El prejuicio de los periodistas es, ante todo, prejuicio, a secas. Así se puso en evidencia durante la exhibición en el 18º Bafici de La noche, ópera prima del actor Edgardo Castro, quien tras participar en films independientes como Mujer lobo, de Tamae Garateguy, y Castro, de Alejo Moguillansky, entre otros, decidió emprender, casi en soledad, la experiencia de dirigir un largometraje que fue catalogado en algunos casos como “película polémica” y en otros más extremos como “escandalosa”. De todos modos, al jurado del Bafici –donde el film integró la Competencia Internacional– no le tembló el pulso para otorgarle a La noche el Premio Especial del Jurado. A partir de mañana, La noche deberá volver a sortear nuevos prejuicios, esta vez del común de los espectadores, cuando se estrene en BAMA, y a partir del viernes en el Malba (y desde el 15 de diciembre también en el Espacio Incaa Gaumont). En su ópera prima como director, Castro también es el protagonista y encarna a un hombre solitario que busca desesperadamente afecto. En medio de esa búsqueda, la historia tiene escenas de sexo explícito, con un tono de registro cercano al documental –aunque sin dejar de ser una neta ficción en ningún momento–, donde el personaje comparte la noche con travestis, prostitutas, strippers, drogadictos, dealers y taxi boys en afters, billares, bares y telos, que forman los escenarios nocturnos. Planteada como una historia de amor, La noche surgió de la manera menos pensada: “Estaba mirando un show de una travesti en un after del Abasto. Cuando la vi sentí que tenía que hacer algo con eso. Eso fue hace uno seis o siete años”, explica Castro en diálogo con PáginaI12. El actor y director también escribió el libro homónimo con las crónicas de su experiencia, que publicará la editorial Planeta en unos meses.
–¿Por qué decidió protagonizarla además de dirigirla?
–Era un momento en el que no me llamaban mucho para trabajar en cine. Los actores tenemos ciertos momentos en que el trabajo, de repente, cae. Yo venía de hacer cine, tenía muchas ganas de seguir y no estaba sucediendo. Dije: “Voy a hacer una película y ya que la voy a pagar quiero ser el protagonista”. A medida que empecé a avanzar con el proyecto apareció la idea de que lo hiciera un actor. Cuando empecé a preguntar vi que era imposible que un actor argentino hiciera esta película.
–¿Por la exposición que significaba?
–Sí, pero también porque los actores tenemos una cosa muy ególatra de poner condiciones: “Esto lo hago, esto no, hasta acá te actúo”. Yo entendía que en esta película un actor no me podía poner condiciones. Es más: toda la gente que trabaja en el largometraje nunca me dijo: “Hasta acá llego, esto lo hago, esto no”. Cuando empecé a preguntarles a algunos actores, me pasaba que me decían: “Ciertas cosas las hago y otras no”. Automáticamente dije: “No me sirve”.
–¿Es una película para espectadores no prejuiciosos?
–Sí, claramente es una película para gente que tenga una mirada libre, que no tenga prejuicios y que tenga la moral un poco corrida pero en el buen sentido.
–¿Qué sintió durante el Bafici cuando algunos medios la presentaban como “la película de la polémica”? ¿Considera que los moralistas lo van a acusar de provocador y escandaloso o no le preocupa?
–Es algo que no me preocupa en lo más mínimo. Si no, no la hubiera hecho. Lo que pasó en el Bafici me pareció divertido y hasta me daba gracia que dijeran “la película de la polémica” sólo porque tiene escenas de sexo explícito entre hombres, entre chicas trans y entre lo que sea. A un periodista (que no recuerdo quién fue) se le ocurrió hablar de eso y, a partir de ahí, todos empezaron a repetir lo mismo. A la película le fue bien.
–Otro tema que despertó un revuelo durante el Bafici fue el supuesto roce con el porno. ¿Aspira a que no sea juzgada sólo como una historia con sexo explícito?
–Sí. Me pasa una cosa: siempre cuido mucho las palabras cuando hablo de eso y hoy no. Me parece que el mundo está lleno de estúpidos. Vivimos en un país que tanto cultural como políticamente es nefasto. Y sobre todo en el mundo del cine, que se supone, es el séptimo arte. Es gente que tiene una preparación que otros no. Cuando comparan La noche con el género porno me parece desagradable pero no porque yo sienta una falta de respeto sino porque evidentemente el que está hablando de eso no entendió nada y no entiende nada de cine ya que el género porno es muy específico y corresponde a ciertos elementos muy particulares que La noche no los tiene. Ahora me encantaría hacer una porno, pero La noche no lo es justamente porque no corresponde a esos elementos. Sí entiendo que es un país que no está preparado para ver pijas en el cine. Me parece rarísimo: tetas sí y también un montón de cosas, pero pijas no.
–Si bien muestra parte de la noche de Buenos Aires en distintos escenarios públicos, ¿es una película sobre la soledad?
–Sí, la película que hice y la que quedó habla de la libertad de las personas, de mi libertad, de los que están ahí y sobre todo de la soledad de las personas en la noche, en ese micromundo de la noche de Buenos Aires que yo elegí. Cuando digo “La noche” no es toda, porque a veces hay gente que me malinterpreta y cree que quise hacer una película sobre la noche de Buenos Aires. Pero Buenos Aires tiene muchas noches. Este es un recorrido muy particular, es un micromundo de la noche. Y sí: habla de la soledad y del agujero que la gente tiene en el alma, en ese universo que yo elegí. Vuelvo a lo anterior: el contexto cultural y político de este país y de este mundo hace que la gente cada vez se encuentre menos. Y para mí la película habla de eso.
–Otra impresión que deja la película es que si bien los personajes tienen sexo no llegan a suplir su vacío. ¿En eso radica también la falta de afecto de su personaje?
–Sí, hay una idea de que es tan grande el agujero que los personajes tienen en el alma que ni el sexo, la cocaína, el alcohol ni todo lo que ves en la película llega a tapar el agujero que la gente tiene en el pecho. Aparte, el sexo en La noche está muy atravesado porque nunca llega a buenos caminos. Digo: no hay penetraciones, las pijas no se paran. Están un rato ahí y paran, hablan de cualquier cosa, se toman una cerveza y un pase. Intentan de nuevo y así va pasando la noche.
–¿Por qué decidió trabajar con algunos no actores?
–En realidad, en La noche somos seis protagonistas: tres actores y tres no actores. Empecé a filmar con los que no eran actores. Ante todo, yo soy actor y vengo de ese lugar. Estaba cansado un poco del discurso del actor argentino de: “Noso- tros, los actores generamos la ficción”. Y dije: “Me chupan un huevo: ¿Por qué el actor genera la ficción?” A la ficción la puede generar alguien que no es actor y, en realidad, la puede generar el director cuando monta una película. Más allá de ese prejuicio, quería tener la experiencia de trabajar con personas que no fueran actores y que me presentaran otra problemática, no la que me podría presentar el actor que es algo que conozco mucho. También porque quería que la actuación no estuviera tan contaminada, por distintos motivos. De repente, los actores nos contaminamos mucho por lo que vemos. Era la primera vez que yo dirigía y era un desafío poder hacerlo con personas que yo sacara de la noche. Eso tenía un plus y me apasionaba muchísimo. Una vez que empecé a filmar con ellos decidí meter actores como Paula Ituriza y Willy Prociuk que hacen cine, tele y mucho teatro. Para mí era increíble poder tener esa experiencia de venir de trabajar con personas que no eran actores y, de repente, ¡tácate!, ponerme a actuar con los actores, porque yo soy el único que interactúa con todos.
–¿Esta película tiene el lenguaje de los cuerpos?
–Sí, en La noche el cuerpo está presente de una manera muy importante y por delante de todo. Es una película de cuerpos y no solo de los que se ven sino que los la hicimos tuvimos que meter el cuerpo de una manera muy particular y especial. Digo, no sólo los que estamos dentro de la pantalla y nos ven sino también los que estaban afuera: quienes hacían cámara, los sonidistas no se ven pero sus cuerpos quedaban atravesados y los tenían que meter para filmar esto. El modo de filmación no era convencional. Entonces, podríamos decir que la película tiene un lenguaje corporal muy fuerte.
El actor Edgardo Castro presenta su primera película como director, La noche
En busca de los agujeros del alma
Ganadora del Premio Especial del Jurado en el último Bafici, donde también fue tildada de “escandalosa”, la ópera prima de Castro es un viaje al fin de la noche. “El contexto cultural y político hace que la gente cada vez se encuentre menos”, afirma el director y protagonista.
Este artículo fue publicado originalmente el día 30 de noviembre de 2016