Puede que José Tcherkaski permanezca en un imaginario que ya pinta canas, porque es el de Piero y José. El de la dupla cuyas canciones fueron emblema de una época de esperanzas, lucha y dolor. Basta nombrar “Coplas de mi país”, “Para el pueblo” o “Que se vayan ellos”, para que ese imaginario encuentre su época, y dispare emociones desde –y hacia- allí. Pero José ya tiene 80 años, y es algo más que portador de esa etiqueta. No en vano han pensado en él para declararlo en los próximos días “Personalidad Destacada de la Cultura”, dado que además fue y es un periodista con largas y sustanciosas entrevistas en su haber. Personajes como el poeta de Gualeguay, Juan Laurentino Ortiz; la escritora platense Aurora Venturini, que terminó en un libro –La Maldita- cofirmado con María Seoane, o el mismísimo muralista, escritor y activista mexicano David Siqueiros.

 

-¿Qué significa que te estén por declarar personalidad destacada de la cultura?

-El significado que le puedo dar a la declaración es el de reconocer 54 años de trabajo honesto y una gran ética. Eso.

-¿En qué instancia de tu vida llega este reconocimiento?

-Me llega a una edad difícil por las pérdidas, pero interesante por lo vivido. Me siento bien, porque la vida siempre te trata como uno puede vivirla. Considero que todo reconocimiento es agradable, pero tampoco hay que confundirse… es simplemente un reconocimiento, porque para mí escribir canciones o entrevistas es un trabajo.

En la actualidad, José se encuentra realizando una obra sinfónica con textos propios, de nombre bien significativo: Los nadies. Otra labor que habla de su actividad en pleno desarrollo es la flamante edición de un libro titulado Chau, No va más, basado en dos entrevistas extensas, pero esta vez con él mismo como protagonista. Una realizada por Diego Boris y otra por Néstor Nini. “Lo que me importa destacar de este libro es por un lado el título, porque escribir canciones es un trabajo. Y por otro, la documentación fotográfica que certifica lo que uno cuenta. No es lo mismo que se diga que Salvador Dalí presentó una canción de Piero-José en París en 1971, que agregarle a ello la fotografía de Dalí presentándola en el teatro Olympia de París”, certifica. “Por lo demás, el libro significa que uno se despide de una experiencia llena de matices, éxitos, fracasos, frustraciones, amores perdidos, hijos, en fin… la vida”.

-¿A qué atribuís que se te conozca más como escritor de canciones que como periodista?

-A que el trabajo de la canción es mucho más expuesto, porque cuando uno tiene cierta repercusión se convierte en un artículo popular. De todas formas, me siento muy orgulloso de mis entrevistas como periodista.

-La que le hiciste de David Siqueiros fue tal vez la más conocida, la que más atención concitó.

-Pero hay varias. Conversaciones con Juan L. Ortiz. Un pensamiento luminoso, la hice en 1967 y provocó una repercusión absolutamente inesperada, además de un rescate de un poeta en ese tiempo olvidado. Los medios de esa época como Primera Plana y el diario La Opinión le dieron mucha trascendencia. Otras que me interesan son Aurora Venturini. La maldita, en coautoría con María José Seoane, y El teatro de Jorge Lavelli. El discurso del gesto.

-¿Cuáles fueron los entretelones de la entrevista a Siqueiros?

-Es una de las entrevistas más insolentes que realicé, en verdad. Yo estaba en ese momento participando del Festival de Música en México y, como trabajaba en la revista Siete Días, mi obligación era traer una nota a cambio del permiso que me daban por mi otro trabajo. A través de una persona, que no recuerdo quién era, pude entrevistar a Siqueiros. La verdad es que tenía muy poca información sobre este personaje y la pintura mexicana, pues era muy joven. Sí sabía que había intentado matar a Trotski. Recuerdo que mi insistencia para que me respondiera si había participado efectivamente o no del asesinato, me permitió -gracias a su paciencia y a su capacidad de análisis- realizar una entrevista riquísima, donde Siqueiros terminó describiendo su trayectoria tanto política como pictórica con mucha generosidad. Es más, con Siqueiros y Fellini, a quien también he entrevistado, aprendí a no ser insolente, a tener la paciencia y la modestia de un preguntador, y no de un inquisidor.

-¿Cómo es eso?

-Es que lo que me descubrió el periodismo es la vocación por la entrevista, mal llamado en Argentina reportaje, porque una entrevista es un diálogo donde hay que tener mucha distancia entre el entrevistado y uno. El entrevistador es un nadie, como bien define Lacan cuando se refiere al trabajo del psicoanalista. O sea, un entrevistador es un ausente y debe lograr que el entrevistado, “enemigo íntimo”, diga lo que no quiere decir.

-¿Cómo está el vínculo con Piero?

-El vínculo con Piero siempre fue estrictamente laboral, y creo que por parte de los dos fue una elección sana. Sin dudas, uno conoce a las familias del otro, pero no es una relación amistosa. En la Argentina, como en otros países, esta diferenciación muchas veces resulta incomprensible. Nosotros hemos sido una pareja de trabajo eficaz, con miradas diferentes, que es lo que precisamente enriqueció el vínculo. 

Ese vínculo derivó en canciones que marcaron una época, incluso con contundencia y pervivencia en el tiempo, además de lateralidades maravillosas, como el impacto que por caso tuvo “Mi Viejo”, en los gustos musicales de Juan Domingo Perón, durante su retorno al país. “Cuando se planificó la primera llegada de Perón a la Argentina, donde se produjo la tragedia del Puente 12, la orquesta dirigida por Oscar López Ruiz contaba en su repertorio con esa canción”, evoca José.

-¿Te cansa que te pregunten sobre ella?

-No cansa, sorprende, porque la escribí a los 25 años, sin tener la menor idea de la industria del disco. Y jamás pensé que iba a tener la repercusión que tiene, y las reproducciones, claro. En cada liquidación de SADAIC me encuentro con que se escucha en más de 35 países, y esto pasa desde hace varios años. Lo que sí me interesa remarcar siempre es que está inspirada en mi padre, a quien también le dedico el último libro. Si bien él murió cuando yo tenía 14 años, me dejó una formación realmente sorprendente, y siempre se lo agradezco.

 

-¿Pensando en quiénes compusiste “Que se vayan ellos” y “Coplas de mi país”, otros clásicos?

-Si no me equivoco, “Que se vayan ellos”, nació en los años del gobierno de Lanusse…"ellos" eran esos militares que se habían adueñado del gobierno. Es lo que se llama una canción de protesta y yo diría, un tema de denuncia. Respecto de "Coplas de mi país", no puedo dar una respuesta exacta. Digamos que fue el momento, la circunstancia, lo que me movió en ese tiempo histórico. Pero rescato de ese texto una frase que me parece lograda: “las cosas se cuentan solas, solo hay que saber mirar”.

-¿Qué otra canción de las que compusiste entonces rescatarías hoy?

 

-Hay muchas canciones que rescataría, por motivos de identificación con un relato del que me hago responsable. En realidad, me hago responsable de todo el repertorio, que alcanza 140 piezas. Por supuesto que hay temas que me resultan bizarros, incluso muchos de ellos que aún siguen teniendo un gran éxito. Pero hay otros que me siguen resultando sumamente interesantes y que no han tenido ninguna repercusión, como es el caso de “Me declaro culpable”.

 

-¿Qué fue lo que te impulsó a escribir canciones?

-La casualidad. A través de compañeros comunes en la revista que trabajaba, Otelo Gorroni, Roberto Vaca y Pablo Anania, que eran amigos de Piero. Fue a través de ellos que lo conocí, y acordamos juntarnos para ver si podíamos escribir canciones. Nunca hasta ese momento había pensado en ser autor de música popular.

"La gente votó a Milei por su histrionismo"

 

-¿Qué y cómo te duele la Argentina de hoy?

-En realidad, Argentina me duele desde siempre. Las canciones aquellas indican el dolor que uno siente a lo largo de los años, porque creo que la Argentina es una enorme contradicción desde la Revolución de Mayo hasta hoy. Decir que Argentina me duele es de todas formas un lugar común. Sí puedo decir que la Argentina, desde que tengo pensamiento político, me produjo y me sigue produciendo una gran frustración.

-¿Pero te esperanza algo, o es solo frustración?

-Me esperanzan mis nietos, el futuro, los que van a venir, los cambios. Cuando llegás a esta altura de la vida, querés entender el mundo que te rodea… ojalá que en lo que me queda de vida pueda ver algún cambio que me ilusione.

-¿Sos peronista?

-No puedo definir si soy o no, pero sí que soy parte del pensamiento peronista, aunque haya aspectos que me resulten confusos. Creo yo que el gran error que se ha cometido desde la aparición de Perón es pensar que fue un revolucionario.

-A propósito, ¿a quién votaste en las PASO? ¿Cómo te impactó el triunfo de Milei?

-No voté. En cuanto a Milei, hay que tener una respuesta más abarcativa. Hay que preguntarse por qué sacó casi el 30% de los votos. La aparición de un personaje inesperado tiene desde mi punto de vista similitud con la aparición de Hitler en Alemania, dado que la gente no votó la ideología de Milei… la gente votó a Milei por su histrionismo. El es un muy buen actor y me imagino que mucha gente que lo votó se enamoró de esa imagen insolente, por un lado.

-¿Y por otro?

-Por otro, aparece el agotamiento tanto de Juntos por el Cambio como de Unión por la Patria. Desde mi intuición, vendrán cambios importantes en la política argentina. Quizás sea un deseo, pero siento un gran agotamiento ideológico. Con solo leer o mirar las declaraciones de los líderes de los distintos partidos, se detecta una enorme pobreza ideológica, una ausencia de contenidos concretos y el resultado de las PASO es el resultado de una profunda insatisfacción social y del cansancio que produce la frustración. Un país con el 160% de la inflación no debe normativizarse, porque han fallado sin duda estrategias económicas, sociales y políticas.

 

La relación con Astor

-En el libro hablas también de tu vínculo con Astor Piazzolla.

-Está en libro también, sí, porque mi vínculo con él fue muy interesante. Astor fue muy gentil conmigo y justamente lo que publico el libro es una de las cartas que me escribió allá por 1971 o 1972. Habíamos proyectado entonces escribir una obra juntos que se fue dilatando con el tiempo.

-¿Se conocían ya?

-Sí. La primera vez que lo vi fue en Buenos Aires en 1969, luego lo encontré en Roma y en París, hasta que años después él regresó a Buenos Aires. Es más, poco tiempo antes de su enfermedad habíamos empezamos a trabajar sobre un texto donde él siempre planteaba la misma expectativa: “Vale la pena cuando hay visión de futuro, no de pasado”. La conversación que siempre sostuve con Astor es que sin pasado no se puede hablar de futuro, y en este intercambio se empezó a trabajar sobre el proyecto que tenía por nombre País adentro. Es más, llegamos a realizar algunos bocetos pero al poco tiempo se produjo lo del ACV que lo llevó a la muerte y el trabajo no se pudo terminar. Igualmente me siento muy orgulloso de haber participado en una idea con Astor donde debo decir que él conmigo fue enormemente generoso. No era un hombre fácil, pero respetaba el talento del otro, y a mí me enseñó a tener convicción, porque sin ese atributo es imposible avanzar en nada. Él decía que la creación funciona cuando hay convicción, y esta definición la incorporé hasta el día de hoy.