La niebla es un fenómeno atmosférico, donde quedan en suspensión pequeñas gotas de agua en el aire, generando una pared que dificulta la visual. Hasta allí hablamos de un factor natural, algo que ocurre bajo determinadas condiciones atmosféricas.
Pero que ocurre cuando esto se mezcla con otras perturbaciones del aire, como el hollín, otros “particulados” o humos que cubren el cielo, como en los cuadros de Quinquela Martin o en la Londres gótica y victoriana de Jack el Destripador.
Allí estamos ante un fenómeno altamente contaminante. Al mismo los ingleses lo denominaron smog, que es una palabra donde se funden dos: “smoke” (humo) y “fog” (niebla) de allí “smog”.
En los ya casi sesenta años de recuperación ininterrumpida de la cuenca del Támesis, durante el invierno del año 1952 se marcó un hito triste que puso a los londinenses a pensar en recuperar su río muy seriamente.
En ese invierno, mientras todos dormían con sus hogares calentados por las llamas de coque y mientras la central eléctrica de Londres producía electricidad a full alimentándose con ese material traído de Gales. La niebla, más otro fenómeno atmosférico de baja presión y cambios de temperatura, conformaron una solución gaseosa y venosa que mato a 12 mil londinenses**. Ese suceso se conoció como “The great smog”. Hoy los londinenses recuperaron la cuenca del Támesis y conviven con él. Lo navegan, pescan, pero aun no consumen lo que obtienen de sus aguas, alcanzado un alto nivel de convivencia con el .
Ya desafectado el uso del carbón en los hogares, sumado al cierre de “Battersea Power Station”, la tremenda fortaleza de la electricidad, que conocimos en la tapa de del LP Animals de Pink Floyd, la cual hoy es una mini ciudad de usos múltiples que solo contamina consumo a raudales. La niebla se fue para siempre.
Aquí paso lo mismo a otra escala y sin muertes. La regulación de las materias utilizadas por la industria en el Riachuelo, la ausencia de humos repetidos en la industria fabril y el cambio en muchos métodos de producción, nos sacó por un lado ese olor a huevo podrido, que nos hacía adivinar al Riachuelo a cuatro cuadras de distancia y también la niebla que lo asolaba.
Un sentimiento de índole poético, nos hace eternizar la niebla, en ese maravilloso tango de Cobian y Cadicamo, “Nieblas del Riachuelo” que tan bien describe ese puerto, su nostalgia y los contornos de las almas que esperan sumergidas en la niebla.
Aquí, hoy, no hay más niebla del Riachuelo. Solo aparece para alegría de los vecinos de La Boca y La Isla Maciel, que llenan las redes de fotos, ante el inusual fenómeno atmosférico.
En estos días una película argentina, Púan, nos invita a visitar una página de lo que son nuestros claustros universitarios y a identificarnos con sus historias, que muchos hemos transcurrido. Esa película tiene como recurrencia un tango, que resulta ser un hilván efectivo en su guion y no es otro que: Nieblas de Riachuelo.
Como espectador, como miembro de la comunidad de la UBA, como funcionario de ACUMAR y digno hijo del melodramático psicoanálisis, no pude evitar que se me “piante un lagrimón”.
La articulación de las universidades públicas y ACUMAR, es muy fructífera, nos aportan conocimientos, transferencias técnicas, programas de extensión, investigación etc. Nos nutrimos de sus egresados.
En estos días casualmente, Puan, pero en su oficial nombre de Facultad de Filosofía y letras, a través de su instituto de Geografía de la UBA, nos ha invitado a participar de la conmemoración de los 40 años de democracia. “Imaginaciones del Matanza /Riachuelo”, es la propuesta que genera un interesante debate integral sobre su gestión socio integral. Geografías en 40 años de democracia, memorias, transferencias y desafíos.
Horacio González, antes de emprender su último viaje, vaya uno a saber si así lo fue, estaba compilando un hermoso libro de relatos sobre el Riachuelo. Alguien nos sopló, que en sus cumpleaños solía cantar, Nieblas del Riachuelo y sentado junto a su computadora lo solía tararear también. Un día fue con sus nietos a una convocatoria que le habían hecho sus alumnos, para cantarlo según él entendió el convite, el malentendido sería fatal, pues se pretendía que analizara el texto. Todos sus miedos escénicos y su dedicación vocal previa con asesoría de lujo por parte de Liliana Herrero, fueron fallidas. De nada sirvieron los ruegos de sus nietos pidiendo que lo dejaran cantar. El rigor académico, a veces muestra su insensibilidad. Tal vez Puan sea, un guiño del destino, no lo sabemos. Hoy tenemos un Riachuelo sin “esas nieblas” y con estas nuevas, recuperadas por nuestras nostalgias, ese tangazo, Horacio y el cine. También sabemos que seguimos trabajando por ese río, ahora intentando navegarlo, para encarar el futuro, sacando al barco preso de la botella del figón.
*Director de Gestión Política y Social de ACUMAR.
**Erin Blakemore, “la gran niebla de Londres: semana de ceguera y toxicidad”, National Geographic.