Con este mismo título arranca la primera página de Cuaderno de los sesenta (Caja Negra), vociferando como manifiesto su propuesta fundamental: “Si sirve para destronar a la falsedad y la podredumbre, para acabar con la moral y con este estilo de vida repulsivo, seamos, pues, iracundos, seamos perversos. Sagrados son los pensamientos y hechos delictivos, la insubordinación; la falta de respeto y el odio hacia su estilo de vida”. Esta bomba textual encendida en 1958 atraviesa todo el abultado volumen que compila anécdotas, entradas en diarios íntimos, entrevistas, reflexiones y críticas desde aquel año hasta el 2010, periodo en el que Jonas Mekas, cineasta experimental, fundador de cooperativas cinematográficas, crítico de arte, gestor contracultural y escritor, no dejó de luchar contra la cultura oficial junto a un grupo de beautiful losers de la contracultura mundial en el terreno de las artes plásticas, el teatro, el cine, la literatura y la performance. Por sus páginas desfilan William Burroughs, Pier Paolo Pasolini, John Cage, Judith Malina y Julian Beck con sus orgiásticas representaciones en el anarquista The Living Theatre, Susan Sontag, Allen Ginsberg, Andy Warhol y Jean Genet, sujeto de una de las anécdotas más hermosas del libro, en la cual Mekas detalla su viaje desde Europa hacia Estados Unidos en 1964 para transportar ilegalmente en sus bolsillos una copia de Un chant d’amour, la única película que filmó Genet, censurada y prohibida en todo el mundo por su homoerotismo explícito y sus erecciones, eyaculaciones y exhibiciones, logrando un impensable éxito en la operación gracias a un encuentro casual con su vecino de avión, el dramaturgo y activista inglés Harold Pinter, con quien planeó los modos de despistar a la policía aduanera y lograr así la entrada clandestina del film en Estados Unidos primero y en el resto del continente después.
En sus textos Mekas va desde la ternura más conmovedora hasta las manifestaciones artísticas más revulsivas de un solo plumazo, como con el registro detallado de sus conversaciones con el artista austríaco Hermann Nitsch y los trabajos contra la moralina europea, la opresión religiosa, las experiencias en la cárcel bajo las acusaciones de “obscenidad” por la utilización de sangre menstrual en sus obras y las performances que ponen en juego la relación entre placer y dolor, junto a los comentarios sobre su “Manifiesto del cordero”: la reivindicación del desenfreno dionisíaco, la pasión por los excesos y el masoquismo. A las notas escritas para el funeral de Allen Ginsberg acompañadas por las fotos de Peter Orlovsky -su novio por más de cuatro décadas- se suman los proyectos del también poeta beat Gregory Corso sobre un film imposible acerca de la vida de Arthur Rimbaud, su relación con Paul Verlaine y los deseos de representar con hermosos actores a los amores más intempestivos entre la opresión de la censura, la autogestión y los sueños, o el intento de diario callejero que Mekas planeó para Andy Warhol bajo los consejos de Kenneth Anger, la loca cinéfila más mala de todas, en el cual se mezclan críticas sobre sus películas, fotografías y algunas de las manías propias de la madrina del arte pop, su fascinación por la búsqueda del glamur en lo ordinario y el estrellato que brillaba ante sus ojos en lo cotidiano. El bombardeo textual de Cuaderno de los sesenta conforma un compendio de los desvíos y accidentes más maravillosos e increíbles por los que transitó el arte under y disidente en Estados Unidos y Europa durante la segunda mitad del siglo XX: estrategias, trasfondos y acciones de un puñado de fabulosxs marginales que pusieron su creatividad al servicio de la perversión, documentada por la punzante pluma de Jonas Mekas.