Los cerezos florecen un par de meses antes de la llegada de la primavera. Los de Mar del Plata son de origen japonés y cuentan que en las tierras del sol naciente son muy venerados. Cuando llegan las flores los japoneses hacen picnics de celebración a su sombra. Me enteré que estos árboles perciben cómo se va ampliando el lapso de luz solar en cada jornada, y sin que les importe demasiado la temperatura reinante se lanzan confiados en que llegará la nueva estación. Los hay de distintas variedades, algunos tienen flores blancas y otros son de color rosa pálido. Y aunque lucen pequeñas y delicadas, soportan muy bien el frío y el viento marplatenses, y se combinan elegantemente con una menor cantidad de hojas, también pequeñas, de color morado. El cerezo de flores rosa es el que más suele verse en las veredas de nuestra ciudad. Cuando la recorro debo confesar que me genera mucha extrañeza ver las entusiastas y confiadas flores, y al mismo tiempo seguir tan abrigado como en junio y en julio.
Quien me hizo interesar por los cerezos en flor fue Fernanda Raverta, candidata a intendente de Unión por la Patria, quien los mencionó en su discurso de cierre de campaña de las pasadas PASO. Allí destacó sus características y convocó a los marplatenses a soñar, a tener esperanzas en que pueda florecer una mejor ciudad.
Al escucharla ese día de agosto, compartiendo el escenario como parte de sus equipos técnicos, me acordé de cuando la conocí en una reunión militante. Sería en 1995. Se la distinguía entre muchos y no porque ella intentara sobresalir. Con su afable sonrisa y sus ojos enormes, parecía absorber todo cuanto pasaba a su alrededor. Y cuando habló, lo hizo con gran convencimiento y pasión reposada, al mismo tiempo que irradiaba una luminosidad especial. Enseguida supe que su madre había sido desaparecida durante la dictadura y poco tiempo después me enteré que estaba constituyendo la organización HIJOS, junto a otros jóvenes.
Seguí viéndola con frecuencia a lo largo de esos años de militancia en la universidad, siempre compartiendo actividades. No hemos sido amigos cotidianos, pero siempre nos hemos tratado como si nos conociéramos de vidas anteriores. Conozco sus deseos más sentidos desde hace casi treinta años. En ese vínculo militante y afectuoso, hace un tiempo me sorprendió con su atento recuerdo del intercambio de opiniones que tuve con otro militante en esa misma reunión donde nos conocimos, acerca de los sentidos del 17 de octubre que según mi opinión va mucho más allá de ser una fecha peronista.
Hace poco más de veinte años, Fernanda se recibió de trabajadora social en la Universidad Nacional de Mar del Plata, logrando combinar su profesión con el compromiso militante que le legó su madre. Y trabajó en muchos barrios de la ciudad acompañando a jóvenes en conflicto con la ley penal, yendo decididamente en búsqueda de su anhelo de justicia social. Me acuerdo muy bien cuando alrededor del 2001 coordinamos juntos unos talleres para la elaboración de un diagnóstico participativo con los vecinos del barrio Belgrano de nuestra ciudad.
Desde entonces nunca ha parado de preocuparse por los otros. Y como en el conocido relato de Eduardo Galeano, se volvió un fueguito indispensable: “(…) Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”. Y cada vez más, fue contagiando sus ganas a muchos otros jóvenes, y no tanto. Nunca paró de crecer en su compromiso. Anudando método y ternura, como le gusta decir a ella. El método que se traduce en sistematicidad, constancia, organización y producción de inteligencia compartida. Ternura que se vuelve amorosidad, escucha empática y espera por los tiempos del otro, como lo hace el cerezo.
Repasando la historia de Fernanda, me pregunto cuánto tiempo se necesita para mamar ese tremendo convencimiento en el poder del amor, ya que no tenía ni tres años cuando los militares le arrebataron a su madre. Y me respondo que quizás no se trate tanto de la duración sino de la intensidad, de la potencia del deseo; y que aunque haya habido una temprana ausencia, hubo también otros lazos que la sostuvieron y que lograron transmitir el amor materno y sumarle otros amores. Creo que eso le permitió a Fernanda proyectarse más allá de sí misma, presentándose nuevamente como candidata a intendenta, luego de que en el 2019 perdiera la elección por muy pocos votos.
Algunos creen que hay varias Fernandas, porque es increíble cómo se prodiga para estar en decenas de actividades y al mismo tiempo gestionar el ANSES. Y en cada una de ellas siempre está escuchando, muy atenta a su alrededor y aprendiendo más cada día, como en aquel día que la conocí. Estudia todos los temas concienzudamente para la, como diría S. Freud, “imposible tarea de gobernar”, mucho más en nuestros tiempos. Todo eso la ha convertido en alguien que está verdaderamente preparada para conducir la “ciudad vidriera” de Argentina. Pienso en lo bueno que sería que todos los marplatenses la conocieran verdaderamente, más allá de los obligados carteles y de los actos que caracterizan a las campañas políticas en una ciudad tan grande. Porque quien la conoce, se enciende y se convierte en otro fueguito.
Vuelvo a los cerezos en flor de las veredas marplatenses. No están en todas las cuadras, ni siquiera son tantos, conviven con decenas de otras especies, recorriendo las calles cualquiera puede reconocer plátanos, tilos, sauces llorones y muchos otros de los cuales no conozco sus nombres. Casi todos ya están reverdecidos tratando de emparejarse a los impacientes y confiados cerezos en flor. Como Fernanda.
No deja de ser muy tentador desear que todos nos volviéramos cerezos, pero luego reflexiono que no es bueno propiciar la uniformidad y que cada uno tiene sus propios tiempos. Podría ser un mundo muy bello que todos fuéramos iguales, pero no dejaría de ser algo insulso, presumo que unos cuantos nos aburriríamos prontamente.
Creo que hay que saber esperar, como también aprendió a hacerlo Fernanda. Porque, la primavera indefectiblemente llegó una vez que los cerezos contagiaron a los demás árboles. Ahora ya estamos en octubre, en vísperas de las elecciones y es una inmejorable oportunidad para que todos los habitantes de Mar del Plata y Batán despertemos de una buena vez y florezcamos para siempre.