El pasado martes 17, cuando se cumplía un año del acto convocado por la centrales sindicales en la Plaza de Mayo, columnas ordenadas de militantes gremiales y territoriales colmaban las inmediaciones e instalaciones del estadio de Arsenal, en Sarandí, partido de Avellaneda. La fecha histórica del peronismo, en 2022, había servido para una acción concertada de las corrientes orgánicas del movimiento obrero para repudiar el fallido intento de magnicidio contra Cristina y lanzar un programa de unidad para enfrentar a la reacción. Este otro acto, el de Arsenal, era el esperanzado cierre de campaña de Unión por la Patria y, por cierto, el probable inicio de una nueva estrategia de poder popular.

De hecho, la breve y contundente apertura del acto, a cargo de Jorge Ferraresi, intendente del distrito anfitrión, no dejaría dudas en cuanto a los puntos de partida. Los hitos que jalonan la historia de luchas, resistencias, conquistas y derrotas atravesadas por la clase trabajadora y el pueblo, con sus banderas peronistas en alto, resultaron en la enumeración de Ferraresi una ratificación ideológica de los principios que animaron a las más genuinas gestas populares durante los últimos 78 años. Además, y de modo enfático, Jorge reivindicó y reiteró que los compañeros y compañeras desaparecidas son 30.000.

Con ese registro histórico como marco, el gobernador bonaerense desplegó en su intervención el abanico de propuestas que conforman la base programática de la campaña por su reelección. Es cierto que todas y cada una de las políticas que mencionó ya habían sido abordadas en diversos actos y encuentros a lo largo del territorio provincial. Por eso puede decirse que en Sarandí, Axel no hizo más que enfatizar y volver a poner de relieve esa mezcla de gestión constante y acciones para el futuro inmediato que han venido caracterizando sus apariciones públicas. Sin embargo, una afirmación en particular no debería ser tomada a la ligera ni siquiera considerada a beneficio de inventario; mucho menos entenderla como un giro de la retórica para la ocasión.

En efecto, fue cuando dijo que “hay una boleta que es un escudo para defender los derechos y es la que empieza con Sergio Massa” y, a renglón seguido: “La provincia no se salva sola. Necesitamos un proyecto nacional que aguante los embates de esa deuda externa que nos dejaron los sectores concentrados”.

La idea de “escudo” remite a un dispositivo político al que hay que echar mano cuando se enfrenta una ofensiva contraria, una ofensiva tan peligrosa que, de no detenerla, arrasaría con todos los derechos conquistados hasta aquí. Vale decir, la boleta de Unión por la Patria, entera, con todas sus categorías, ya no sería sólo el símbolo de la opción electoral sino la expresión de un tipo de frente que sirviera tanto para defenderse de un avance oponente como para iniciar una ofensiva propia. Aquí, como ya lo dijéramos en una nota anterior, hay una novedad. Se trata de un dispositivo muy dinámico cuya performance está predeterminada por la conciencia de la debilidad relativa en que se encuentra el campo popular dada la actual correlación de fuerzas entre los intereses antagónicos que están en pugna dentro de la sociedad. Vale decir, un frente político y social que va adquiriendo sobre la marcha su fisonomía característica puesto que resultaría tan imprescindible al pueblo para alcanzar la victoria como para defenderse en caso de una derrota.

Desde luego que no sería lo mismo una cosa que la otra: un frente ganador debería multiplicarse y no ceder a la tentación de los particularismos, al estilo del “cordobesismo” de Juan Schiaretti. Aquí, en este punto, está la otra gran novedad propuesta por Axel, o sea, la idea de que la “provincia no se salva sola”. No es un caudillo local quien lo dice; es alguien que sopesa la dimensión de la confrontación a la que estamos expuestos y entiende que los resultados de ésta impactarán en la totalidad social trastocando profundamente la estructura y la superestructura de la misma. Por eso el gobernador habla de un “proyecto nacional”, esto es, de una visión omnicomprensiva de las contradicciones y antagonismos que se encuentran en presencia de cara a la realidad actual.

Aquí -conviene enfatizarlo- cuando Axel sostiene la necesidad de ese proyecto no lo refiere única y excluyentemente a su raíz antineoliberal y anticolonial. La dimensión nacional es, ante todo, una dimensión cultural y moral, un continente que reúne todas las particularidades y las expresa orgánicamente sin obligarlas a que, por ello, renuncien a su propia identidad. Por el contrario, al reconocer, en términos culturales, lo diverso que supone ese conjunto de actores sociales que deben enfrentar la amenaza mayúscula que les impone la gran derecha, Axel incorpora también un componente moral que es el que le reconoce a cada quien la potestad indelegable de participar de ese conjunto y, por ende, de aportar a su direccionalidad. Es en este sentido, y sólo en este sentido, que es posible entender el profundo significado que el gobernador le dio en su discurso al lema “la Patria es el Otro”.

También conviene aquí subrayar que esa estrategia de poder popular se encuentra en las antípodas de lo que Eduardo Basualdo, recuperando el concepto gramsciano de “transformismo”, caracterizara del menemato: la capacidad de los grandes grupos económicos locales de apropiarse de la experiencia popular con el peronismo histórico y, desde allí, alfombrarse el camino hacia el neoliberalismo con consenso social. De nuevo: “Necesitamos un proyecto nacional que aguante los embates de esa deuda externa que nos dejaron los sectores concentrados”. No hay transformismo ni engaño ni contrabando ideológico. La unidad que instituye esta estrategia no puede ser sino una unidad para la lucha de todo el pueblo contra sus enemigos más acérrimos.

Nadie debería sorprenderse si ahora dijéramos, como lo decimos, que en las palabras de Axel resuenan las frases finales del aquel documento leído, hace un año, en la Plaza de Mayo: “El gobierno no puede seguir sujeto a los condicionamientos de sectores corporativos que privilegian sus intereses por sobre el interés de las mayorías, o volver a quedar en manos de quienes impusieron un quebranto a la Nación, negaron nuestros derechos y destruyeron el entramado productivo. Es hora pues, de que el movimiento sindical, las organizaciones sociales y políticas, los pequeños y medianos productores agropecuarios e industriales, el cooperativismo y todos los sectores que estamos identificados en los hechos con el interés nacional, dotados de la solidaridad imprescindible para la vida en comunidad, representativos de la inmensa mayoría de nuestro Pueblo, reemprendamos el camino para recuperar nuestro derecho a la autodeterminación, a nuestra Independencia Real, sin la que no hay Nación, Democracia, ni Justicia Social.”

Quizás por eso, el canto tribunero que salió de las miles de gargantas en el estadio de Arsenal haya adquirido la estatura de una Orden del Día sanmartiniana. Aquí se reproduce sin la última palabra para contribuir a la reflexión en plena veda: “El domingo, cueste lo que cueste, el domingo tenemos que...”.