Piano y percusión, en diálogo para una relación de igual a igual. La improvisación entendida como factor de unión y al mismo tiempo diversificador. Sobre esas coordenadas el pianista Hernán Ríos y el percusionista Facundo Guevara plantean su música y fundan territorios en los que las dinámicas de prueba y error legitiman hallazgos y pertenencias. Una música hecha de tiempo, dicen. Tiempo que se puede medir en tres discos, diez años de búsquedas y trabajo conjunto. Una década que el pianista y el percusionista festejarán hoy y mañana a las 21, en Pista Urbana (Chacabuco 874). “La idea es celebrar y mostrar algo de lo nuevo”, dice Ríos. “Músicas que venimos trabajando desde hace tiempo, sobre las que venimos experimentando, a las que les llegó el momento”, agrega Guevara. Músicas unidas por la misma raíz, que se expande desde una idea de folklore que supo promover fructíferas convivencias entre Jobim, Leguizamón, Chico Buarque, Yupanqui, Monk, Valladares, Mingus y obras de Ríos, y otras que en noviembre, al regreso de una gira por México, constituirán el cuarto disco de un dúo original en la formación y en los procesos creativos.
La unión de Ríos y Guevara se sostiene con el espíritu de un laboratorio, y sobre el trabajo de maduración de cada música insisten en destacar la función del tiempo. “Sentimos que a una música le llegó el momento cuando nuestra forma de tocarla refleja naturalidad, cuando después del trabajo de búsqueda y elaboración la improvisación nos permite movernos con autonomía”, dice Guevara. “No es sólo una cuestión de la forma, la armonía, los timbres, que están en la base de nuestro trabajo, sino de sentir que esa música nos dice algo nuevo, distinto. Devolverle a la música de raíz popular el gesto de la improvisación”, agrega Ríos, autor de Más acá de la improvisación, un extenso tratado teórico–práctico sobre el tema.
En enero de 2007 Ríos venía de la experiencia con El Terceto, junto al inolvidable Norberto Minichillo, y Guevara ya ostentaba la versatilidad estilística de quien “tocó con todos”. “Una de las cosas que propuse fue que la percusión no fuese un acompañamiento al trabajo del piano, sino que se estableciera un diálogo equilibrado entre los dos”, recuerda el pianista. “Hernán me pidió que cantara con la percusión, que lo saque de la zona de confort de tocar acompañado. En definitiva, que lo molestara”, agrega Guevara entre risas. “Así fue –continua Ríos– y ese trabajo nos exigió adentrarnos en el manejo de la libertad, del espacio disponible, plantear otras reglas en torno a la estructura. En lo personal siento que llegué más allá con el instrumento. Hemos logrado un gran equilibrio y dos fue el número perfecto para eso”. “Aprender a manejar la libertad fue un trabajo lento y continuo que nos llevó tiempo”, concluye Guevara. “Para mí fue fundamental entender que Hernán no es un pianista convencional sino un improvisador”.