El Instagram de María Gadú es un paseo infernal por sus mil y un looks de estrella de la canción melódica, rapera de los márgenes con capucha negra, modelo de Vogue y lesbiana feliz. Allí se muestra con su marida Lua, exhibe las producciones que la revista de Anna Wintour le dedicó hace poco y sigue el minuto a minuto de la votación que pedía la renuncia de Temer el mes pasado. Gadú es todo eso y es Edith Piaf versionando “Ne me quitte pas” con el acento mixturado y dulce del francés y su brasilero natal. Pero en su mente habitan las lenguas de la madre, de la abuela angolesa, esclava durante tantos años, con deseos de cantar lírico y una vejez arengando a la nieta joven promesa. Por eso María la lleva tatuada en el brazo y su muerte marcó su carrera. “Vengo de una familia matriarcal: madre soltera y un padre que apareció cuando tenía 10 años, de origen indígena Xingú. Mi abuela consiguió que mamá estudiase. Ambas fueron siempre feministas. Fui criada por ellas porque mi papá era casado, y cuando él apareció, yo ya estaba hecha” (risas).
Cuando era muy chica la mandaron a estudiar arte: música, pintura, letras. Vivían en Vila Mariana, San Pablo, y al poco tiempo mudaron el tridente de mujeres a Ilha Grande, cuando todavía no era paraíso turístico ni destino de europeos. “Viví allí tres años y empecé a tener más contacto con la música pero totalmente autodidacta. Mi abuela tiene una historia muy trágica porque cuando era joven y trabajaba de mucama en casa de familia blanca era cantora lírica. La familia que la empleaba tenía un teatro municipal y ella cantaba allí, llegó a ensayar para un show pero la familia no permitió que avanzara. Un día una niña murió de meningitis en la casa y la patrona de mi abuela le pidió que desinfecte todo el cuarto con un producto muy tóxico que le cortó la voz. No pudo volver a cantar nunca más”, cuenta.
Las primeras notas de María fueron en piano y después agarró la guitarra. La educación artística que recibió tiene su origen en ese matriarcado, una disponibilidad que nunca va a dejar de agradecer de parte de dos trabajadoras que apenas habían podido mantenerse. A los 12 años María le rogó a su madre que la acompañara a tocar, primero a la calle, después a bares, con la guitarra a cuestas. “Fue una gran experiencia, conocí músicos, la calle tiene muchas posibilidades. Tenía que aprenderme canciones de memoria, ser rápida porque me pedían cosas y tenía que tocarlas. Practicaba en casa, era como un servicio que daba, estar al servicio de la diversión de la gente: Caetano, Chico Buarque, Cartola, Marisa Monti, Gal Costa, Maria Bethania, Edith Piaf. No me quedaba otra que cantar. De los 12 hasta los 18 años pasé así, hasta que mi abuela falleció y me fui a vivir a Italia”.
¿Por qué a Italia?
-Me fui con un amigo. Ella murió de cáncer y entré en una depresión profunda. Ella había tenido muchos sueños que no logró concretar. Yo no quería cantar más, no quería hacer nada. Mi mamá me vio tan mal que vendió un apartamento que tenía, me dio la plata y me dijo “chau, andá a curarte”.
Entonces fuiste Italia con tu amigo…
-Primero fui a Francia, quería estudiar cocina. Mi amigo Doga me dijo “estás loca, ¿vas a dejar de tocar?” y me invitó a un festival en Italia. Y la calle volvió a llamarme. Estuve un año tocando. También tenía una amiga que estaba en Japón haciendo música y me invitó. Volví a Brasil a intentar a hacer la visa pero jamás llegué a Japón. Volví a Río y me quedé 8 años, más o menos hasta los 26. Un amigo me ofreció un trabajo en la red Globo para hacer coaching musical y al tiempo grabé mi primer disco (María Gadú) que es pura música brasilera, mezclada pero muy local, con letras de vivencias de infancia con adolescencia. Sello pequeño, pocas copias, pero se vendieron 300 mil en dos semanas.
De ahí a que Caetano la llame para grabar juntxs, hacer giras, seguir grabando discos y encontrar el amor en Lua.
¿Cómo definirías la situación de la diversidad en el Brasil de hoy?
-Pienso que esta tremenda crisis que estamos viviendo abre el pensamiento: quienes tenemos, digamos, una ideología de izquierda estamos forzadas a pensar, a manifestarnos, a movernos, hay que pedalear. Yo me junto a pensar con otros artistas y políticos lo que está pasando. Estamos empujados a hacerlo, y eso es genial, más allá de la coyuntura. Venimos de un periodo de mucho confort, pero ya está, ahora hay que activar y bueno, ustedes como argentinos están en la misma. No es ideal el momento, pero es respetable, hay que aprovecharlo.
¿Y cómo definirías la irrupción de Temer en el panorama político?
-Temer… no tengo una palabra para definirlo, pero es de temer. Ya lo estamos usando como insulto, peor que “hijo de puta”. Él está destruyendo todo, nuestra cultura, recursos, raíces y llevándonos a la guerra civil. Pero tenemos que estar atentos entonces. Yo vivo en San Pablo y la vida política y social es muy activa, no hay silencio, todos los días hay marchas. Lamentablemente muchas veces en respuesta a hechos concretos, como fue la violación colectiva del año pasado contra una mujer, pero no quedó ahí, el movimiento fue enorme. Ni una menos en Brasil es “te metés con una te metés con todas” y partió de las adolescentes, negras, pobres, y llegó a la clase artística.
¡Hay esperanza!
-Los crímenes siguen, eso sí, pero hay referentes que ponen estos crímenes sobre la mesa y sobre todo chicas, como MC Soffia por ejemplo, que tiene 13 años y su rap habla de su realidad, de feminismo, del tema del cabello rizado. Ella es el futuro por eso ¡yo quiero tener un hijo o hija ya mismo! l
María Gadú se presenta el miércoles 6 de septiembre en La Trastienda, el jueves 7 en Córdoba (Quality Espacio), el viernes 8 en Rosario (Plataforma Lavarden) y el sábado 9 cierra su gira mundial en La Trastienda nuevamente.