Cuando John le Carré publicó, en 1963, su tercera y explosiva novela, El espía que surgió del frío, a los ojos del mundo James Bond ya se había transformado en el arquetipo del espía internacional. Pero las páginas del libro escrito por ese autor misterioso y escurridizo describían un mundo de infiltrados, secretos y traiciones extremadamente diferente a los martinis, encuentros hipersexuales y villanos estrafalarios que rodeaban a la criatura creada por Ian Fleming. En la historia protagonizada por el espía británico Alec Leamas –llevada dos años más tarde al cine con dirección de Martin Ritt y Richard Burton en el papel central– el bien y el mal no resultan tan sencillos de diferenciar y las tonalidades del gris son las que priman en cada uno de los acontecimientos que atraviesan a los personajes, ahí cerca de la frontera entre las dos Alemanias. Hace varias décadas que la verdadera identidad de le Carré es conocida y los detalles de la vida de David John Moore Cornwell, su verdadero nombre, están disponibles para quien quiera conocerlos. Pero si alguna duda quedaba sobre su pasado como espía antes de dedicarse de lleno a la literatura, todos los detalles relatados en primerísima persona quedaron rubricados en su autobiografía, publicada en 2016 con el título The Pigeon Tunnel: Stories From My Life.
The Pigeon Tunnel es también el título original del nuevo largometraje del documentalista estadounidense Errol Morris, aunque la plataforma Apple TV+, donde ya está disponible, eligió el nombre en castellano del libro para identificar el film: John le Carré: Volar en círculos. Lo de las palomas y su vuelo hacia la más inevitable de las muertes es explicado en detalle durante los primeros minutos de metraje, un recuerdo de infancia de Cornwell reconvertido en metáfora de los años de la Guerra Fría y, por consiguiente, material de base presente literal o indirectamente en algunas de sus creaciones de ficción más famosas, entre las cuales se encuentran las novelas El topo y El espejo de los espías. El director de documentales esenciales de las últimas cinco décadas como The Thin Blue Line, Gates of Heaven, The Fog of War y Mr. Death logró entrevistar en cámara a Cornwell durante una serie de encuentros íntimos y reveladores, realizados meses antes de la muerte del escritor, en diciembre de 2020. El resultado es un documento vibrante que describe a un ser humano, a un creador y a toda una era, una charla al desnudo acompañada de material de archivo público y privado y las ya clásicas “reconstrucciones” ficcionales, aunque producidas de una manera inteligente y estimulante.
“La idea de la película existe desde antes de que se produjera la entrevista. Nunca hubiera intentado entrevistarlo si no hubiese pensado que había una película interesante para hacer”. La réplica, algo seca y cortante, del otro lado de la videollamada no se condice con las extensas respuestas que vendrán a continuación, pero Errol Morris responde de esa manera ante la primera pregunta de un puñado de periodistas en un encuentro del cual pudo participar Radar. El interés por el personaje es de larga data, y el cineasta siente que “David Cornwell es un alma gemela, por varias razones. En parte por las preguntas filosóficas que siempre me han obsesionado y que también parecen haberlo obsesionado a él. Yo trabajé como detective privado y David como espía, y aunque no son la misma cosa creo que hay zonas donde se superponen”. En cuanto al film en sí mismo, a Morris le llama la atención que, desde sus primeras proyecciones en festivales como el de Toronto, Londres y Nueva York, se lo describa como una suerte de biografía. “Para mí, era una manera de explorar algunas de las historias y parábolas presentes en su libro autobiográfico, en particular tres de ellas: la del túnel de las palomas en sí misma, la de Rudolf Hess y la de la habitación más profunda (inmost room)”. El realizador no piensa que el tema esencial de la película sea la traición, sino “la filosofía de Cornwell respecto de los hechos que conforman la Historia. ¿Fue el viaje a Escocia de Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler, una traición? No lo creo. Hay otras cuestiones más importantes. En líneas generales, me apasiona la gente que escribe sobre hechos históricos o que fue parte de ellos. Y si algo ha hecho John le Carré es escribir sobre la Historia. Casi todas sus novelas se relacionan con experiencias personales en cierto contexto histórico, como El espía que surgió del frío, que fue escrita mientras el Muro de Berlín era erigido. En ese sentido, la película tiene que ver con hechos biográficos, pero también con la Historia con mayúscula. Y tal vez el estudio de la Historia sea asimismo el estudio de la gente negando la Historia, desgraciadamente. Como reza esa famosa frase de Santayana: quién olvida la Historia está condenado a repetirla. Tengo una versión personal de esa cita: aquellos que no conocen la Historia están condenados a repetirla sin sentido irónico de su futilidad”.
Morris y Cornwell conversan mano a mano. Los espejos que rodean al entrevistado replican visualmente la idea del espía como doble, como entidad falsa, como reflejo y espejismo. También señalan hacia la invención de Morris para resolver un problema añejo: la imposibilidad de que entrevistador y entrevistado se miren a los ojos durante la charla y que, al mismo tiempo, el sujeto mire directamente hacia el lente de la cámara. El realizador solucionó el intríngulis hace años con su Interrotron, un simple juego de espejos que le ha permitido crear un estilo inmediatamente reconocible en sus películas. Con marcado y preciso acento británico, le Carré habla de su infancia, de la dura relación con su padre, Ronnie Cornwell, un con man de pura cepa que solía atravesar períodos de buen pasar y otros en la miseria, gracias a sus estafas de toda clase y tenor (ese vínculo fue descripto en la novela autobiográfica Un espía perfecto, publicada en 1986). También del abandono de su madre, de los años de estudio, de su ingreso al servicio de inteligencia británico, donde finalmente sirvió tanto en el terreno interior (MI5) como el exterior (MI6). Las anécdotas personales, la poderosa atracción-repulsión en esa relación padre-hijo, los años en el extranjero como informante al servicio de su Majestad se verían sublimados y transformados en pilares para sus futuras novelas, como lo confirma ese sueño recurrente en el cual una bandada de palomas es conducida por un largo tubo antes de salir al exterior, donde las espera un grupo de hábiles cazadores.
Morris alterna el relato en primera persona con escenas documentales de una mujer intentando cruzar el Muro de Berlín, una situación similar en el film El espía que surgió del frío y una reconstrucción (reenactment es el término usual en idioma inglés) de la parábola de las palomas. En manos de Morris, ese obvio y cascado recurso del documental televisivo, la recreación con actores de instancias narrativas de la vida real, adquiere tonalidades oníricas, fantasmales, como si fueran manifestaciones audiovisuales de los pensamientos de Cornwell. “No puedo hablar por otros directores, pero me resulta muy difícil leer algo y no imaginar cómo eso puede transformarse en una película. En el libro autobiográfico de Cornwell la imagen de las palomas y el túnel que deben atravesar es recurrente, un concepto repetitivo, un elemento similar al Mito de Sísifo. Esa idea de las palomas que salen a morir y de aquellas otras que regresan a la jaula que las mantiene encerradas para la siguiente ronda, hasta la muerte. Es casi una metáfora de nosotros mismos, ¿no?”.
Le Carré admite en cierto momento que su manera de hablar, sus modos cuidados y elegantes, fueron algo practicado y adquirido. Lo dice casi al pasar, como un elemento necesario para sobrevivir en sociedad y, más tarde, como complemento para sus actividades en el métier de los espías. Cerca del final, cuando reconoce que ha logrado reconciliarse con ciertos aspectos de su pasado, el entrevistado parece a punto de quebrarse. Incluso puede adivinarse un ligero humedecimiento de las pupilas. De inmediato, la pregunta cruza la cabeza del espectador: ¿se trata de algo genuino o acaso es otro recurso aprendido durante los años de espionaje? Es algo que forma parte inseparable del personaje y también de la película, que describe un mundo que hoy parece lejano pero que, sin embargo, no es tan distinto al actual. Para Morris, “vivimos tiempos muy extraños. El momento más poderoso en la entrevista con David se da cuando hablamos de ese paso al ‘cuarto más profundo’ y eso siempre me pareció que estaba ligado a algo del orden de lo existencial. ¿Quiénes somos? Tal vez no seamos nada. Pero él me dice, no negando directamente lo que yo acababa de afirmar sino ampliando su significado, que todo tiene que ver con la Historia. Pero la Historia no es un grupo de gente manipulando hilos ni tiene que ver con conspiraciones. Creo que esto es algo importante en este tiempo que nos toca vivir. La Historia es caos. Caos puro, sin adulteraciones. La gente tiene demasiados propósitos cruzados como para conspirar unos contra los otros. Claro que las conspiraciones hacen que el análisis de la Historia parezca algo sencillo, y es por eso por lo que vivimos en una era donde las teorías conspirativas están en todos lados. Miren, vivo en los Estados Unidos, donde las teorías sobre las conspiraciones electorales, las vacunas y cualquier tema que se les ocurra aparecen día a día. Y es que las teorías conspirativas ofrecen consuelo. Pero lo cierto es que no hay un grupo de gente moviendo los hilos; no hay un cuarto interior y secreto que contiene las verdades más absolutas. Todo es caos. La Historia es una serie de eventos aleatorios, confusos y contradictorios, sin razón ni ritmo. Es interesante: a lo largo de los cuatro días de entrevistas con David pasamos de un ‘modo espionaje’, en el cual alguien manipula o engaña a otro, a algo más descorazonador, en donde nadie sabe bien qué está haciendo. Un show de mierda en el cual todo el mundo está completamente chiflado. Sin embargo, creo que David (¡y espero que no me esté escuchando desde algún lado!) tenía un mínimo de esperanza al respecto. Por mi lado, estoy más cerca de Franz Kafka cuando recordaba su conversación con un amigo cercano, Max Brod. Brod le pregunta a su amigo si, al menos, creía en la esperanza, y este le responde ‘Sí, por supuesto, creo en la esperanza. Pero no para nosotros. Para nosotros no hay esperanza’.