Unidad Ciudadana (UC) celebró el triunfo en las Primarias Abiertas (PASO) para senadorxs en Buenos Aires y relanzó su campaña. O, quizás mejor dicho, comenzó la que termina el 22 de octubre, en las elecciones generales. Tiene sobradas razones para renovar discursos, tácticas y acciones proselitistas.

La diferencia de 20.324 votos sobre 9.029.408 emitidos comprueba la alta polarización y la enorme paridad. Suele pasar en votaciones trascendentales acá y en el resto del mundo (Brexit, Colombia entre tantas). La valiosa peculiaridad argentina es el alto nivel de participación que torna aún más notables los finales cabeza a cabeza.

Se festeja haber llegado en punta, que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner haya conservado su invicto electoral. Y haber demostrado la manipulación mediática del oficialismo merced a un escrutinio definitivo sereno, sistémico y con alto nivel de cooperación entre fiscales, ciudadanos y autoridades. Un hecho interesante que da para más, tal vez para otras notas.

Con un acumulado de más del 68 por ciento de los votos, tanto Cristina como el ex ministro Esteban Bullrich (Cambiemos) tienen aseguradas sendas bancas en el Senado. El resto de los participantes sumaron juntos menos que cualquiera de ellos. Las PASO funcionaron como primera vuelta en la categoría senadores nacionales: terceros afuera en las ocho provincias que los renuevan. La diferencia entre primero y segundo es estrecha en Buenos Aires y Jujuy y más generosa o con pinta de indescontable en las otras seis. 

En “la provincia” el margen entre las listas es demasiado corto para creer, tan siquiera, una ventaja inicial. He ahí, entre otros, un incentivo para repensar, relanzarse, recalcular. 

Cristina esbozó un nuevo diseño de campaña que interpela en parte a los dirigentes y militantes propios. Y en gran medida a las personas de a pie que no votaron el 13 de agosto o que se inclinaron por otras opciones.


El tono y los contenidos: CFK habló durante algo más de tres cuartos de hora. La duración de “antes” en el formato actual: sin escenario, acortando distancia, entre los asistentes. Al inicio pidió-exigió solo manifestaciones de “alegría y respeto”. En el recorrido volvió una y otra vez desalentando silbatinas, cánticos. “Sin elevar la voz” ella misma y subrayando la regla. 

Previno contra “el exitismo y el triunfalismo” que, en una de esas, campearon en los últimos años de su gobierno, en la campaña de 2015, en el primer tramo de ésta. La regla de estilo quedó clara para quien quisiera oírla.

La ampliación de la agenda fue el segundo ítem. CFK interpretó que “la agenda económica” desarrollada por UC hasta el 13 de agosto triunfó porque fue adoptada por todo el espectro opositor. Fijar un límite al ajuste, supuso, es una consigna común. Cristina es una oradora elocuente y contenidista: siempre argumenta mucho, lo que deja espacio para coincidir o discrepar.

Dos de cada tres argentinos votaron contra el ajuste, tradujo. A ese conjunto se dirigió proponiéndole articular mejor (o articular, a secas, según se lea) a la oposición. Sin apelar a la expresión “voto útil”,  instó a buscarlo y a ejercerlo, congregándose en derredor de quien esté mejor dispuesto y más dotado para ponerle un límite al Gobierno. Una suerte de polarización no agresiva que la militancia y la dirigencia deberán concretar en el terreno, en la acción casa por casa, fábrica por fábrica, pueblo por pueblo. El cometido no es sencillo porque el kirchnerismo a menudo incurrió en críticas virulentas a quienes no lo apoyaron o, aún a quienes dejaron de apoyarlo. Supone una nueva modalidad de trato, mucho más adecuada entiende este cronista aunque difícil de predicar porque encontrará resistencia.   

“Campaña en positivo” insistió Cristina y eso significa repensar la relación con los votantes esquivos. De nuevo, un reto para quienes recorran, caminen, fatiguen los medios o timbreen. Describir las proyecciones posibles del modelo M. Una lección queda de la traza del voto en las PASO: los guarismos del sufragio no se corresponden linealmente con las poblaciones ya damnificadas. El voto en defensa propia no caló tanto o no caló automáticamente. 

La interpretación de la política económica debe ser “relatada”, descripta con mejores recursos. Sin adjetivar, sin enojarse dijo ella con todas las letras. Sin culpabilizar o estigmatizar a “la clase media”, agregaría uno.


Acciones en común: Cristina insinuó la necesidad de un programa común y de acciones conjuntas del colectivo opositor. Citó como ejemplo especial la discusión del Presupuesto que debería ingresar a la Cámara de Diputados a mediados de septiembre.

En el Congreso podría construirse un común denominador entre el kirchnerismo y los gobernadores, peronistas o de otro signo. Cambiemos iniciará una pulseada entre la Nación y Buenos Aires contra las restantes provincias. La reforma impositiva, la restauración del Fondo del Conurbano están en carpeta. De recursos económicos se trata y de conflicto de intereses. Una confluencia anti oficialista es factible en ese caso. Queda por verse si el presidente Mauricio Macri remite la “Ley de leyes” en tiempo y forma o si la pedalea para después de las elecciones como hace con el impacto de los tarifazos de servicios públicos. 

En otras facetas es muuuy complicado pactar mientras se compite. Las elecciones son un juego de suma cero: los votos que gana algún partido resienten las chances de otro.


De a uno: Un proverbio político añejo enseña que los votos se consiguen de a uno. Pocas veces se parecerá más a la realidad que en el lapso que media entre las PASO y las generales. Los argentinos que se inclinaron por  Cambiemos o por UC seguramente repetirán su decisión, les sobran alicientes. En pos de seguir sumando, las dos fuerzas rivales deben buscar “afuera”. 

Habrá movidas de los intendentes para custodiar sus territorios pero los cabezas de lista están compelidos a mantenerse. Analistas políticos, tertulianos de café y consultores concuerdan en predecir que si el ex ministro Florencio Randazzo perdiera votos, estos migrarían en general a UC. Y que los que –eventualmente– se le dispersaran al diputado Sergio Massa propenderían a enfilar hacia Cambiemos. Son hipótesis de trabajo, a corroborar. 

En cualquier caso, las tareas proselitistas, como Dios manda, deben dirigirse a la ciudadanía y no a la dirigencia, que ya está jugada.


La constelación de poderes: Cristina se permitió pocas ironías o estocadas, la más pícara y muy light se refirió a la narrativa M sobre el escrutinio. “Quisieron darnos gato por liebre. Y fue liebre, no gato”. Recordó al presidente Néstor Kirchner y evocó a su modo gestos del presidente Raúl Alfonsín pidiendo un par de veces “un médico ahí”.

Exhortó a corear “Argentina” como cierre y reclamó por la desaparición de Santiago Maldonado.

Propuso un freno a la concentración de poder. Sus contrincantes tomarán en solfa el planteo, ya lo hacen mientras se tipea esta columna, en la noche del miércoles. Argüirán que la concentración de poder es pasado, que el presente es pura e impoluta república. Negarán la existencia y la capacidad de fuego de los poderes fácticos y la politización del Poder Judicial, datos rotundos de la coyuntura. 

Los refutarán con sus acciones los jueces del serpentario de Comodoro Py, los medios dominantes, las corporaciones empresarias. “Harán campaña” en estos meses, tratando de desacreditar, injuriar al kirchnerismo como un todo. Y, quizá, de procesar a Cristina, de coquetear con su encarcelamiento y con la proscripción.

Sostener una campaña en positivo en ese contexto es tan exigente como necesario para UC. Le asiste sobrado derecho a exigir que se respeten las reglas electorales, que haya juego limpio, quién le dice que vengan observadores extranjeros para verificar la limpieza del comicio.

UC es segunda minoría, le tomó su tiempo asumirse como tal. En el relanzamiento de ayer hubo una cuota de introspección. No mencionada así pero presente en cada línea del discurso de Cristina.

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