La Selección Argentina marcha por las Eliminatorias Sudamericanas. Y no sólo porque ha ganado los nueve puntos que jugó: en los partidos ante Bolivia y Paraguay (bastante menos en el debut frente a Ecuador) puso sobre la cancha un volumen de juego de calidad infrecuente. La pelota sale bien jugada desde atrás, se enriquece en el medio cuando pasa por los pies de Rodrigo De Paul, Alexis Mac Allister y Enzo Fernández y se potencia arriba con el despliegue de Lautaro Martínez o Julián Álvarez. Se corre siempre, para jugar y para recuperar. Y todo esto sin hacer mención a Lionel Messi. Los campeones del mundo demostraron contra bolivianos y paraguayos que pueden jugar muy bien, con brillo e intensidad, sin depender de la presencia deslumbrante del astro máximo.

La sucesión de Messi parece haber sido resuelta sin estar todo el tiempo pendiente de él. Lo que le concede al técnico Lionel Scaloni tranquilidad y tiempo para ir buscando variantes sin más presión que la que cada partido presenta en sí. En ese sentido, Scaloni descubrió en los amistosos festivos de marzo ante Panamá y Curazao, que un enroque posicional entre Mac Allister y Enzo Fernández traería efectos beneficiosos para el funcionamiento del equipo. Y así lo hizo. Como volante central, Mac Allister aligera el juego con criterio y rapidez, juntando el control y el pase casi en un mismo movimiento. Y Enzo Fernández, ya relevado de la obligación de arrancar desde más atrás, tiene libertad para soltarse y pisar el área rival. 

Lejos del estatismo y la quietud, los dos mediocampistas (y también De Paul aunque con otras características) aparecen por cualquier lado. Y le dan al equipo un impulso que en el primer tiempo le permitió barrer de la cancha a los paraguayos. En los 24 años de Mac Allister y en los 22 de Enzo, la Selección encontró las usinas generadoras de fútbol que necesitaba para compensar los 36 de Messi. En ese contexto, el supercrack puede estar o no, aparecer un rato y desaparecer otro, sin que el andar del equipo se resienta ni pierda dominio y control del juego. La "Messidependencia" de la que tanto se habló entre 2010 y 2020 quedó reducida a una pieza de museo.

En la frescura y energía de dos jugadores que, al igual que Julián Alvarez, entraron a la Selección recién dos meses antes del Mundial de Qatar y según parece, se quedarán por mucho tiempo, la Argentina parece haber encontrado el relevo de su máxima estrella, a la que no le queda mucho de fulgor. Siempre se puede ir mejorando. Pero da la impresión de que los campeones del mundo están cerca de tocar el techo de su rendimiento.

Tal vez ese pico máximo llegue a la Copa América del año próximo en los Estados Unidos en la que la Argentina es gran favorita a la retención del título. Luego, habrá que mantenerlo para el Mundial y será todo un desafío para Scaloni lograr que la Selección llegue en su punto justo en 2026. Da la impresión de que el único heredero de Messi será el equipo. Pero tres años son una eternidad en el fútbol para poder afirmarlo.