“Preocupa particularmente el lugar de adultos mayores porque crece la población adulta mayor, la tasa de sobreenvejecimiento --es decir, mayores de 85-- cada vez es más alta sobre el total de adultos mayores y las familias ya no pueden sostener eso”, dice la doctora en Antropología María Cecilia Scaglia, poniendo en foco un tema que incluso dentro de la agenda de los cuidados no es tan difundido: la necesidad de profundizar respuestas para los cuidados de las personas mayores más allá de los geriátricos. Ante el tratamiento parlamentario del proyecto de la creación del Sistema Integral de Políticas de Cuidados en Argentina (SINCA), la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA desarrolló el informe: "Cuidados: Cuestión de todes, cuestión de Estado" en el que aporta al debate sobre un tema históricamente invisibilizado: ese trabajo realizado por las mujeres para garantizar la reproducción de la vida. Un tema que la pandemia ayudó a poner en la agenda pero que todavía falta abordar con políticas públicas que resuelvan la cotidianeidad de las que cuidan y las personas que necesitan cuidados. “El salto político y el salto teórico es pensar el cuidado como derecho”, apuntó Graciela Morgade, vicedecana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Morgade, doctora en Educación y master en Ciencias Sociales y Educación, y María Cecilia Scaglia Profesora, adjunta interina de la materia Antropología Sistemática II en la misma facultad, conversaron con Página/12 sobre los desafíos que demandan los cuidados y una propuesta de la casa de estudios para formar a cuidadoras de los barrios populares.
--¿Por qué es importante que el Estado lleve adelante políticas públicas en relación a los cuidados?
María Cecilia Scaglia: --Siempre se ha depositado en el espacio doméstico la responsabilidad de los cuidados y se ha privatizado o terciarizado, y el espacio doméstico no solamente que es muy injusto porque recaen sobre las mujeres las responsabilidades de cuidar sino que además ya la familia no sirve más como institución cuidadora, hay algo de la transición demográfica que hace que, ni aunque quisiera, puede la familia sostenerlo.
--Antes estaba la abuela, todos vivían en una casa, ¿no?
MCS: --Todas las sociedades se han dado estrategias, no solamente de reproducción en términos de reemplazo generacional, sino también de mantenimiento de los dependientes digamos de los mayores, es más, hay quienes aseguran que en los pueblos etnográficos, el lugar de los ancianos como sabios era una estrategia para asegurarse su propio mantenimiento. Hoy a mí me preocupa particularmente el lugar de adultos mayores porque cada vez más se nota, o sea, crece la población adulta mayor, la tasa de sobreenvejecimiento --es decir, mayores de 85- -cada vez es más alta sobre el total de adultos mayores y las familias ya no pueden sostener eso.
--Ese punto me pareció superinteresante en el informe porque en general cuando se habla de cuidados, lo que aparece más en agenda es el tema de cuidado de niñas, niños. Incluso de la primera infancia, ni siquiera adolescentes.
Graciela Morgade: --Inclusive cuando se sanciona la ley de educación nacional, cuando empiezan las discusiones respecto de cuándo debería haber una educación infantil formal --en la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, está establecido desde los 45 días--, tenemos leyes que van asumiendo el derecho a la educación infantil pero no ha habido complementariamente instituciones... Las instituciones del sector de educación no llegan a cubrir las necesidades educativas. Y las instituciones estatales no llegan a cubrir las necesidades de cuidado que en general exceden los horarios escolares. Y en eso también me parece que es adecuado, positivo, auspicioso que la agenda de los cuidados y el sistema nacional de cuidados haya entrado en una arena política de mayor volumen con un proyecto de ley, con discusiones de los feminismos. Las instituciones escolares no son suficientes, hay que construir más escuelas, más jardines, eso es sabido, por la parte de la plataforma de Sergio Massa, por ejemplo. Y al mismo tiempo hay un sistema que va mucho más allá porque la jornada educativa es mucho más larga, inclusive para los niños y las niñas de primaria, si a eso le sumamos las personas mayores y si a ellos le sumamos las personas con discapacidad que también requieren una serie de atenciones, en un momento demográfico... Las mujeres, dos de cada tres, están en alguna forma de trabajo remunerado, formal o en la economía popular, pero prácticamente el 65 por ciento está haciendo una actividad económica, que además requiere su presencia y eso también forma parte de todos estos vectores que se combinan en las características demográficas poblacionales en este momento. En algunos países nórdicos este tema hace mucho que está atendido, inclusive hace muchos años. Recuerdo en Suecia por ejemplo, escuelas en donde después había un espacio donde estar a la tarde, hacer la tarea, había personas... que no era necesariamente un espacio educativo, pero sí un espacio de cuidado y bueno. Y garantizaban una jornada escolar más prolongada para que también las familias pudieran hacer sus actividades.
--O sea, son varios vectores que se van combinando.
MCS: --Sí me parece que en un determinado periodo la sociedad salarial, digamos a partir de las instituciones del salario, cubría esto que se suponía que era la asignación familiar, una asignación para que se cuidara a los niños, y la educación formal y la salud pública también incluidos en ese combo de instituciones de cuidados. Pero en la medida en que la mujer se incorpora más masivamente al mercado de trabajo, hay todo un combo de cuidados que empieza a visibilizarse porque empieza a mercantilizarse más claramente y cuando se mercantiliza es cuando se empieza a ver su valor económico en términos de reproducción. Antes nadie se cuestionaba que los padres estuvieran en la casa con uno y bueno... está la nona que cuida a los chicos. También hoy socialmente esa institución ya no existe más, y en la pandemia se hizo bastante evidente esta cuestión del déficit de cuidados y quiénes se ocupaban de esto.
--¿Qué creen que quedó de la pandemia en relación a los cuidados que se hicieron tan visibles?
GM: --Yo creo que quedó instalado el tema en la agenda claramente y la potencia política de la categoría de cuidados, o sea, hoy ya todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de cuidados y que es un tema y que es una demanda. Inclusive porque me parece que el desafío también teórico y político es poder fundar una política sobre esa idea del cuidado, sacando esta connotación de que es un problema privado, que es un problema de cada familia, porque me da la impresión de que el salto político y el salto teórico es pensar el de cuidado como derecho. Entonces están las personas que tienen derecho a ser cuidadas y también están los derechos de las personas que cuidan y un poco en la pandemia se puso en tensión porque las personas que cuidan y las personas que son cuidadas estaban todas en el mismo lugar con una fuerte tensión emocional en la vida cotidiana. Evidentemente se visibilizó que esa situación se estaba dando y que hay que ponerle reglas porque yo también el derecho tiene que ver con poder decir "bueno si esto es un derecho qué reglas le ponemos, qué servicios, a qué se compromete el Estado, a qué se comprometen las instituciones del sector público y del sector privado".
MCS: --Creo que además, en el sentido de los derechos de quienes cuidan y los derechos a ser cuidados por personas adultas mayores, se ve muy claramente que los derechos de las trabajadoras en general --son mujeres que cuidan adultos mayores-- no se condicen con lo que gana cualquier jubilado, no hay posibilidad para ningún jubilado, por eso yo insisto con esto de que la familia ya no es una institución que pueda cuidar.
--Incluso hay muchas mujeres que están tironeadas entre el cuidado de los hijos y de los padres…
MCS: --Claro, es muy tremendo, pero además no hay ninguna jubilación que pueda sostener los cuidados de una persona adulta mayor y por eso decía, es casi paradójico que a los adultos mayores la respuesta que termina dando el Estado es la institucionalización, el geriátrico. Mientras impulsamos la desmanicomialización terminamos institucionalizando adultos mayores.
--¿Y cómo se podría evitar eso?
MCS: --Hay muchas estrategias que se pueden implementar que no necesariamente son la institucionalización de los adultos mayores. Desde lo que está en la ley, lo de la evaluación del grado de autonomía, porque las vejeces son todas distintas, no es lo mismo una persona de 75 años que una de 95, entonces en función de la dependencia que tengan, poder pensar sí, un aporte en función de los cuidados. Hoy el PAMI lo reconoce, pero es mínimo el aporte, son ocho mil pesos.
--¿Ocho mil por mes?
MCS: --Claro, y sería para una persona supuestamente que podría acompañar, pero ¿qué va a hacer con eso? Si la hora de cuidados está en 680 pesos de cualquier trabajadora formal, no hay modo de pensar que eso es un aporte. Y tampoco todas las obras sociales lo contemplan, algunas sí, en distinta medida, por eso incorporarlo en el programa médico obligatorio no está mal, está bien.
--Pero también hay una crítica en el informe a la medicalización.
MCS: --Sí, sí, yo lo planteo porque me parece que hay otras estrategias, por ejemplo eso en sectores populares se ve mucho, que es lo que sería lo que hacen los centros de jubilados, que en algunos lugares también se llaman centros de día, lugares donde los adultos mayores puedan ir, estar con otras personas, socializar y no necesariamente estar en un geriátrico. No es lo mismo un hogar de día que un geriátrico y el Estado puede poner infraestructura ahí de un modo mucho más sistemático, garantizándolo desde una perspectiva de derechos. Desde la buena voluntad de los municipios, yo lo que vi es que hay municipios que lo impulsan en algunos barrios. Son aisladas las propuestas. También es evidente hablando de la cuestión demográfica, que es el alargamiento de la vida...
--¿Desde los años sesenta a la actualidad se alargó 20 años?
--Sí, está en 77 y estaba en 57 en los 60.
GM: --Entonces hay una expectativa de vida y también hay, y esto también es positivo me parece, una visibilización de los adultos mayores en términos de derechos. Hay una crítica al viejismo, el edadismo, esa forma de discriminación que tiene que ver con las personas mayores y también la Convención de los derechos de las personas mayores. Se ha ido acumulando un conocimiento a partir de la experiencia, que eso también es el sostén de cualquier política pública.
--Ustedes están muy de acuerdo con esta agenda que trae el proyecto del sistema nacional de cuidados pero también tienen algunas críticas.
GM: --Más que hacer una crítica, yo hago un análisis crítico, pero positivo. Una ley tiene que ser discutida y tiene que ser votada. Y si no es votada, tampoco tiene mucho sentido discutirla.
MCS: --Yo en eso coincido, absolutamente. Sí, me parece que hay, tal vez, dos déficits. Uno que es rápidamente subsanable, que es un énfasis diferencial en la primera infancia respecto al desmedro de discapacitados adultos mayores. Pero eso tiene que ver también con quiénes son los sujetos que activan esto. Y sí me parece que hay algo que puede ser resuelto más rápidamente. Que tal vez ni siquiera requiere de una ley, sino que tiene que ver con el diseño de las políticas públicas, que es que en barrios populares lo que se conoce como las trabajadoras de cuidado son mujeres, colectivos de mujeres que con políticas públicas que están destinadas para otra cosa sostienen el elemento más primordial del cuidado que es la alimentación para todo el barrio. Hoy, con la crisis económica y con la hiperinflación ya sabemos que los salarios no están cubriendo la canasta y menos en el sector informal. Y los sostienen con un Potenciar trabajo. Y el Potenciar trabajo se pensó en otro sentido. Entonces me parece que hay que reconocer esos espacios... Yo estuve haciendo trabajo de campo, vi en qué condiciones están funcionando en algunos barrios populares del conurbano y del área metropolitana... Son condiciones muy, muy, muy malas. No es que la gente va a comer, va a buscar la vianda de la noche. Y no es para chicos, es para todos. Bueno, formalizar esos espacios, reconocerlos, dotarlos de infraestructura, profesionalizar ese trabajo también y además dotarlo de alimentos porque usan ese subsidio para comprar la garrafa o para comprar la grasa para hacer las tortas fritas.
--Y ustedes tienen una propuesta desde la facultad para estos sectores.
GM: --Sí, reconociendo la acumulación de investigación, la acumulación inclusive del vínculo con Barrios de pie, o sea, con algunas organizaciones que sostienen espacios de cuidado, que sostienen jardines comunitarios, que sostienen comedores... También desde una perspectiva feminista, que esta conducción de la facultad sostiene hace mucho tiempo y en el marco de la creación de la Subsecretaría de Políticas de Género y Diversidad, definimos en articulación con diferentes organizaciones con las que ya viene trabajando Filo desde Extensión universitaria proponer una primera formación para personas que están trabajando en tareas de cuidado con una doble estrategia. Por un lado, brindar una serie de contenidos, de conocimientos de los que se viene a veces como demanda. Y por otro lado, reconociendo lo que se ha construido ya como conocimiento en territorio.
--¿Demanda de quiénes tienen?
GM: --De organizaciones que les piden a la universidad algo de formación. A veces vienen demandas vinculadas con temas de alimentación, de salud, de juegos. A veces dicen “¿y qué hacemos? ¿Qué podemos hacer con los chicos, las chicas, les chiques con las que estamos?” Y digo, es una primera experiencia porque nuestra propuesta tiene como una segunda fase, que va a ser ya el año que viene, en una estrategia más larga que llamamos diplomatura, en la que se aborde el problema del cuidado desde el punto de vista de todas estas cuestiones que estamos hablando desde las normativas, éticas, de los contenidos. Y con estas tres orientaciones, primera infancia, personas con discapacidad, personas mayores y procurando también articular con espacios en donde puedan hacer prácticas, tal vez quedarse trabajando o armar organizaciones cooperativas, por ejemplo.
--¿Cómo puede afectar la agenda de cuidados el eventual triunfo de un candidato de derecha?
GM: --Hay una parte de la reacción de la derecha que no me sorprende porque ya desde la educación sexual integral la veníamos escuchando. Por un lado, hay un cierto agotamiento del discurso de los derechos. Docentes de secundaria que dicen: hablas de derechos y no emociona el discurso de los derechos. Por un lado, quienes nacen con los derechos establecidos consideran que ya los tienen. Entonces si no hay una historización y una insistencia en que los derechos se pueden perder y eso queda como muy de personas mayores que están levantando el dedito es bien complejo.
Y también veíamos algunos sectores muy radicalizados religiosos en contra de la perspectiva de género, en contra la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), fue muy disruptiva en ese punto. Y otra cuestión que creo que nos faltó y nos falta es poder hablar un poco más de las masculinidades y hablarles a los varones en que nada de estos derechos los excluye.
Yo me resisto a considerar que es una responsabilidad del movimiento feminista solamente. Porque si vos tenés varones que no tienen empleo y que están trabajando en Rappi, hay una situación de exclusión económica que también abona a que “yo me las arreglo”. Y “yo no quiero al Estado porque el Estado solo me saca y además encima me vienen con el lenguaje inclusivo”.
Por eso me parece que hay un elemento y una necesidad, yo siempre digo, que es mostrar también cómo el patriarcado mata, es violento, pero también es una pérdida para los propios varones. No es contra ellos, es contra el patriarcado, todo es contra el patriarcado.