Desde París
Heredada en parte del precedente mandato del ex presidente François Hollande, prometida durante la campaña electoral por el actual jefe del Estado Emmanuel Macron, el segundo capítulo de la reforma del derecho laboral ingresó en el terreno de lo real en lo que constituye una de las grandes reformas del macronismo y la primera confrontación con algunos sindicatos y el arco opositor de la izquierda, la socialdemócrata del Partido Socialista y la más radical compuesto por el Partido Comunista y Francia Insumisa. No se trata de una “revolución” ultraliberal pero si de una transformación substancial de las reglas que rigen el mercado laboral, la contratación, el despido y las indemnizaciones de los trabajadores que se orienta hacia la dirección ya tomada en Europa por el ex Primer Ministro británico Tony Blair o el también ex canciller alemán Gerhard Schröder (Socialdemocracia). Si para las izquierdas francesas se trata de un “retroceso social sin precedentes”, el Ejecutivo, en cambio, ve un método para flexibilizar el mundo del trabajo, transformar el generoso modelo social francés en beneficio de los inversores, atraer a las empresas extranjeras y favorecer la creación de puestos de trabajo en un país donde el desempleo alcanza el 9,6%. El texto presentado por el gobierno introduce 159 páginas de cambios en el código laboral de 1910, el cual consta de más de 3.000 páginas. En lo concreto, la reforma, negociada durante tres meses con los sindicatos y otros sectores sociales a lo largo de 40 reuniones contiene 36 medidas que van desde la limitación de las indemnizaciones en caso de despido abusivo (20 meses de salario como máximo), el cambio en el modelo de representación de los trabajadores en el seno de las empresas, la posibilidad de que los asalariados negocien directamente con el patronato sin pasar por los sindicatos o los acuerdos sectoriales, hasta la flexibilidad en las reglas que hasta ahora regían el llamado “despido económico”, es decir, la cesantía de los trabajadores en las empresas con dificultades. En este último ejemplo, antes de la reforma macronista, las multinacionales que echaban gente debían justificar su decisión en función del estado de la empresa en los otros países. A partir de ahora bastará con que la multinacional tenga malos resultados en Francia para que pueda despedir con las manos abiertas.
El gobierno del Primer Ministro Edouard Philippe dispone de todos los poderes para que el texto se haga efectivo porque lo hará pasar mediante tres ordenanzas. El Parlamento votará luego pero con esta vía rápida se evita el debate parlamentario, las enmiendas de la oposición y las divisiones dentro de la propia mayoría parlamentaria. Ese fue el escenario caótico donde tuvo que moverse el ex Primer Ministro Manuel Valls cuando se aprobó la primera reforma bajo la presidencia de François Hollande. El patronato francés brinda de alegría con la aplicación efectiva de cambios que viene reclamando hace años. Pierre Gattaz, responsable del organismo que agrupa a la patronal francesa, el Medef, saludó una reforma que, según él, pone en “sintonía el derecho laboral con las realidades de las empresas” y restaura “la confianza”. Los sindicatos se oponen a ello, aunque no con la misma vehemencia. El antagonismo central se sitúa en torno a dos disposiciones de la reforma: la fusión de las instancias representativas del personal y la limitación de las indemnizaciones decididas por el organismo de arbitraje. Sólo un sindicato está en pie de guerra total, la CGT. La central obrera organiza este 12 de septiembre una manifestación en París contra la reforma a la que no se suman los otros dos pilares del sindicalismo francés, la CFDT y Fuerza Obrera. El más duro opositor a los cambios es la izquierda radical La Francia Insumisa, y su líder, Jean-Luc Mélenchon. Tras haber retratado esta reforma como “un golpe de Estado social”, Mélenchon convocó una marcha prevista para el 23 de setiembre donde, además, medirá sus fuerzas como la principal figura de la oposición. Los otros dos partidos del arco opositor, la derecha de Los Republicanos y el Partido Socialista, aún están en una fase de convalecencia luego de las severas derrotas en las presidenciales de abril y mayo y las legislativas de junio. Los analistas arguyen que estos cambios, si bien son consistentes, están lejos de encarnar “la revolución anunciada por Emmanuel Macron” (vespertino Le Monde). Sin embargo, sólo se trata de un primer retoque que luego se completará con otras reformas en campos tan sensibles como el sistema de jubilaciones, el seguro de desempleo y la protección social. En adelante, será más fácil contratar personal y despedirlo a partir de un texto que no conforma al patronato, ha divido a los sindicatos e instalado un escenario político donde se traducirá la pujanza de la izquierda radical.