Revisitar un clásico nunca es una experiencia teatral como cualquier otra. Posar la mirada sobre textos escritos hace miles de años, que mantienen su vigencia pese al paso del tiempo y el “progreso” que todo lo arrasa, siempre representa un desafío artístico, tanto para quienes se suben al escenario como para los que se entregan a la pieza desde las plateas. “A nadie le resulta indiferente exponerse frente a un clásico”, coinciden Alejandra Darín y Fabián Vena, la pareja de actores que desde esta noche protagonizan Edipo rey, la tragedia griega de Sófocles en versión y dirección de Jorge Vitti. “En tiempos en las que hay tantas pasiones desatadas, en los que la búsqueda de la verdad no pareciera iluminar nuestro camino, Edipo rey recobra una actualidad que nos expone ante la realidad y a nuestra relación con ella”, subraya Vena, en la entrevista que le concedió a PáginaI12 junto a Darín.
Sentados cómodamente entre las butacas de la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), donde la obra se presenta todos los viernes y sábados a las 20, Vena y Darín reflexionan sobre Edipo rey, antes de dejarse llevar por el intenso ensayo general que los espera. “Nunca había hecho una tragedia griega y viene resultando una experiencia enriquecedora, porque me exige una forma de interpretación alejada a la que trabajamos habitualmente –confiesa la actriz, que encarna a la reina Yocasta–. Por suerte, uno siempre tiene cosas que descubrir de uno mismo. Estamos acostumbrados a trabajar la verdad y la naturalidad, que en esta versión de clásico griego quedan relegadas”.
En la piel del mismísimo Edipo, Vena reconoce que el registro actoral de la obra tiene la belleza de una poética tan exquisita como compleja. En esa dualidad, dice, reside su encanto. “Hay una expresividad, un decir, que no forma parte de nuestro ADN actoral. Los actores argentinos somos hijos del circo criollo. Nuestro clásico máximo es Discépolo, que nos ponemos un sombrero y lo hacemos sin más. Nuestros orígenes son bien distintos a los clásicos griegos. Los acercamientos que tenemos a los clásicos tienen más que ver con Shakespeare, Brecht, Chéjov, Lorca, que tampoco te los enseña nadie. Los clásicos sirven de base para el próximo trabajo. Uno va corriendo siempre de atrás a los clásicos”, señala el actor.
–Más allá de lo personal, ¿qué esperan que genere esta versión de Edipo rey?
Fabián Vena: –La ilusión es hacer un clásico que se entienda, poder escaparnos de la frialdad de puestas barrocas que duran cinco horas y la gente se va sin haber entendido nada. Me desespera la idea que desde el escenario podamos comunicar el caudal de emociones que atraviesa esta obra, desde los sentimientos o ideas que circulan hasta la posibilidad de conmover desde la poesía que encierra el texto. Las tragedias griegas exponen todas las pasiones de nuestra existencia.
Alejandra Darín: –Edipo Rey plantea si el destino existe o si todo lo que somos es obra de nuestras propias elecciones. Ese dilema se entrecruza en cómo actúa la fe, en cómo hay gente que está conectada con cierto conocimiento... Habla sobre cómo todo siempre es un malentendido, en la interpretación que Edipo hace de lo que le cuenta Creonte. La búsqueda de Edipo es la de todos nosotros. En definitiva, la vida es una búsqueda en el que la fe cumple un rol protagónico. Los personajes, como las personas, son un compendio del aprendizaje humano. En la actualidad se expresa claramente un corrimiento de la fe. Es un momento en que la fe religiosa se trasladó a lo político. Todo parece ser una cuestión de fe. El otro día vi un documental sobre la forma que tienen los evangelistas para relacionarse con sus fieles y mostraban cómo era similar a la manera que tiene Cambiemos de vincularse con los ciudadanos. Es una metodología llamativamente cercana. No debe ser el único espacio político en el que sucede, pero sí en el que ese corrimiento se expresa con mayor claridad. La gente tiene fe en un líder político. Una creencia que trasciende, incluso, lo racional.
F.V.: –Es un terreno donde no entra la lógica sino la fe. Esta es una época en la que se desarrolló mucho el hábito de creer en aquello que se quiere creer. El riesgo de la extensión de la fe a todos los ámbitos es que perdamos capacidad de pensamiento. Edipo rey tiene tres líneas claras. Una política, en la que se expresa un pueblo que sufre los tormentos de una peste y un rey poderoso que debe resolver sus problemas. Hay también un recorrido personal que atraviesa a Edipo, de su propia historia y de la necesidad de la búsqueda de la verdad. Y, por otro lado, la conexión con la fe y con la irracionalidad que cruza la obra, y que tiene vigencia en la sociedad actual. ¿A qué le tenemos que dar más importancia? ¿A lo que nos dicen los dioses, es decir a nuestras creencias, o a lo que nos indica nuestro propio raciocinio? Son tres ejes que se entrecruzan y terminan configurando un culebrón inmenso que tiene más preguntas que respuestas.
–¿El público argentino tiene esa capacidad para ingresar a la convención que propone una tragedia griega?
A.D.: –Me cuesta mucho intelectualizar al teatro. Me parece que uno hasta puede llegar a participar como público de una obra en un idioma desconocido y recibir el registro. El teatro recrea emociones. Y esas emociones trascienden cualquier convención cultural. El teatro nos permite sentir el mundo de muy diversas maneras. Me niego a encasillar la emoción. La experiencia teatral no tiene que ver con los géneros o con un entendimiento intelectual. Nunca sabemos cómo el público va a recibir una obra. La experiencia del arte es un acto muy íntimo.
F.V.: –El principio y el fin del teatro es conmover. La experiencia teatral, tanto del actor como del espectador, es tan propia como personal. Soy un fanático de la técnica y cuanto más información tenga, mejor. Lo cierto es que también sé que si uno no está dispuesto a conmover y conmoverse, la técnica no sirve para nada. Uno puede conmover en diferentes planos, en el intelectual, en el afectivo, en el emocional, a nivel intuitivo... Uno nunca conoce las respuestas que pueden aparecer en cada espectador. Pero si hay alguien que desde el escenario puede transmitir una verdad artística, es inevitable que las preguntas empiecen a aparecer en cualquier espectador.