“Sé muy bien que sus padres, sus abuelos, a lo mejor ustedes mismos, han llegado a nuestra tierra empujados por acontecimientos dolorosos, en momentos durísimos, quizás de los más duros que ha debido sufrir un pueblo todo, como fue el genocidio de 1915”. Con estas palabras, Raúl Alfonsín se dirigió a representantes de la colectividad armenia el 1 de septiembre de 1987. Mañana se cumplen tres décadas del día en que la República Argentina reconoció el genocidio que le costó la vida a un millón y medio de armenios.
El entonces presidente habló en la Asociación Cultural Armenia, en el barrio de Palermo, la semana previa a las elecciones que marcaron el ocaso del proyecto político del radicalismo. El mandatario había sido invitado junto con otras figuras relevantes, entre ellos León Arslanián, uno de los jueces que había condenado a las Juntas Militares por los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Allí usó el término genocidio para referirse al exterminio perpetrado por el Imperio Otomano entre 1915 y 1923, que incluyó también deportaciones masivas a Siria, y que dio origen a la figura que acuñó Raphael Lemkin: “La puesta en práctica de acciones coordinadas que tienden a la destrucción de los elementos decisivos de la vida de los grupos nacionales, con la finalidad de su aniquilamiento”.
Turquía negó directamente la existencia de un genocidio y pena a quienes no avalen la historia oficial dentro de sus fronteras. El escritor Orhan Pamuk, un año antes de recibir el Premio Nobel, fue imputado por decir que su país había exterminado armenios. En el viejo continente, hubo un reconocimiento formal del genocidio de parte del Parlamento Europeo, que instó a sus Estados miembro a actuar en consecuenca.
Fronteras adentro, la figura de Mustafá Kemal Atatürk, primer presidente de Turquía, considerado por algunos como el padre de la Patria, todavía sigue generando polémicas. El actual mandatario Recep Tayyip Erdogan suspendió su visita a la Argentina, en 2010, luego de que se cancelara la colocación de un busto de Atatürk en la ciudad de Buenos Aires, prevista en la agenda original, que la comunidad armenia local repudió.
Pocos años antes, cuando el Congreso norteamericano aprobó una declaración de repudio al genocidio, la respuesta de Turquía fue atacar la frontera con Irak, mientras todavía había tropas de Estados Unidos estacionadas en el país árabe. Este año, Donald Trump se refirió a la masacre como “una de las mayores atrocidades del siglo XX” pero sin usar la palabra genocidio.
Alemania, donde en los años 30 Adolf Hitler se preguntaba “¿Quién se acuerda de los armenios?”, reconoció el genocidio en 2016 y despertó la furia de Erdogan, quien sigue sin poder incorporar a Turquía en la Unión Europea.
En el caso argentino, el Congreso hizo un primer reconocimiento en 1985, aunque la colectividad pondera el discurso de Alfonsín de 1987 como el reconocimiento formal de lo ocurrido. Dos décadas más tarde, en 2007, vio la luz la ley 26.199, impulsada por Néstor Kirchner, que declaró el 24 de abril como "Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos", en conmemoración del genocidio.
En 2011, un fallo del entonces juez Norberto Oyarbide también reconoció que había ocurrido un genocidio contra el pueblo armenio por parte del estado turco.