En el marco de la celebración de los diez años de la Galería Pasaje 17 Arte Contemporáneo, se inauguró la semana pasada una muestra de la escultora Elba Bairon, Pulir el tiempo, exhibición que se abrió con un bonus track de lujo: la presentación de un libro que recorre a través de fotografías de obra la última década de la carrera artística de Bairon y que es acompañado por un texto de la crítica, académica y curadora Andrea Giunta. Esta muestra de Bairon llega a Buenos Aires luego de que la artista presentase a través de la Galería Nora Fisch parte de su obra reciente en la feria ARCO de Madrid donde Argentina fue el país invitado.
En el libro objeto de pequeño formato se nos invita a detenernos en las paradas creativas de una de las más emocionantes escultoras de la contemporaneidad. Desde sus instalaciones fechadas en 1999 pasando por la criaturas creadas para la instalación de 2013 en Malba hasta el registro de la muestra en curso, Pulir el tiempo.
En el viaje a través del papel, se presentan las icónicas esculturas de Bairon trabajadas con laboriosidad en pasta de papel. Casi siempre blancas, excepcionalmente negras. De formas generalmente imprecisas. Formas creadas más que por una imaginación disciplinada por el proceso más o menos aleatorio de su método de trabajo. La urdimbre y manipulación sobre el material que da como resultado esas formas pretendidamente abstractas, posiblemente remitiendo a símbolos clásicos y primitivos de la representación del arte desde el momento en que el arte fue concebido como tal.
En Pulir en el tiempo, Bairon presenta en el recorrido de la muestra, suponiendo que este se realiza desde el ingreso a la galería hasta su límite final, una de las inquietantes criaturas que vieron la luz en aquella muestra mencionada de Malba. Aquí rescata una de esas figuras de aspecto humano y andrógino, suerte de guía para llevarnos luego al viaje de las dos instalaciones que componen esta muestra flamante.
Sobre dos taburetes colocados uno detrás de otro, como mesas que conforman el espacio de una operación estratégica, se instalan –reposando– sus nuevas criaturas que organizan en sus vínculos espaciales probablemente no aleatorios dos suertes de familias, esta vez sí siempre blancas, siempre sugerentes, siempre indicando que las capas de la pasta de papel fueron cavadas, sopesadas, embadurnadas hasta que el objeto creado dio en sí mismo fin a su creación y allí fue la decisión o el milagro de las manos de Bairon las que autorizaron la rebelión autónoma de sus criaturas. Sus dos nuevas familias parecen presididas por un objeto que no puede menos que entenderse como el prototipo de un pájaro quizá rodeado por su nido y su progenie. Nuevamente la vida y la ambigüedad en esos trozos de naturaleza congelada en una pregunta siempre latente sobre las conjugaciones del ser. Esas conjugaciones que cortan filosas el cuerpo de obra de la artista.
Antes de la escultura
Elba Bairon no empezó su carrera artística siendo escultora. Sus primeros trabajos fueron grabados y dibujos y sólo después llegó a la escultura, en busca de la dimensión que incluyese el espacio en sus producciones y su interés por lo corpóreo. “Una situación disparadora –explica Bairon– puede provenir tanto de la literatura como de la vida cotidiana.” Y sus esculturas ahora devienen instalaciones quizá por esa necesidad que ya va más allá de trascender lo corpóreo y de afincarse en el relato tridimensional de un mundo propio. Ese es el cosmos de Bairon donde no sólo destacan esas dos familias recientemente creadas sino también y firmemente, casi como un hiato en su creación, la instalación de sitio específico creada para MALBA y generosamente registrada en el libro que acaba de salir de imprenta. Esa suerte de tribu de ocho pioneros soñadores o seres intoxicados por el propio blanco que los carga de una pureza que quizá necesitó ensuciarse de color para pasar a otra instancia, pero que así, congelada tal cual la artista la plantó, sólo se encuentra en trance. La ausencia de color marcó un deseo más que de pureza de esencia y allí, con esa imposibilidad de contar lo que se ve y sólo con el atrevimiento de palpitar sus efectos, abandonó al espectador con esta propuesta que fue totalmente nueva en su larga producción y que ahora Pulir el tiempo recoge como una heredera.
Efectivamente, hoy puede afirmarse que Elba Bairon es una de las grandes escultoras que actualmente trabajan en Argentina. Su obra se caracteriza por ese clima silencioso y metafísico que rodea a sus objetos, un clima logrado a través de recursos técnicos laboriosos y procedimientos escultóricos inventados por ella, particularmente estas esculturas construidas por capas sucesivas de pasta de papel, donde la forma es resultado del proceso. Bairon emplea vocabularios de la historia de la escultura y los transforma de manera tal que la referencia a la escultura clásica europea aparece como en estado de disolución, las formas borrándose, o alternativamente, emergiendo. Insurgentes.
Entre Bolivia y China
Mujer de vida itinerante, Bairon nació en La Paz, Bolivia, en 1947. Desde 1967 vive y trabaja en Buenos Aires. Estudió grabado y litografía. Pasó su adolescencia en Montevideo, donde estudió pintura china, uno de los encuentros más importantes de su carrera. Contó recientemente sobre su niñez: “Tenía 12 o 13 años. Mi familia me preguntó si me gustaría anotarme en unos talleres de pintura china, dije que sí, que me encantaría probar, y me fascinó. Fue un encuentro extraordinario. Lo primero que me atrapó fue lo más superfluo, por llamarlo de algún modo: el pincel, las tintas, el papel absorbente, la pizarrita…, pero luego, con el tiempo, me fui fascinando con lo tan sutil del trazo, esa presión tan delicada que hay que hacer. Fue muy hermoso. Pero el aprendizaje es muy arduo: empezabas haciendo sólo tracitos pequeños, mínimos, casi como si estuvieras escribiendo un ideograma, hasta lograr una línea suave, con matices, con una precisión fabulosa. Al principio era como escribir, y luego de un tiempo empezabas ya a trabajar un poquito más, pero era todo una cuestión de repetir y repetir hasta lograr lo que se buscaba... y eso fue lo que me resultó fascinante”. Esa fascinación la traduce hoy en el trabajo meticuloso de su obra y en el trazado de sus trabajos más recientes, que destilan la paciencia de encontrar, más allá del tiempo que toma y aun corriendo contra ese propio tiempo, el efecto buscado. Bairon enfatiza en su proceso creativo el devenir de la realización, lo que le va permitiendo encontrar los rumbos enriquecedores que la llevan a la consumación final de sus criaturas-objetos. Vista desde una panorámica, como desde arriba y a la distancia del territorio donde se clavan, el conjunto de sus objetos podrían parecer el de un cuerpo de obra figurativa: esas supuestas familias mencionadas reposando en los taburetes. Acercándonos a las figuras de estas tribus autónomas, la figuración se desdibuja y llega la abstracción. En estos seres creados por Bairon se percibe el tránsito por un precipicio donde el equilibrio es muy fino entre proponer una figura o estallarla.
Compañeras de ruta
Simultáneamente a Pulir el tiempo y acompañando su devenir y exhibición es de destacar la intervención creada en los dos baños del espacio por las artistas Florencia Temperley y Luz Vidal. Uno de los baños se encuentra totalmente tapiado por stickers que operan como hashtags y que cruzan las palabras #mujer #varón #rusx #bolita #negra #cabeza #torta #putx #rengx #chetx #rechetx #grasa #trava #rarx #trola #gordx #enanx #chinx #forrx #conchudx #boludx. Etiquetas, categorías, clases, conceptos generadores de cartografías dentro de la red. Se trata de regímenes políticos que constituyen subjetividades, modos de construir imágenes, sensaciones y pensamientos. Siempre un lenguaje que refiere a una tecnología violenta. Las artistas se preguntan ¿cómo hackear y rehabitar esas categorías? ¿Qué estrategias colectivas podemos construir? Para eso habilitaron en otro baño donde los stickers reposan en estantes para ser aplicados por los visitantes en las paredes medio vacías.
Esta convivencia de obras que podrían pensarse siempre complementarias –las esculturas de Bairon y la intervención de Temperley-Vidal–, pero más que nada nos hablan de la generosidad de una artista ya consagrada de compartir su espacio de exhibición y privilegio con artistas de mediana carrera. Y así compartiendo su público numeroso de fans y fieles, abre a ese mundo la mirada de otros modos de ser, tan insurgentes como los seres que pare su obra.
Pulir el tiempo puede visitarse en Galería Nora Fisch. Bartolomé Mitre 1559. Gratis. Hasta fines de septiembre.