A los 86 años, Marcia Haydée, una leyenda de la danza del siglo XX, sigue en plena actividad. Fue la musa de coreógrafos como John Cranko, Maurice Béjart, John Neumeier y Kenneth MacMillan, que crearon obras para ella. Por esos días, la artista nacida en Niteroi (Brasil) y de madre argentina, se encuentra en Buenos Aires, invitada por el Teatro Colón como maestra a cargo de la supervisión general de La fierecilla domada, el ballet inspirado en la comedia de Shakespeare que Cranko, el genial coreógrafo neoclásico sudafricano y mentor del Ballet de Stuttgart (Alemania), estrenó en 1969. Ella encarnó entonces a “la fierecilla”: Catarina, mujer fuerte, orgullosa, iracunda y sin miedos, que finalmente se enamora de Petruchio, un seductor pretencioso y astuto que apuesta a seducir a la díscola mujer, en un doble juego de seducciones cruzadas. Como maestra ensayista, Haydée preparó durante cinco semanas al Ballet del Colón para el estreno del domingo pasado. En la mañana posterior al debut, la artista conversó con Página/12.

“Por las mañanas, siempre tengo la voz así, un poco ronca”, comenta la mujer que practica diariamente yoga y otras técnicas orientales junto a su marido, Günther Schoberl, maestro en estas disciplinas. “Es una emoción muy grande para mí. Primero estar en el Colón, que es el teatro más lindo del mundo, donde bailé muchas veces, donde audicioné a los 17 años para entrar a la compañía del Marqués de Cuevas, radicada en París. Estoy muy contenta con el trabajo que hicimos con el Ballet del Colón, que hizo tan bien esta obra, que no es nada fácil, y los bailarines hasta se divirtieron en el proceso. Es que la coreografía de Cranko tiene un vocabulario diferente, no es el lenguaje tradicional de la danza clásica. Por ejemplo, la manera de caminar de Catarina, su manera de bailar en esta comedia, no es sencillo. No cualquier compañía puede hacerla, pero el elenco entendió inmediatamente lo que le pedía”, comenta. Es más, reconoce que para ella no fue nada sencillo interpretar ese rol: “Me llevó tiempo encontrar cómo ser cómica en el escenario. Estaba acostumbrada a roles dramáticos, Julieta (Romeo y Julieta), Tatiana (Onieguin)... Sentía que la furia de Catarina no tenía que ver conmigo. Hasta que un día me enojé tanto conmigo misma, me fui de un ensayo enloquecida y John (Cranko) me dijo: ‘Es eso mismo, ese enojo tuyo, verdadero, desde ahí ya tienes tu Catarina’”, recuerda.

Richard Cragun, Marcia Haydée y John Cranko durante un ensayo de La fierecilla domada en1969. 

Bailarina, directora y coreógrafa (hizo sus propias versiones de La bella durmiente, Coppélia, El pájaro de fuego y Giselle), Haydée no coincide con la mirada crítica que existe sobre La fierecilla, según la cual la protagonista es “domesticada” por su esposo. “A pesar de las apariencias, ella quería enamorarse de Petruchio, un hombre que no andaba buscando una mujer dócil, que quería alguien diferente. El temple de Catarina lo atrae. Sobre el final, verdaderamente no queda claro quién doma a quién, por decirlo de algún modo. Un poco como en la vida misma… El amor, vivir juntos, implica acomodamientos mutuos”, opina esta mujer casada nuevamente desde hace 27 años.

Convencida de la importancia de tener un pie en la técnica y otro en la expresividad, Haydée advierte que la técnica es esencial porque “da la libertad de poder hacer diferentes personajes, interpretarlos desde la emoción, con sentimiento. Sin técnica no llegás a ningún lado”. “Mi trabajo como maestra ensayista y supervisora tiene que ver con transmitir todo lo que Cranko me dio y me enseñó. No tanto los pasos de baile, que corresponde al trabajo de Pablo Aharonian, el coreógrafo repositor, sino la intención que Cranko quería expresar en esos movimientos”, distingue.

En 1961 y con 23 años, Haydée se unió al Ballet de Stuttgart como bailarina principal, se convirtió en la musa artística de Cranko que creó para ella Romeo y Julieta, Onegin, La fierecilla domada y Carmen. Fue reconocida como una de las grandes bailarinas de la segunda mitad del siglo XX y una de las principales exponentes de la danza moderna de postguerra. “Prácticamente viví con Cranko 13 años, él me formó, me dio una carrera, una vida. Había algo muy instintivo que nos unía. Él era como un pintor frente a una hoja en blanco, ponía sus colores sobre mí. Era muy fuerte bailar coreografías creadas para mi cuerpo, interpretarlas como una actriz”, subraya. La súbita muerte de Cranko, ocurrida en un accidente de avión cuando tenía 45 años y estaba en plena carrera, la paralizó y quiso dejar de bailar.

Pero el Ballet de Stuttgart insistía: nadie mejor que ella para tomar su legado y continuar al frente de la compañía. “Un día, hablando con John Numeier, que también fue su alumno, recuerdo que yo estaba desolada, cansada, y él me mira y dice: ‘¡Vamos a hacer La dama de las camelias! Te quiero así en el final del ballet, sin nada, deshecha’. Y continúe bailando y dirigiendo el Ballet de Stuttgart”, recuerda. Lo hizo durante dos décadas, desde 1976 hasta 1996. Actualmente, vive en una casa en las afueras de esa ciudad alemana, donde regresó tras dirigir el Ballet de Santiago de Chile durante 17 años, desde 2003 a 2021. Esa es su base y desde allí se traslada a las ciudades donde la invitan a montar y supervisar coreografías. “No podría vivir sin moverme. El movimiento es esencial en mi vida, por eso sigo teniendo mi rutina de yoga diaria”, asegura. Es más, recuerda que su mamá le decía que desde niña, apenas sonaba música, ella se ponía a bailar. A los 3 años, en Rio de Janeiro, fue con su madre a ver una función de una compañía rusa. La pequeña Marcia quedó cautivada con la bailarina que interpretó el tercer acto de La bella durmiente. Un año después, comenzó a tomar clases. Ese temprano acercamiento al ballet fue el germen de una pasión que perdura: “Lo mejor está siempre por venir”, concluye.

Funciones

Una rareza a descubrir

Tras el estreno del domingo, el Ballet Estable del Teatro Colón que dirige Mario Galizzi, presenta La fierecilla domada el martes 17, miércoles 18, jueves 19, viernes 20 y sábado 21 de octubre a las 20 horas. En el rol de Petruchio se alternan el cubano Osiel Gouneo, actual bailarín de la Ópera Estatal de Múnich, y los argentinos Juan Pablo Ledo y Emanuel Abruzzo; mientras que las primeras bailarinas Camila Bocca y Natalia Pelayo dan vida a Catarina. La música interpretada por la Orquesta Estable del Colón, conducida por Javier Logioia Orbe, tiene orquestación y arreglos de Kurt-Heinz Stolze sobre temas de Domenico Scarlatti. Esta obra se presentó pocas veces en Buenos Aires. Julio Bocca y Alessandra Ferri la protagonizaron en el Colón en 1993. Es una suerte de rareza que vale la pena descubrir y acercarse a un estilo de danza donde el movimiento y la actuación bastan para comprender la trama, como un teatro coreográfico. Para John Cranko, lo esencial era narrar una historia que se entienda en cualquier escenario del mundo, más allá de las edades y sin necesidad de leer el argumento. Para eso, la técnica sola no alcanza: la interpretación es esencial.