En el turno de los abogados de ADC, la jueza Highton preguntó acerca de qué tipo de perjuicios podía acarrear para la integridad de chicas y chicos la enseñanza de educación religiosa. El presidente de la ONG, Gullco, detalló: “al alumno que no quiere recibir educación religiosa lo dejan afuera del aula, en el patio o en la biblioteca, a alguno cerca de la entrada del establecimiento educativo. Es como que las autoridades dicen ‘si no querés recibir educación religiosa, nos desentendemos de vos. Hay falta de cumplimiento de obligaciones de supervisión, vigilancia y tutela respecto de los alumnos minoritarios”. A raíz de la ley, algunos padres terminaron llegando a “acuerdos amigables” con las autoridades escolares para evitar que, aunque no reciban educación religiosa, sus hijos queden fuera de las aulas. El juez Maqueda pidió detalles de eso, y Gullco explicó que algunas familias aceptaron eso porque “la presión social es fuerte, ningún padre quiere que su hijo quede afuera”. “Antes que actuar heroicamente y enfrentar a la mayoría, prefieren que los alumnos se confundan con la masa de los que reciben educación religiosa y pase desapercibido. Hay una fortísima presión social. Los alumnos que se han negado han recibido burlas por parte de sus compañeros”, añadió. 

La causa comenzó en 2010, un año después de que comenzara a ser implementada la ley de Educación provincial; en 2012, la Corte salteña falló en favor de la provincia, aunque indicó una serie de modificaciones en el modo en que se dictaba educación religiosa. La jueza Highton quiso saber si, desde entonces, esas prácticas se modificaron en las escuelas. “En absoluto”, respondió el abogado Segarra. “En muchos casos se han profundizado. ¿Por qué? Porque muchos de los alumnos que nunca han recibido educación religiosa y que han sido discriminados y puestos fuera de las aulas, o fueron obligados a participar, lo han asimilado. Y lo que es peor, en algunos casos muchos han claudicado y han decidido integrar la clase de educación religiosa para no ser discriminados. Entre esos hay muchos relatos. Algunos (chicos contaron frases) como ‘vos no participás del pan y sangre de Cristo’; otros como “los que vamos a la fiesta del Milagro comemos sandwiches y a los que se quedan en el colegio les dan polenta’”, en son de burla.

Segarra añadió que el Arzobispado salteño, del que depende el instituto que forma a los docentes de religión en la provincia, pone a disposición un manual con contenidos sobre religiones, “y esto implica que las no religiones, como el agnosticismo o el ateísmo, siempre quedan fuera de la clase”. “Siempre para los no religiosos se va a necesitar un sistema alternativo. ¿Cuál es ese sistema alterativo? Tenemos muchas cartas” con testimonios, explicó. En una de ellas, contó el abogado, un padre contó que su hijo, que no recibe clase de educación religiosa pero permanece en el aula, le dijo: “en la clase dijeron que todos somos hijos de dios. Pero yo no. ¿Qué soy? ¿Un marciano?”