Somos expertos elaboradores de traumas. Porque no nos han faltado ni nos faltan, pero a fuerza histórica de recibir palos, balas, censura y desprecio, un golpe, ni militar ni de mercado ni de psicosis colectiva nos abate. La razón es bastante sencilla: en un movimiento popular como el que nuclea Unión por la Patria, uno decae pero otro lo levanta. Lo colectivo y lo ideológico tiene eso, que la filosofía mesiánica mal aprendida o leída en Wikipedia no tiene.
En todos los niveles lo colectivo tiene virtudes que el individualismo no tiene. Las veces que las derrotas nos abatieron habíamos elegido mal los dirigentes. Menem fue una derrota, más que nada, peronista. Por eso lo reivindica Milei. Y el abatimiento era por haber perdido todo lo que Menem entregó, y también por la orfandad política.
Los resultados de ayer exponen a mayorías disímiles, matizadas, contradictorias entre sí, pero resueltas a no dejar pasar el desquicio fascista tecnofinanciero. Y ésa debe ser la base de los grandes acuerdos que supone un nuevo pacto democrático. Pero el bien superior a defender, en esta coyuntura, es la posibilidad de una nueva chance para restablecer el Estado de derecho en la Argentina. Ese es un bien multipartidario.
No entran todos, claro. Los que quieren privatizar las calles o permitir un mercado de niños, además que proponer la demolición de la patria, no toleran la democracia y en consecuencia la democracia debe aislarlos. Sin ninguna culpa progresista, Al contrario. Lo progresista y en sentido amplio y regional, es advertir de una vez que debemos ser tolerantes con todo menos con la intolerancia. Eso también es seguridad nacional.
Por otra parte, pensé mucho en Cristina, que ayer advirtió a una periodista ñoña que tampoco esta vez se dedicará a los nietos. “Espero que la posta la tomen los hijos de la generación diezmada”, dijo. Sergio Massa y Axel Kicillof son, además de grandes gestores y cuadros políticos, miembros de esas generaciones limpias del barro por el que demasiado seguido trastabilló mucha dirigencia peronista. Porque la ilusión y la voluntad popular que ayer dio vuelta el golpe de las PASO, tiene que ver también eso: con la política como herramienta transformadora de la vida cotidiana del pueblo.
Ya elegimos creer. Ahora debemos elegir ganar.