Angel Exequiel Barboza fue arrestado el 5 de octubre en la localidad de San José, Misiones. Detenido en una celda de la comisaría, tuvo un brote psiquiátrico; la familia consiguió que lo atendieran en un hospital de salud mental, a donde el joven llegó en un estado de delirio. Sin embargo, a las pocas horas lo volvieron a llevar al calabozo. Este martes, mientras sus padres hacían gestiones con un abogada para conseguir que fuera excarcelado, la policía les informó que había amanecido muerto.

“No sabemos por qué lo detuvieron a mi hermano”, dice a Página/12 Tamara, por teléfono, desde la pequeña localidad San José, ubicada en el sur de Misiones. El día en que se lo llevó la policía, Angel Exequiel, de 23 años, había salido de su casa con un amigo, a la tardecita. El amigo dijo que lo dejó en una plaza --en realidad un playón--, ubicado detrás de la escuela de la zona.

“Mi papá, cuando se despertó a la mañana, vio que él no había vuelto a casa. Llamamos al hospital, después a la comisaría y ahí nos dijeron que había quedado preso, por resistencia a la autoridad”, cuenta Tamara. Como se comprobó más tarde, el joven estaba a disposición de la Justicia, acusado de resistencia a la autoridad, lesiones y violación de domicilio.

Desde el comienzo los padres encontraron en la Comisaría de San José, el lugar de la detención, dificultades para poder visitarlo. “Mi papá consiguió que lo dejaran entrar recién el primer domingo, cuando ya llevaba varios días encerrado. Lo vio mal. La policía nos decía que él había hecho desacato a la autoridad y que era agresivo y que por eso mi papá, que le llevaba la comida, tenía que dejarla en la guardia. Mi hermano estaba en la celda con otros dos detenidos. Por la situación, no se alimentaba y una vez que mi mamá pudo entrar a verlo, y que también lo vio muy mal, él le dio a entender que la policía le había hecho algo y se tocaba la panza. Pero tenía miedo de hablar, porque en el calabozo todos escuchan. Quisimos llevarle un colchón y la policía nos dijo que ya tenía, pero después supimos que lo hacían dormir en el piso, tapado con la frazada que nosotros le llevamos”.

La familia de Angel Exequiel es humilde. Su mamá pertenece a una organización social, el Frente de Organizaciones en Lucha. Habían recurrido inicialmente a una abogada local; al no conseguir respuestas, el viernes pasado, en el inicio del feriado largo, consiguieron contactar a una nueva abogada, Mónica Sosa, de la cercana ciudad de Apóstoles.

“El viernes me comuniqué con la comisaría para preguntar sobre la detención”, contó Sosa a este diario. La policía le confirmó que el joven estaba detenido por resistencia a la autoridad. Señala que en ese momento la familia, que es evangelista, rezaba en la vereda de la dependencia policial, lo que da una idea de su desesperación. La abogada agrega que la imputación que le hicieron a Angel Exequiel era excarcelable y que el chico debió haber sido puesto en libertad desde un principio.

Esto fue el viernes. En la madrugada del sábado, la mamá volvió a llamar a la abogada para avisarle que la policía había ido a buscar al padre de Angel Exequiel. Sosa fue a la comisaría. “Vivo a 15 kilómetros de San José. Cuando llegué a la dependencia, serían las 7 y 20 de la mañana, se escuchaban los gritos” del muchacho. Era evidente que tenía una crisis grave.

La abogada le reclamó por la situación al juez de instrucción Fernando Verón, que quiso saber si la familia tenía recursos económicos para internar al hijo en un sanatorio privado y, como no era así, dispuso que lo trasladaran al Ramón Carrillo, de la ciudad de Posadas, un hospital de salud mental público. Sosa, que aún no había sido designada como su defensora, llegó a ver a través de la rendija del portón cómo lo sacaban de la celda. Su impresión fue que Angel Exequiel tenía un delirio místico, porque decía frases bíblicas. Su papá lo sostenía para que no se golpeara la cabeza contra las paredes. “Cuando lo subieron a una camioneta, acompañado por el papá y una mujer policía, estaba rígido”.

A tres de la tarde, Sosa llamó a la familia para saber cómo iba todo y así se enteró de que, después de estabilizarlo, Angel Exequiel no había quedado internado, sino que lo habían llevado nuevamente al calabozo.

“El chico nunca debió haber estado en una celda común”, advierte. En la evaluación médica, el personal que lo atendió dejó constancia de que llegó al hospital en un estado de “excitación psicomotriz, ideas delirantes místicas, abandono del cuidado personal e insomnio”. Los médicos dejaron consignado, además, que Angel Exequiel tenía "antecedentes de consumo de drogas” y que le habían dado una medicación para sedarlo.

El martes, terminado el feriado, a primera hora, el papá llevó a la abogada la partida de nacimiento de Angel Exequiel para que se presentara en el juzgado a solicitar la excarcelación. Cuando Sosa llamó a la comisaría para ponerlos al tanto de que pediría su libertad, les informaron que “había habido un problema”: el joven había fallecido.

Durante la jornada de hoy el cuerpo médico forense realizó la autopsia del cuerpo. Los medios locales publicaron que, según sus resultados, la muerte se produjo por “una muerte súbita (paro cardíaco por asistolia ventricular) y que el cuerpo no presentaba golpes ni signos de violencia”, aunque claramente los testimonios de la familia, así como lo que pudo observar la abogada, el joven pasó diez días en condiciones de detención inhumanas.

Sosa reveló que al hablar con el juez le planteó por qué no lo excarcelaban, ya que la imputación que había recibido lo permitía y el estado de salud mental de Angel Exequiel era crítico. La respuesta que recibió fue que el joven “era peligroso y podía matar a alguien”. “Un argumento insostenible”, remarca la abogada, “porque durante el tiempo de su arresto lo hicieron compartir la celda con otros detenidos”.