Las huellas del escultor Jorge Michel (1925-1991) trazan un recorrido sinuoso y seductor, un artista extraordinario que necesitaba de una película que intentara el puzzle de su vida. Lo notable es cómo en este desafío, el director Iair Michel Attías -nieto del artista- logra algo todavía más profundo, por íntimo y ligado a su propia historia. Catálogo para una familia se exhibe en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), la función del sábado contó con la presencia del director, y el documental tiene programados dos días más: el jueves próximo a las 18 y el sábado 28 a las 20.30.

Montajista de Lucrecia Martel (Terminal Norte y Camarera de piso), Santiago Loza (Breve historia del planeta verde) y Edgardo Cozarinsky (Medium), Iair Michel Attías realiza aquí su ópera prima, a partir de preguntas personales. “La película tiene varias aristas, por un lado, traté de rescatar y conocer la historia de vida y obra de un artista; pero mientras buscaba esta historia y sus obras -que se consideraban extraviadas- de algún modo empecé a recuperar una historia familiar, íntima”, comenta el director a Rosario/12.

“En cada familia hay una historia no contada o no visitada; en mi caso, siempre me habían hablado de mi abuelo, pero lo único que había en mi casa eran diez fotos en blanco y negro, donde se lo ve trabajando. Y nada más. De algún modo sabía de él, pero a la manera de un mito, como un personaje al que no conocí personalmente: él murió en el ’91 y yo nací en el ’90. Por otro lado, mi padre pensaba que su propio padre era otra persona, no le habían contado la verdad. Cuando él estaba por nacer o había nacido, mi abuelo y mi abuela se habían separado; así que él se reencontró con su padre recién a los 30 años. Y estamos hablando de la década del ’80, cuando Michel era un escultor conocido y salía en tapas de revistas. De manera tal que fue un encuentro tardío, también porque a los pocos años mi abuelo enferma de cáncer y muere. Por otra parte, mi padre no mantuvo contacto con la familia que mi abuelo había formado, así que su figura quedó para mí como una cosa ajena o lejana, a la que volvía cíclicamente, sea por las fotos que había en mi casa o porque iba al Malba, donde hay dos obras suyas, dos bancos de madera muy significativos, las únicas obras de mi abuelo que se podían tocar y con las cuales interactuar”, continúa.

-La película te llevó por caminos imprevistos; entre ellos, la pregunta por el destino de su obra.

-Quise ir al fondo de este tema. El mundo del arte es un laberinto, con un mercado que es muy informal, donde las obras se compran, venden y adquieren, sin muchos registros. Por otro lado, él tuvo una trayectoria que en un momento fue muy intensa, y eso lo posicionó en un lugar. Sin embargo, yo me encontraba con una especie de desierto, de olvido, lo que me llevó a preguntarme sobre cómo podía ser que su trabajo, realizado con maderas centenarias, con piedra y granito, de dimensiones importantes, estuviera desaparecido o extraviado. No tenía mucha información al respecto y tuve que ponerme en los zapatos de un detective, tocar puertas de galerías, museos y coleccionistas particulares. Yo me había negado a pensar que las obras habían desparecido; me encontraba con muchas teorías, como la de que se habían destruido tras la muestra que hizo en Nueva York, porque no podían volver al país. Parecía que todo se había desvanecido con él, hasta que aparecí yo 30 años después.

-¿Cómo te resultó esa investigación inesperada?

-Tuve que ir de menor a mayor, y me sorprendió lo que terminé encontrando. Comencé con un catálogo que descubrí, del ’86, donde ni siquiera había fotos de sus obras sino dibujos. Eso me hizo inventariar, y me puse a rastrear y hablar con quienes habían trabajado con él y con familiares políticos. Pero hubo un hecho en este laberinto, el de la muestra en Nueva York en 1989, cuando fue invitado por una galería; fue una muestra que le llevó mucho tiempo preparar, durante un año, intercambiando cartas, organizando la logística para llevar sus obras, sin prever lo que iba a venir después. Eso fue lo que me hizo decidir a viajar allá, yo quería saber de verdad la respuesta a algunas preguntas y encontrar las obras.

-Lográs dar con el paradero de muchas de ellas y obtenés imágenes sorprendentes, tuyas e íntimas; ahora bien, Jorge Michel reúne tantas facetas como películas posibles: marinero, la literatura, su relación con Josefina Robirosa, la casa “La Celeste” que diseña Clorindo Testa...

-En un comienzo pensé que iba a ser una película sobre su vida, donde yo no iba a aparecer. El personaje tenía muchas capas de densidad, se trata de alguien que con su propio ingenio se fue inventando a sí mismo, haciendo de su vida una gran aventura. Pero partí de un lugar tan llano, entre tantas preguntas y tan poca información, que necesariamente tuve que implicar mi propia búsqueda. Lo primero que encontré sobre él fue una ficha en el Museo del Cine y descubrí que tuvo una etapa de cortometrajista, de creativo publicitario, fue algo impensado. El encuentro suyo con Robirosa fue también el de dos mundos, de extracciones sociales diferentes; así intenté contarlo en la película. Pero lo más emotivo fue saber que todas esas cosas que uno daba por perdidas estaban efectivamente en algún lugar, que había valido la pena ir en su búsqueda. Y me di cuenta que en esa vida errática o reinventada varias veces, cuando él pudo ser escultor y vivir en La Celeste, finalmente había logrado algo que le permitía desarrollarse y ser feliz. A esa historia hubo que reconstruirla, y la quise evocar. Por otra parte, mientras hacia la película, fui padre; así que todo tomó también otra perspectiva.

Catálogo para una familia cuenta con guion y dirección de Iair Michel Attías; dirección de producción de Julieta Bilik; fotografía y cámara de Eduardo Crespo, Pigu Gómez, y Esteban Perroud; sonido directo de Enrique Migliorelli y Juan Molteni; montaje de Verónica De Cata e Iair Michel Attías; sonido de Gaspar Scheuer; y testimonios de Norman Briski, Pablo Reinoso, Eduardo Costantini, Alina Diaconú, Facundo Gómez Minujín, Ricardo Longhini, Mario Robirosa y Analía Segal.