sabía, y TUV RHEINLAND no podía ignorarlo. 

La fragilidad frente a la arrogancia de las palabras, las actitudes, las acciones. El cuerpo de la mujer, tan a menudo debatido, teorizado, expuesto u ocultado, pero su impacto nunca es neutro. Tal vez sea hora de que las interesadas se unan para recuperar un libre albedrío elegido, y protegerlo.

Aceptación versus transformación. La magnitud sin precedentes del escándalo PIP, la popularidad de Silvina Luna, nos obligan a reflexionar más ampliamente sobre la cirugía estética y su significado. En la era de Instagram y los filtros perfectos, debemos educar, evaluar la ecuación costo-beneficio sin juicio moral. Debemos recordar que el cuerpo tiene su propio equilibrio.

Sobre todo, debemos regular para proteger. El Estado debe desempeñar su papel de regulador, para no dejar lugar a los aprendices de brujo y estafadores. Hoy, el Estado tiene un papel que desempeñar en la sanción y la reparación.

Este juicio PIP tiene importancia más allá de las fronteras francesas. Está aquí para decirles a aquellos que creen que, cuando cometen delitos lejos de casa, no serán condenados, que están equivocados. Y esto se aplica aquí, incluso cuando las prótesis PIP han inundado más América del Sur que Francia.

Este juicio también está aquí para decirle al certificador alemán y a todos los demás que su trabajo de certificación no debe sufrir ningún error o aproximación, porque no hay margen para errores cuando se trata de la vida de las personas. La incompetencia de un actor provoca el colapso de todo un sistema de control.

Y además, este juicio está aquí para decirles a todas esas víctimas que sabemos que han sufrido, que merecen ser reparadas, y que lo serán.

El juicio de Lotocki también debe ser ejemplar porque aquí, en Francia, como allá, es mucho lo que hay en juego.

*Abogada del estudio DGR Avocats, que representa a miles de víctimas de los implantes PIP en todo el mundo.