Llegué arrastrándome. Quizá lo hicimos varias. Nuestra grupa llegó con el objetivo pequeñito y gigantesco de encontrarse, conversar y retramarse con y en las cuerpas que somos. Para ralentizar las decisiones que nos vemos obligadas a tomar entre las alternativas infernales que nos ofrece el patriarcado capitalista, racista, colonial, violador y asesino.

Llegamos acosadas por las violencias de siempre y por las nuevas que son como las viejas, pero con formatos novedosos. A recordarnos compañeras y a contarnos las historias que queremos vivir. Llegamos escupiendo el disciplinamiento coyuntural y para fantasear entre mostris inapropiadis, juntes e inapropiables, las existencias que queremos. Llegamos a planear lo que sigue, pensar tácticas y estrategias, a medir fuerzas. Porque, aunque no nos interesa la guerra liderada por machirulos, sabemos que nos tocarán infinidad de disputas que enfrentaremos juntes a carterazos o a piedrazos, organizadas y junts. Llegamos al territorio donde se disputa el conflicto político más importante del país, el conflicto entre una forma de existencia extractiva sostenida en la prohibición de toda otra forma de organización, y las formas que pretenden la consideración de la miríada de perspectivas humanas y no humanas involucradas en el entramado de cualquier territorio.

La machi Betiana nos dio la bienvenida. Las cantoras y los cultrunes nos recordaron la potencia política de los cantos. Y entre mates, birra, ollas comunitarias, gastos compartidos, corridas por las calles para llegar a los talleres, las charlas, las asambleas y las fiestas, nos encontramos para escucharnos y hablar de nuestras cosas, que son las cosas del mapu. Un ejercicio colectivo de imaginación y afectividad política desmachificada y transfeminista. Secreteamos y complotamos en las calles, en las plazas, en el centro cívico desroquizado, en los caminos de montaña, secreteamos de a dos, de a tres, de a veinte y de a setenta mil. Porque la nuestra es una forma de organización otra, ni meramente revolucionaria -no queremos tomar el poder tal como está para cambiarlo de manos-, ni simplemente revoltosa -nosotres sí tenemos agendas, cientos, miles de agendas que se cruzan, se tensan, se disputan y se tejen en una transversalidad nunca inmunitaria-. 

Estudiamos nuestras reivindicaciones, las discutimos. Nuestros acuerdos son siempre provisorios, pero por eso bien potentes. Porque sabemos que ninguna forma de reivindicación puede estar sostenida en la prohibición de las reivindicaciones de las compañeras. Porque entendemos que vienen por nosotras y por las infancias, por nuestras vidas y por nuestros cuerpos, por nuestro trabajo y por nuestros deseos. Nos quieren pobres, sumisas y endeudadas. Pero somos nuestros propios recursos, estamos juntxs y somos un montón. Nadie sabe lo que pueden las cuerpas que se saben territorio. 

*Filósofa. Integrante del Colectivo Ni Una Menos-Vivas Nos Queremos