Quienes promueven la dolarización en Argentina aplauden que esta medida implicaría el fin del financiamiento del déficit fiscal. La adopción de una moneda extranjera impediría que el Banco Central argentino financie vía emisión los déficits del gobierno por una sencilla razón: no puede emitir dólares. Esa pérdida de la autonomía monetaria es vista como una ventaja, ya que los promotores de la dolarización sostienen erradamente que el problema inflacionario se explica por el financiamiento vía emisión del déficit público, ignorando las causas inerciales y de puja distributiva que explican el aumento generalizado de los precios.
La hipótesis de que la dolarización termina con el déficit fiscal no tiene en cuenta que los billetes y monedas representan un porcentaje muy bajo del dinero en circulación, por lo que la incapacidad de emitirlo sólo limita una porción menor de la capacidad de financiamiento al gobierno. Es más, la elevada inflación actual junto a la expansión de los medios de pago digitales redujo el uso de billetes y monedas a un mínimo histórico. Si una década atrás el stock de pesos en circulación alcanzaba el 6 por ciento del PBI, en la actualidad representa sólo el 2,5 por ciento.
El déficit de los últimos años no se financió con emisión de billetes, sino con bonos del tesoro y títulos del Banco Central. Por su parte, la prohibición de que el Banco Central financie al Tesoro vía adelantos transitorios (que no implica emisión de billetes, sino un descubierto contable en una cuenta bancaria) podría implementarse sin necesidad de dolarizar. Aún cuando se dolarice y también se imponga una restricción al financiamiento del Banco Central al Tesoro, podría persistir el déficit fiscal.
En la actualidad, el déficit se financia parte en bonos y parte con adelantos transitorios del Banco Central. Luego, el Estado transfiere pagos a los proveedores, acreedores, empleados públicos y quienes reciben ingresos de la seguridad social a través de depósitos bancarios. Sólo un porcentaje de ese dinero es retirado por sus propietarios de los bancos. La mayoría los dolariza bajo diversas formas de dólares no oficiales. El resto de ese saldo se moviliza centralmente mediante operaciones de compra-venta que se mantienen dentro del sistema financiero, cuya liquidez sobrante es depositada nuevamente por los bancos particulares en el Banco Central a cambio de títulos (Leliqs y Pases), absorviendo la expansión inicial de dinero.
Bajo el esquema de dolarización la dinámica del dinero no varía mucho, ya que la liquidez que escapa del sistema bancario en forma de billetes tiende a dolarizarse en la actualidad. En el caso de que se agregue una prohibición a que el Central financie al Tesoro, el impacto de esa regulación podría eludirse si el Banco Central baja fuertemente la tasa que paga por sus títulos, dejándo a los bancos los bonos del tesoro como la opción viable para colocar sus excedentes financieros. A fin de cuentas, la dolarización implica más bien una fuerte rigidez cambiaria y la pérdida de prestamista de última instancia para frenar corridas bancarias, y no un cambio tan relevante en la capacidad de financiar al Estado.
@Andres Asiain