Hay una cierta química rioplatense. Se explica en el 0 a 0 de anoche. También en otros empates por Eliminatorias. Algunos rayanos al arreglo o si no, al punto por conveniencia. Como si fueran historias entre tauras que se sacan chispas, pero se respetan. Que conviven en cierta armonía aunque se trate de un clásico, de un Uruguay-Argentina. No importa si se juega acá, allá o más allá. Messi y Suárez salieron a la cancha con los números 20 y 30 sobre el pecho, que unidos dan 2030, el año del Mundial del Centenario, que conmemorará al primero de todos que se disputó en 1930 y que ganó el seleccionado local en el estadio Centenario.
Los dos países van por la doble candidatura –a la que se quiere sumar Paraguay– y qué mejor postal de marketing que ésa: la de los dos cracks, amigos y compañeros de juego en el Barcelona sonriendo para instalar el sueño de un Mundial del Río de la Plata. Faltan trece años, pero la idea está. La tomaron hasta los gobiernos. Resta esperar lo que dice la FIFA.
Ese contexto de buena vecindad, pero sobre todo cómo quedó el camino de las Eliminatorias hacia adelante, explica por qué el empate no fue indigerible ni cayó mal. El técnico Sampaoli apostó a un planteo audaz, desde los nombres y la disposición en la cancha. Uruguay, acaso persuadido de su inferioridad para repartir la tenencia de la pelota, lo esperó, achicó espacios en su campo y salió rápido por los costados. En esa disputa de propuestas y búsqueda de atajos hacia el gol, no hubo diferencias notorias, sobre todo en el primer tiempo. El entrenador argentino eligió jugadores para encarar el partido de una manera, pero por momentos parecieron fichas. Se superponían, no tenían movimiento ni sorpresa para mostrarse como alternativas a Messi. Tampoco para asociarse con él, a excepción de una jugada en que combinó con Dybala y no fue gol porque salvó su arco Muslera.
Algo cambió en los últimos 45 minutos. Argentina dejó en plano inclinado la cancha, pero nunca tuvo una chance tan nítida como aquella de Messi-Dybala. Un tiro libre del capitán, un centro atrás de Pastore que buscó a Icardi, pero no demasiado más. El equipo privilegió su disciplina táctica, el toqueteo en el medio y que Messi sacara un conejo de su imprevisible gambeta. Pero le faltó rebeldía para sacudirse de encima un 0 a 0 amigable, que suma, que nos pone a la altura de Chile y con más y mejores chances por gastar. Sampaoli, le decimos, no está mal para empezar.