Lo fascinante del proceso electoral en curso es que nadie puede prever cómo termina. Y el que igual lo hace, seguramente no apostaría ni un centavo por sus predicciones. Así que más que especular con números que serán confirmados/desmentidos en pocas horas conviene concentrarse en dónde fijar la atención cuando se vayan conociendo los resultados. Y en ese aspecto no hay ninguna duda. La llave que abrirá todas las incógnitas de la elección de este domingo, en otro tiempo se la hubiese definido como “la madre de todas las batallas”, está en la provincia de Buenos Aires.
En primer lugar, porque en el territorio más poblado de la república está garantizado que habrá sí o sí un ganador. A diferencia del complicado proceso de balotaje que rige la elección nacional, un solo voto separa el cielo del infierno. Y no hay que ser Adrián Paenza para saber que las probabilidades de un empate son estadísticamente descartables.
En segundo lugar, porque la respuesta a la pregunta mayor de esta elección, si habrá o no balotaje y, en caso de respuesta afirmativa, quiénes lo protagonizarán, depende completamente del resultado en la provincia de Buenos Aires.
La apuesta de Kicillof
En el contexto provincial, Axel Kicillof aparece como el amplio favorito. Tanto, que una mirada rápida le quitaría relevancia a su triunfo y solo transformaría en noticia a una derrota. Sería un error. Y si finalmente se concreta su victoria quedará enseguida expuesta la profundidad de ese error.
Después de la seguidilla de caídas en provincias propias y ajenas, solo quebrar la racha en el distrito más poblado puede colocar definitivamente en carrera al peronismo. Alcanza con recordar lo que significó la debacle de Aníbal Fernández frente a una ignota María Eugenia Vidal en 2015 para entender la importancia de lo que está en juego. También la magnitud de la hazaña, si se terminan confirmando las hasta ahora dudosas encuestas.
Lograr la reelección en el territorio más golpeado por la pandemia y la caída de ingresos, cuando fracasaron en el intento gobernadores en apariencia exitosos de provincias consideradas genéticamente peronistas, pondría a Kicillof en un lugar destacado de los manuales electorales, aunque más no sea por haberse dado cuenta de que la verdadera carta de triunfo no era separar su suerte de la elección nacional, como hicieron muchos de sus colegas, sino treparse al escenario de tercios, con la oposición dividida, que mantiene con vida al peronismo en este inédito proceso electoral.
La apuesta de Milei
La única manera que tiene Javier Milei de transformar en realidad el sueño de evitar la pesadilla de una incierta segunda vuelta es mejorar sustantivamente sus números bonaerenses. Sabe que las sorprendentes diferencias que alcanzó en las 16 provincias del interior del país donde salió primero son casi imposibles de incrementar. Sobre todo si se recuerda que superó el 50 por ciento en Salta, lo arañó en San Luis, quedó por encima del 40 en Mendoza, Jujuy, Neuquén, Chubut y Misiones y alcanzó un notable 35 por ciento en las decisivas Córdoba y Santa Fe.
Con toda esa cosecha, apenas rozó el 30 por ciento a nivel nacional por el discreto 24,5 que obtuvo en provincia de Buenos Aires. Así que la única cantera que el autodenominado “libertario” tiene disponible para pegar el gran salto está justo detrás de la General Paz. También necesitaría mejorar algo en su CABA originaria, donde apenas superó el 18 por ciento, pero no le alcanzaría porque el padrón de la Ciudad de Buenos Aires es cinco veces menor al de la provincia del mismo nombre.
La apuesta de Massa
También el ministro/candidato sabe que su destino depende de la góndola bonaerense. A diferencia de Milei, puede aspirar a mejorar por lo menos un poco sus números en el interior, sobre todo en el norte, donde los gobernadores se confiaron en las PASO después de que los candidatos libertarios alcanzaran números risibles en las elecciones provinciales. Con todas las alertas prendidas desde agosto, intentarán recuperar algo el músculo electoral para lograr una buena cosecha de diputados y senadores que les respondan.
Aunque en sus declaraciones mantiene viva la expectativa de un triunfo en primera vuelta, Massa no olvidó que cuando el presidente saliente Néstor Kirchner tenía un 70 por ciento de aprobación, su sucesora tuvo que remar bastante para superar el 45 por ciento en las elecciones de 2007. Pese a que nada se puede descartar, conviene recordar que la aprobación al gobierno de Alberto Fernández está ahora alrededor del 15 por ciento.
Así que el verdadero objetivo de la campaña de Massa está en asegurarse un lugar en el balotaje. Quizás todavía sueñe con salir primero, pero seguramente no vería mal cualquier resultado que lo muestre no muy lejos de su contrincante. La única manera que tiene de asegurarse ese lugar es consolidando una ventaja apreciable en su principal baluarte: el gran Buenos Aires. Todos sus rezos se destinan entonces a la virgen del conurbano.
La apuesta de Bullrich
Una de las mejores definiciones sobre las idas y vueltas de la campaña de Juntos por el Cambio la ofreció Jorge Asís: “Están en el momento del partido en que mandás al arquero a cabecear. Quizás mete el gol de palomita, pero…”
Su principal jugadora demostró que solo brillaba en las ligas de ascenso y con la entrada de Carlos Melconian y Horacio Rodríguez Larreta ya agotó los cambios sin ninguna mejora notable en el rendimiento. Pero el juego aún no terminó y la esperanza menos antojadiza que le queda es una explosión de Néstor Grindetti en la provincia.
Si, contra todos los pronósticos, consigue retener el voto completo de Diego Santilli y además sumarle buena parte de los remisos que faltaron en las PASO, puede terminar desplazando al favorito. El efecto de semejante batacazo seguramente sería comparable al de Vidal y pondría a Bullrich en carrera, con buenas perspectivas para la segunda vuelta.
En el caso en que no se produzca el milagro bonaerense, comenzará el purgatorio de Juntos por el Cambio, una alianza creada para oponerse al peronismo y que ahora ve amenazada su propia razón de ser.
Un adelanto se pudo vislumbrar en el desangelado acto de cierre nacional y provincial, plagado de contradicciones. Realizado en pleno Lomas de Zamora, con el objetivo de aprovechar el escándalo mediático, el anfitrión del acto fue nada menos que Guillermo Viñuales, el candidato del PRO a suceder a Insaurralde que fue el Jefe de Gabinete del ahora cuestionado intendente hasta hace apenas tres años.
Allí, ante menos de un millar de personas, en su mayoría adultos mayores, Rodríguez Larreta aseguró que, a diferencia de lo que sostiene Macri, también presente en el escenario, “Milei no tiene buenas ideas, sino malas y peligrosas”.
Tratando de mantener la unidad, por lo menos hasta el domingo, Bullrich despotricó 40 minutos contra el kirchnerismo. Entre tanto palabrerío, insultos y datos falsos, solo se verificó una única verdad incontrovertible que nos lleva al comienzo de esta nota: “en pocas horas se conocerán los resultados”.