Las imágenes de Gaza que circulan en las redes confirman una crisis humanitaria gravísima, con muestras de barbarie. Miles de civiles muertos, casi la mitad niños. Bombardeos diarios, incluso a hospitales y escuelas. Uso de fósforo prohibido. Ni agua, luz y alimentos para la población acorralada en la franja, cuyas tres salidas están bloqueadas. Es un éxodo a ninguna parte, mientras se avecina una invasión militar por mar, tierra y aire. Las declaraciones y las órdenes de los funcionarios israelíes no apuntan sólo contra Hamas, sino contra la propia existencia de Gaza y la población palestina. Estamos ante un nuevo genocidio, que los grandes medios del mundo silencian.
La raíz del conflicto no son las acciones de Hamas, con quien tenemos diferencias irreconciliables. En 1948 el sionismo, una corriente política, con aval de las potencias de entonces, se apropió a sangre y fuego de Palestina. Su objetivo: crear un enclave al servicio del imperialismo estadounidense y occidental para garantizar quedarse con el petróleo de la región y someter a los pueblos que se opusieran a su opresión. Su método: la limpieza étnica, el apartheid antipalestino, que continúa. Así lo reconocen amplios sectores judios y academicos como Ilan Pappé. También Amnistía Internacional, Human Rights Watch y los dos últimos informes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Así nació ese Estado teocrático, que puso fin a la convivencia pacífica de siglos entre los diversos pueblos y religiones. El sionismo arrasó cientos de aldeas palestinas, asesinó a miles, expulsó a cientos de miles y robó sus tierras. Desde entonces, aplica una política de constante expansionismo, hostigamiento y racismo.
Y no hay “dos demonios” equiparables: hay terrorismo del Estado de Israel. Basta ver cómo cambió el mapa desde 1948 para confirmar que hay un opresor y un oprimido, que además vive en cárceles a cielo abierto. Gaza y Cisjordania son ínfimas, rodeadas por muros y puestos militares de Israel, que controla todo. No puede haber “dos Estados” si uno es genocida. Encima el ultraderechista Netanyahu, cuya política interna es totalitaria, redobló esa ofensiva antipalestina.
Hoy el ataque a Gaza tiene un vector antidemocrático para cercenar la libertad de expresión, de prensa y de manifestación. El sionismo y sus aliados buscan acallar toda crítica a los crímenes de guerra de Israel. Intentan demonizar y judicializar a quienes defendemos los derechos de Palestina. Nos acusan de antisemitas a quienes somos antisionistas. En verdad el mayor antisemita es el Estado de Israel, ya que semitas son todos los pueblos de la región, incluido el palestino.
Como dirigente del MST en el FIT-Unidad y la Liga Internacional Socialista, considero que sólo habrá paz con una Palestina única, laica, democrática, no racista y socialista. En ese camino, hoy la urgencia es frenar la masacre del Estado sionista en Gaza. Por eso llamamos a quienes defienden los DDHH a unir fuerzas para rodear de solidaridad al pueblo palestino.