Resulta una completa incógnita el futuro, pero más incógnito se figura el presente donde las certezas se diluyen y el marco electoral se torna una pulseada entre sectores que no logran asumir del todo los derechos adquiridos ni ver en profundidad que hay otras realidades donde la pérdida de dichos derechos supone completa y absolutamente arrojarse al vacío, al abismo y, en última instancia, a la desidia.

¿Quién puede manifestarse políticamente? ¿De qué forma nosmanifestamos? ¿Qué cosas están en juego? ¿Quiénes tienen seguridades a pesar de las incertidumbres? ¿Duda alguien de perder sus constitución identitaria como sucede a sectores de diversidades LGBTIQ+? ¿Qué implica una crisis con derechos que una crisis sin derechos?

Pensar la disputa electoral en el plano de la discusión cotidiana resulta clave frente a un contexto de hostilidad hacia sectores populares y de diversidad. Discutir sobre los comicios ya no puede ser un acto taxativo e individual que no termine siendo enlazado con otredades, con colectividades. Por el contrario, es en esta época donde debemos poner en palabras el análisis profundo sobre el devenir colectivo y social. Es por esto que en estos últimos días quienes sabemos habitar las calles, ciudades y pueblos del interior del país, hemos notado una creciente toma de la palabra visible sobre quién va a “salvarnos de este calvario”.

Si el presente y el futuro resultan una incógnita, a veces la formulación de nuevas incógnitas nos habilita a pensar, actuar y crear de otra forma. Cuando pensamos en la discusión cotidiana como aquella discusión que no logra nada, tenemos que considerar que son estas formas de accionar político lo que logran en mayor o menor medida desmontar los fantasmas que venden a nivel electoral los sectores de derecha. Pero creo que para poder discutir políticamente desde lo cotidiano, debemos primero generar un marco de honestidad sobre quiénes pueden discutir con qué seguridades y quiénes discuten con el temor a encontrarse (nuevamente) entre la espada y la pared.

Hablar de honestidad en lo político o en las discusiones es tan simple como pensar de forma sincera de dónde viene aquello que somos, aquello que poseemos, aquellas seguridades, aquellos temores. No se trata de poner en la balanza quién es mejor en qué cosa, quién tiene más o menos: sino por el contrario poder hacer un acto de genealogía de los derechos que afectan al bienestar total de nuestras identidades. Por poner un ejemplo: discutir especulando en clave futura sobre las elecciones siendo una persona que no paga alquiler, que tiene un trabajo formal con buen sueldo, que posee propiedades, títulos, licenciaturas y podríamos sumar, que no precisa de ningún marco legal para defender su identidad. Esta honestidad no busca encontrar enemigxs, por el contrario. Busca hacer un llamamiento a la escucha de estos sectores porque lxs necesitamos, necesitamos que nos escuchen porque somos nosotras y nosotrxs quienes no podemos especular porque carecemos de todo eso. Porque se nos niega todo aquello que otros sectores asumen poseer por “derecho natural”, la honestidad pone de manifiesto lo preciso de la defensa de los derechos y el accionar colectivo.

Puede figurarse como proselitista lo que trato de forma reiterada poner de manifiesto: la discusión política cotidiana. Pero no se trata de convencer ni enseñar verdades sino de poder abrirse en cierta medida a lo afectivo con otrxs, al dejarnos afectar por lo que le sucede a otrxs en realidades disímiles a las propias. Abrirse afectivamente termina produciendo sentidos en la colectividad, escucha honesta. Es por eso que planteo a la honestidad como clave, porque implica sincerar lo que se tiene y lo que se es para encontrar que hay diversidad fuera de la individualidad. Muchas veces conviene abrir más la escucha cotidiana y sensible, de realidades otras.

Ante este contexto resulta imperioso retomar lo planteado por Suely Rolnik (una autora y pensadora de Brasil) ante el avance de las derechas y su invención de nuevas tácticas que incidan en lo micropolítico, en lo subjetivo. Ella se fijó un reto de cambiar al menos un voto diario durante la campaña, hablando con todas las personas con las que se topó, principalmente con personas que no pertenecían a sus burbujas de clase o mundo intelectual militante. Buscó con el diálogo a escala personal poder convocar a la memoria que termina siendo bloqueada por las estrategias de derecha o “fascistas”. Las preguntas que ella formulaba eran sinceras, queriendo saber si habían conocido mejoras y transformaciones a escalas personal o familiar, en el barrio sobre lo vivido en el gobierno del PT. Decía algo como: “No confío en lo que dicen los medios, quiero saber de tu experiencia si esto es o no verdad. Porque desde mi experiencia como profesora universitaria vi que en la universidad llegó mucha gente que antes no llegaba, y esto cambió la universidad y nuestro modo de interpretar el mundo”. En casi todos los casos, la gente empezaba a activar esta memoria y al final de la conversación agradecía porque lo habían pensado o lo habían olvidado o no lo estaban considerando.

Creo que en ese camino de diálogo honesto, de plantear interrogantes que puedan ser trabajados de forma colectiva, está la clave para pensar que precisamos ahora y más que nunca manifestarnos políticamente. Si ejercitamos la misma memoria de la que habla Rolnik, podemos generar lazos históricos que permitan identificar quién habita detrás de la supuesta libertad que nos venden a diario, o bien quién habita detrás de la especulación electoral que planifica pérdidas de derecho por trayectoria y supuesta salvación a futuro.

Considero que si ponemos la honestidad política como bandera, es de privilegiadx no manifestarse políticamente en el contexto actual y es por eso que invito a que todxs sentemos posiciones y podamos construir un mundo diverso y plural. Por más desacuerdos que tengamos, nos invito a encontrar cruces y abismos para democratizar la política y lo público. Pensando que, si activamos la memoria, podemos actuar en los comicios de forma conjunta y sorteando las contradicciones, entendiendo que a la política la hacemos nosotrxs diariamente desde las bases, y que es desde allí desde donde debemos continuar actuando frente a la incertidumbre futura con la certeza total de que el afecto con otrxs, lo colectivo y la empatía con sectores ajenos a los nuestros son los motores reales del cambio.

*Escritora, docente, artista y editora independiente. Gestiona el Espacio Artístico y Editorial Labicha Trava.