El entramado social está surcado y herido por la pobreza, el desempleo, la precariedad, la represión económica y la desigualdad planificada. Sin embargo, los esperpentos políticos de la derecha no se ocupan de estos padecimientos acuciantes y desdeñan su existencia.
Semejante visión política consiste en no hacerse cargo de las consecuencias que sus decisiones desencadenan. Además, esconden debajo de la alfombra todo aquello que contradice su egoísmo, ambiciones y autoritarismo ancestral. Hacen daño a multitudes, aunque no se autoperciben como responsables. En otras palabras, cultivan una forma de vida que los identifica como sociópatas consumados.
Frente a esta concepción elitista y neoliberal de la sociedad, se yergue una filosofía política alternativa que defiende los roles complementarios de un Estado presente y un Estado protector, envolviendo la gestión de gobierno con el convencimiento de que a la patria la hacemos todos o la destruyen unos pocos.
Estado Presente
La expresión Estado Presente alude a políticas públicas que diseña e implementa un Estado para contrapesar escenarios que perjudican a grupos sociales cuando sus legítimas demandas, desgracias, restricciones o discriminaciones no son atendidas.
Estas facultades del gobierno buscan corregir las calamidades que generan grupos empresariales oligopolistas, legislaciones obsoletas, epidemias y catástrofes climáticas, la aviesa continuidad de intereses adversos para el país e injusticias laborales, sin dejar de mencionar la depredación del medio ambiente y los recursos naturales a manos de multinacionales y gobiernos asociados con ellas.
Hay numerosas ilustraciones de esta estimulante presencia en las áreas de desarrollo social, educación, salud y obra pública. Por ejemplo, en lugares donde los bancos de capital privado no abrirían sucursales, allí se instalan sucursales del Banco Nación o entidades provinciales, cuyos objetivos son nacionales y federales, incompatibles con la rentabilidad o la desnuda codicia.
De la misma manera, a poblaciones empobrecidas o marginadas llegan la escuela y el hospital público, el correo, los ferrocarriles, Aerolíneas Argentinas, las agencias de Pami y la Anses. Fue el Estado Presente el que puso lo que hay que poner para vacunar y cuidar a la población en la pandemia; el que asiste con comida y planes sociales a millones de personas de las familias más necesitadas; el que se ocupa de la distribución y el funcionamiento de la tarjeta SUBE con descuento social para siete millones de jubilados.
No es sorprendente que estas funciones solidarias del Estado sean repudiadas por la oposición neoliberal, operación que es amplificada por medios cómplices. Ellos prometen la desaparición de esos mecanismos de cooperación comunitaria, porque el juego que proponen y saben jugar es generar mayor precariedad, abandono social y empobrecimiento. Recomendamos el tratamiento profundo de estos temas en el libro de Guy Standing, El Capitalismo Corrupto.
Estado Protector
Una cara de la justicia social reclama la presencia activa del Estado para combatir la inequidad e impedir la acción despiadada de grupos empresariales y financieros concentrados.
Pero esa cara reclama otra, su complementaria, que es el Estado Protector. Cabe enfatizar que desde esta perspectiva, dicho Estado cumple el rol de proteger los derechos del agregado social, incluyendo a insoslayables minorías.
En el contexto real de la Argentina, se pueden rescatar tres estructuras institucionales para potenciar las acciones del Estado Protector: la Constitución de 1994, los tratados internacionales que se han asociado a ella con jerarquía constitucional y la red de contención social que encarnan los movimientos sociales.
La Constitución
La Constitución tiene en su artículo 75, dos incisos (18 y 19) que han sido denominados “cláusulas de prosperidad, o de progreso”, las cuales se ocupan del desarrollo humano, la prosperidad del país, el bien común, la educación, el progreso económico y la cultura.
Un lugar especial en este sentido merece el artículo 14 bis, que debería estar reglamentado de una vez por todas, en particular la cogestión de los trabajadores en empresas y la incorporación de sus representantes en los directorios, así como la participación en las utilidades de las mismas.
El lobby de ciertas cámaras empresariales ha impedido sistemáticamente la reglamentación del 14 bis, acontecimiento que nos equipararía con países avanzados en esta materia, como Alemania y Suecia.
Tratados Internacionales
Existe un material informativo de gran significación que debería incluirse como lectura obligatoria en las escuelas primarias y los colegios secundarios. Se trata de la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada por las Naciones Unidas en 1948.
También el Pacto Internacional de Derechos Sociales y Culturales, Naciones Unidas (1966), junto al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del mismo año; la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer; y la Convención sobre los Derechos del Niño, por citar unos pocos entre los más relevantes.
Cuarenta años de docencia universitaria permiten concluir que la mente de los estudiantes se abre maravillosamente a la búsqueda de la verdad y el consenso cuando se la entrena para establecer comparaciones y descubrir tanto las diferencias como las semejanzas entre ideas y valores culturales alternativos.
Es el equipaje intelectual que necesitan los jóvenes para evaluar y rechazar los disparates de candidatos psicológicamente desvariados que proponen destruir la justicia social, la igualdad de oportunidades, los derechos, garantías y deberes de los ciudadanos.
Movimientos sociales
El Estado, por medio de los ministerios de Desarrollo Social en la Nación y las provincias, apoya y financia la lucha contra la precarización y el desempleo que movilizan los movimientos sociales. Ellos son actores de mayúscula importancia a través de la administración de planes de supervivencia, emprendimientos de la economía social de mercado y numerosas cooperativas, canales de protesta callejera, asistencia alimentaria indirecta o a través de merenderos. En este punto, no se puede dejar de mencionar la formidable tarea de los curas villeros en centenares de asentamientos a lo largo y ancho del país.
En resumen, el Estado Presente y el Estado Protector no son propuestas que se puedan esperar de la oposición. Pero ambas convicciones son banderas irrenunciables y pavimentan el camino que se debe recorrer si anhelamos futuro, democracia, cooperación y, especialmente, paz social.
* Doctor en Administración (UBA), escritor y analista político.