Siguiendo con la tendencia de explotar las franquicias incluso después de dar pruebas fehacientes de su agotamiento, llega a las salas argentinas Annabelle 2: La creación. Se trata del segundo episodio de la saga de la muñeca maldita, que es en realidad una derivación de otra saga, El conjuro, que también lleva dos películas, ambas dirigidas por James Wan, y que seguramente acabará convirtiéndose en un clásico del cine de terror de los 2010, aunque no tenga demasiados argumentos válidos para llegar a tanto. En este caso se trata de rastrear los orígenes de ese objeto diabólico con forma de muñeca vintage que apenas era presentado en la primera El conjuro (2013) y que ya tuvo un primer acercamiento en 2014. Lo curioso y quizá lo más interesante de la saga Annabelle es que las dos películas van recorriendo la historia de la muñeca en sentido inverso. Si El conjuro la mostraba en el marco de una historia ambientada en los años 70 y los hechos narrados en Annabelle (2014) tenían lugar sobre los últimos años de la década anterior, los sucesos de esta segunda entrega se desarrollan en algún punto entre la década de 1940 y mediados de la siguiente.
Enmarcada en el paisaje vasto y solitario del oeste rural, Annabelle 2 comienza con la historia de un juguetero artesanal y su mujer, quienes pierden trágicamente a su pequeña hija en un accidente de tránsito. La escena en que una vieja camioneta de campo atropella a la niña en un camino polvoriento está no sólo dentro de lo mejor de la película, sino también en el trailer, revelando así uno de los momentos de mayor impacto emotivo del relato. Doce años después, aquel matrimonio recibe en su casona a un grupo de huérfanas y a la monja que las cuida. Claro que el cuarto que perteneció a la niña es una zona tabú dentro de la casa, lo mismo que la habitación donde la madre vive recluida. Por supuesto, enseguida empezarán a pasar cosas raras de las que sólo las pequeñas huéspedes serán testigo.
Como ocurre con la mayoría de las películas de terror, incluyendo en el conjunto tanto a las buenas como a las malas, la segunda parte de la muñeca maldita vuelve a parecerse a un manifiesto de propaganda cristiana, donde el mal siempre responde a un infierno, sus amanuenses son demonios que respetan hasta el protocolo de tener cuernos y la salvación procede solo de las palabras impresas en su libro santo. Por supuesto que hay films como La bruja (The VVitch, Robert Eggers, 2015) que se permiten releer esa tradición de modo más rico, yendo más allá de las convenciones, buceando en motivaciones psicológicas y hasta históricas para enriquecer dicho universo. El problema es que no hay nada de eso en Annabelle 2, sino todo lo contrario: un estilizado refrito de lo que ya mostraron incluso sus antecesoras de saga, construido a partir de una estructura de scketches terroríficos que el relato va encadenando. Algo que también hereda del segundo episodio de El conjuro.