Australia, una democracia tutelada por el rey de Inglaterra, busca un camino de reconocimiento a sus pueblos originarios. Aunque demasiado tarde, es un paso adelante. Hoy es posible porque gobiernan los laboristas y su primer ministro, Anthony Albanese, se puso al frente de la campaña por un referéndum que intenta reconocerlos en la constitución. No la tiene fácil, porque según las últimas encuestas, la oposición conservadora y sus aliados van ganando con su negativa a que su voz se escuche en el Parlamento de Canberra, la capital del país. La votación cierra este 14 de octubre – aunque se pudo anticipar el sufragio - y unos 17.676.347 habitantes están registrados para participar sobre una población de 26,5 millones. De este número, el 3,8 por ciento se corresponde con aborígenes que llegan a cerca de un millón.
Una consulta de este tipo no se celebra desde 1999 cuando los australianos rechazaron la posibilidad de convertir a su nación en república. A la gente se le pregunta esta vez: “Una ley propuesta para alterar la Constitución para reconocer a las Primeras Naciones estableciendo La Voz de los Aborígenes e Isleños del Estrecho de Torres. ¿Apruebas esta modificación?”. Albanese adelantó su voto en la red social X donde tiene fijado un posteo que dice: “Una voz poderosa que dice Sí”.
Oposición
Jacinta Nampijinpa Price es una senadora del partido Liberal Nacional, de origen warlpiri. Un pueblo del que quedan unos pocos miles en el Territorio del Norte. Pese a que fue objeto de despojos en el pasado y tiene problemas sociales comunes a otros, su representante en el Congreso es ultraconservadora. Rechaza las acusaciones de racismo contra el sistema penitenciario australiano de las comunidades nativas y fue muy crítica del movimiento Black Lives Matter. En X le respondió al premier Albanese: “El método de ‘Agitación y Propaganda’ no debería tener cabida en un país democrático, especialmente cuando lo utiliza el Primer Ministro del país, quien se supone que debe tratar a sus ciudadanos por igual”.
Hasta hace un año el "Sí" llevaba una ligera ventaja, pero se evaporó y según agencias internacionales como EFE, Reuters y AP, ahora le dan al “Sí” un 43 por ciento de los votos y al “No” un 49%, aunque una encuesta del Australian Financial Review, informa que el "No" se impondría con una diferencia mucho mayor, el 57 % de los votos, mientras que el sí alcanzaría el 43%. Si triunfara esta opción - algo que parece poco probable- se crearía lo que se llama La voz al Parlamento, un organismo de los pueblos originarios que tendría el status de asesor y que llevaría implícito el reconocimiento constitucional a su existencia.
Votación anticipada
La votación anticipada empezó el 2 de octubre en los estados de Tasmania, Victoria, Australia Occidental y el Territorio del Norte. El éxito que tuvo la propuesta de Albanese en el Senado – donde se aprobó por 52 votos a favor y 19 en contra – no se compadece con los sondeos actuales que están dándole el triunfo al “No”. Pero si se revirtiera la situación, los miembros de La voz al Parlamento no serían designados por el gobierno laborista y sí por las comunidades nativas.
Los ciudadanos en condiciones de votar recibieron una notificación en sus casas, tuvieron la obligación de registrarse en el padrón electoral y están obligados a votar, según informó la cadena australiana SBS. El primer ministro se mostró muy activo en la campaña del referéndum y declaró que los partidarios del “Sí”, “no están pidiendo un derecho de veto o el derecho a financiar programas ni nada por el estilo. Sólo están diciendo 'queremos ser escuchados'”.
Un requisito para que La voz se apruebe en la votación, es que además de obtener la mayoría a nivel nacional, consiga la victoria en cuatro de los seis estados australianos. Los detractores del proyecto Albanese sostienen que no tiene por qué mejorar la calidad de vida de los pueblos originarios y consideran que alimentará la burocracia del Estado.
Caballito de batalla
El primer ministro asumió su cargo en mayo de 2022. Lo hizo con la propuesta del referéndum como caballito de batalla. Quiere darle más valor a los derechos conculcados de los pueblos que habitaban el país antes de la llegada del imperio anglosajón.
Su iniciativa Aboriginal and Torres Strait Islander Voice (Voz de los aborígenes e isleños del Estrecho de Torres) ha sido reivindicada por el exdiputado liberal y además corredor de fondo, Pat Farmer: “Sentí que era importante dedicar seis meses y medio de mi vida a convertir mis palabras en acciones, para mostrarle al pueblo australiano cuánto me importaba el futuro de esta nación”, declaró en SBS. En cambio, el exministro federal de Trabajo y partidario del “No”, Gary Johns, dijo que los primeros habitantes del país deberían “aprender inglés”. Su comentario le valió ácidas críticas.
Es curioso y contradictorio al mismo tiempo, pero Albanese, progresista en algunos asuntos de Estado como el referéndum o en la defensa del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, ciudadano australiano que sigue detenido y lucha contra su extradición de Gran Bretaña a Estados Unidos por cargos de espionaje, no se salió del protocolo real cuando le juró lealtad al rey Carlos III de Inglaterra.
Ideas republicanas
Aunque partidario de una república para su país, dijo que “eso no significa que no se pueda tener respeto por la institución, que es el sistema de gobierno que tenemos. Creo que como primer ministro tengo la responsabilidad de representar a la nación de una forma que respete los acuerdos constitucionales”. Las ideas republicanas ya fueron derrotadas en las urnas en 1999, cuando se pretendió por primera vez desplazar a la monarquía británica. La mayoría de los australianos en aquel momento eligió mantenerse bajo la autoridad de la reina Isabel II, delegada en un gobernador.
La Casa de Windsor es la misma que destituyó con un golpe palaciego en 1975, a otro primer ministro laborista, Gough Witlam. Había fastidiado a su majestad fallecida con sus decisiones autónomas. Aquel había amagado cancelar un acuerdo del 9 de diciembre de 1966 firmado con Estados Unidos para mantener una base satelital en Pine Gap, en el centro de Australia, también reconoció al gobierno comunista de Vietnam del Norte y elogió la causa de Palestina en Naciones Unidas. Fue suficiente para que el MS16, el servicio de Inteligencia inglés, y hasta la propia CIA, le armaran un golpe de Estado made in USA con el condimento de la consabida flema británica.