“Se voltean los árboles para que coman las vaquitas”. Antolín Santo, un campesino del paraje Media Luna, a unos 15 kilómetros de Santa Victoria Est, en el departamento Rivadavia, muestra en un video lo que debe hacer ante la falta de alimento para que sus animales pasten. 

Cerca se divisa un caudal demasiado bajo, con tierra erosionada, y en algunos pocos charcos con peces muertos.

Es la imagen que se brinda desde uno de los sectores salteños que recorre el río Pilcomayo, cuya cuenca nace en Bolivia para desembocar en Paraguay. En el diario El País, de Bolivia, el sábado último se publicó una nota con el titulo: “Extrema sequía deja sin agua al río San Juan del Oro”.

Este río “es el principal afluente del río Pilcomayo, y viene desde el sur de Potosí y Tarija. Está seco. Con 0 metros”, dijo a Salta/12 Luis María de la Cruz, integrante del Sistema de Alerta Temprana del Río Pilcomayo. 

Del otro lado del límite, en Paraguay, hay zonas en los que el río, que alguna vez asustó por el abundante caudal, está en peligro de secarse.

Las fotos de pobladores de Pedro Pablo Peña, localidad ubicada en el departamento paraguayo de Boquerón, en el límite fronterizo con Argentina, son elocuentes. 

Mientras, el fin de semana chicas y chicos provechaban las aguas najas del Pilcomayo para apaciguar las altas temperaturas, ayer anoticiaban al Sistema de Alerta Temprana que amaneció “sin agua en el canal principal de nuestro río Pilcomayo, lamentablemente”.

Un cambio difícil de negar

Pese al negacionismo de algún sector político, la realidad de prolongada sequía viene siendo sobrellevada por habitantes de esta cuenca que por años lograron vivir o sobrevivir con la pesca de sábalo, que este año fue mínima y solo logró ser utilizada para el autoconsumo o venta en sectores muy puntuales. Las comunidades originarias de la zona también ven peligrar su subsistencia ante la falta de peces, una de las actividades de la que viven.

“Una de las causas de la sequía es el extremo calentamiento que estamos teniendo. Quizás el que pasó sea uno de los inviernos más cálidos de la región con alto índice de evaporación de las pocas precipitaciones que hay”, dijo De la Cruz. Sumó como otro de los factores la pérdida de vertientes que alimentan al sistema de los ríos Pilcomayo y Bermejo debido a la extensión de la ganadería en pequeña escala sobre las zonas altas.

“Debido al avance de los grandes desmontes, los pequeños productores se desplazan cerro arriba y se va generando una degradación en el ambiente y la vegetación y los suelos porque obviamente, deben hacer sus pequeños cultivos y tener las zonas de pastoreo más arriba”. Esto daña el sistema de vertientes a nivel de las yungas y se deja de verter el recurso que se integraba al sistema del Pilcomayo durante el invierno.

La dificultad no es solo en el Pilcomayo, sino también en el Bermejo, ambos ríos cuyas cuencas nacen en Bolivia. “La situación es altamente crítica”, sostuvo De la Cruz al indicar que posiblemente en los próximos días la lluvia permita recuperar algo. Pero recordó que desde 2019 se arrastra un período de sequía que generó, a su vez, una importante pérdida de peces.

En caso de continuar, la situación será mucho peor el año que viene. “Este año el cauce principal se secó 15 días antes. Y de seguir así, el decaimiento va a llegar a Misión La Paz (en Santa Victoria Este, justo en la frontera con el municipio paraguayo de Pozo Hondo). Pedro P. Peña, la localidad de Paraguay aguas debajo de Misión La Paz, ya tenía un cauce de 10 metros con la profundidad que no llega a un metro”, afirmó.

Anoche, mientras se cerraba esta nota, a De la Cruz le llegaba otra foto que muestra la escasez de agua debajo del puente internacional de Misión La Paz, en donde el río suele ser habitualmente caudaloso. 

Frente a estos factores propios del presente cambio climático, De la Cruz analizó que el Pilcomayo “es un río que nos está queriendo dejar, prácticamente”.

Un tema de Estado, no de mercado

El director del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), en Salta, Guillermo Baudino, sostuvo que en la zona existe un compromiso de la Secretaría de Obras Públicas de la Nación de perforar 33 pozos profundos, 22 de ellos para comunidades originarias de Santa Victoria Este ya asentadas y 11 para familias criollas que se vayan a relocalizar. Todo ello en el marco de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el llamado caso Lakha Honhat. El tribunal internacional estableció que una parte del territorio comunitario debe quedar en manos de las comunidades indígenas que lo habitan, y una parte debe ser destinado a las familias criollas que viven en los ex lotes fiscales 14 y 55.

“Se terminó la primera etapa de un diagnóstico y pudimos establecer que en los lugares donde se quiere hacer la perforación es factible obtener agua dulce”, dijo Baudino. Indicó que en la segunda etapa se espera elaborar los pliegos y llamar a licitación.

En cuanto a la situación del río, el funcionario afirmó que esperar la solución solamente tomando las aguas superficiales será difícil. Además, en ese lugar se intenta llevar adelante el proyecto de huertas comunitarias, que necesita de agua para prosperar. “No es que la gente no lo haga por una cuestión cultural, sino porque no hay agua. Sin riego no hay agricultura”, recordó Baudino. 

Puso como ejemplo las obras en el norte salteño, sobre la ruta nacional 34, en donde “las perforaciones” de pozos de agua “están saliendo muy bien”. Y consideró que estos sistemas pueden implicar una solución permanente si el recurso es bien gestionado, pero entendió que, ante la complejidad que existe en la zona, “este es un tema que el mercado no resuelve, lo resuelve solamente el Estado”.