“En 2006 dije ‘me voy a tomar un año sabático’, ¡y todavía lo estoy pensando!”, Maitena se ríe con soltura, con la seguridad de quien largó profesionalmente el medio que la hizo famosa y no se arrepiente porque sabe que, aunque no publique, es parte de ella. Quizás por eso amadrina la cuarta edición de Comicópolis, donde hoy a las 17 compartirá una charla con los dibujantes de la revista Barcelona y el guionista francés Jean-Yves Ferri. El mismo festival de historieta que le dedica una amplia exposición construida alrededor de sus dos últimos libros recopiltorios (Lo mejor y Lo peor de Maitena –ver recuadro–). Quizás porque en el fondo nunca dejó de ser dibujante se revela al tanto de lo que sucede en el circuito y menciona con facilidad a colegas actuales. A diferencia de otros pares en su situación, Maitena lee. Y también a diferencia de otros, ella no despotrica contra el cosplay, ese hobby adolescente que consiste en emular a personajes de historieta, manga, animé y videojuegos. Todo lo contrario, lo celebra con alegría y cuenta a PáginaI12 que su hija más chica lo practicó durante mucho tiempo (ella incluso la ayudó a confeccionar algunos trajes). Maitena Burundarena Streb, entonces, no se hartó del dibujo, ni del humor gráfico, ni de la historieta: se quemó la cabeza nomás de trabajar 14 horas por día sobre un tablero, se aburrió de la atención que generaba y prefirió darse una temporada para sí. De esta nueva etapa surgió Rumble, una novela que tuvo excelentes críticas y que mostró su faceta de escritora.
¿Nunca un coqueteo con retomar los lápices, con publicar material nuevo más allá de las agendas, las campañas solidarias y los recopilatorios? “Tampoco es que no dibujé nunca más”, explica. Y enseguida cuenta que hace poco la invitaron a participar de un libro por el centenario de Julio Cortázar. “Me convencieron, pero busqué que no fuera trabajoso, que fuera placentero, nada estructurado”, comenta. Así que tiró su método habitual por la ventana y empezó a plantear dibujos sueltos y a lápiz, a la espera de reunirlos y armar la historieta luego, con el mínimo texto imprescindible. “Me pareció más divertido, la pasé bárbaro, pero después había problemas de continuidad, la cosa no funcionaba y lo dejé”. Algo de esas páginas de No se culpe a nadie acompaña esta nota. Ese proyecto terminó en el cajón. De modo que lo último publicado de su pluma es Lo peor de Maitena que, paradójicamente, reúne la obra de sus años formativos en la primera Fierro, en SexHumor y en Cerdos y peces. Un libro enérgico, con mucho erotismo y que se consigue con descuento en el encuentro que la tiene por madrina.
–En su momento había dicho que la historieta le había quemado la cabeza.
–Y me quemó. Además el tema de la proyección internacional era mucho para mí, no va con mi personalidad la vida de star. Me sale porque me sale, soy mediática, doy bien, tengo buena onda con la gente en presentaciones, pero me saca de mí y me pone mucho en personaje.
–¿Cómo la convencieron entonces para ser madrina de Comicópolis?
–Porque no lo hago por mí. Lo hago por el género, porque me parece que tiene que haber festivales de cómics, tienen que ser grandes, tiene que ir la gente, tienen que convocar a los dibujantes, que se mueva, que venga gente de afuera. Cambió mucho el panorama desde que me retiré y está bueno que haya stands para editoriales más chicas. Es un movimiento de ese mundo. Me engancharon por eso, yo no necesito vender un libro más. No lo hago por eso ni porque me guste estar. Lo hago por el cómic que me ha dado mucho y muy bueno. En todos los países existen ferias de cómics y son grandes y lindas. Acá hay dos o tres y hay que apoyarlas. Me parece que el Estado también tiene que apoyarlas. Muchos se quejan de que Comicópolis es pago, y bueno, si tuviera una mano del Estado podría ser más barato o gratis, pero no es fácil montar un festival.
–¿Qué cambió en la escena en estos diez años?
–¡Muchísimo! Es increíble lo que cambió. Una de las cosas que más me gusta de la vida es que es imprevisible. Si pensaste un futuro, nunca es como lo imaginaste. Yo hace diez años pensaba que el comic se había acabado, que no tenía nada nuevo para decir. Y, sin embargo, está más vivo que nunca. Hay y pasó de todo. Hay un montón de editoriales chicas publicando, hay un montón de dibujantes de historieta, hay una movida enorme de mujeres haciendo historieta, que no es que me gusten porque son mujeres, pero me parece interesante que se hayan metido masivamente.
–Antes eran la excepción.
–Sí. Ahora hay muchas, ¡y de una calidad! Me encanta el laburo de muchas chicas, otra vez: no por mujeres, sino por sus propuestas.
–¿Las leés?
–Soy muy fan de PowerPaola, me parece una dibujante superlativa. Me gustan mucho Catalina Bu, Sofía Watson, Jazmín Varela. Me encanta el trabajo de esa chica, me parece fresco, lindo, moderno, ¡es hermoso! Y está Alejandra Lunik que es virtuosísima y dibuja increíble. Donde puedo las sigo, como ahora también en las casas de cómics, como Moebius, que voy, veo qué hay y me lo llevo todo. Ahora me dan ganas de llevarme cosas. Antes había una quietud en el cómic que todo me daba pereza. Es que para leer agarro un libro. El cómic me gusta que sea visual, que tenga texto pero no un globo de cinco líneas.
–Como en los 70...
–¡O en historietas mías! Las veo y me parecen un plomo. No me parece un globo grande, me gusta que el viaje sea sobre todo visual.
–En el desarrollo de su obra usted había avanzado hacia una síntesis del texto.
–Es que siempre fue una preocupación. Aprendí a disminuir el texto al mínimo cuando hice tira diaria, la viñeta de un chiste. Todo en menos de 20 palabras. Ese trabajo es interesantísimo.
–Volviendo a las chicas que están dibujando, ¿se siente referente de esta generación? Muchas veces se la señala como el antecedente.
–No me gusta mucho ponerme en ese lugar, pero creo que sí. Obviamente la explosión de mi trabajo hace 15 años tiene que haber tenido algo que ver con que chicas que hoy tienen 30 y dibujan. Sé que algunas dicen “ay, no, Maitena es una mierda”, pero tiene que ver con que cambió mucho el mundo. Cambió mucho lo que opinan las mujeres de su cuerpo, de ellas mismas, de los hombres, del amor, de mis temas, ¿no? Entonces sí puede haber historietas mías sobre las que gritas “Yo no estoy parada en ese lugar”.
–¿Usted sigue parada en ese lugar?
–¡Ya no! ¡Tampoco! Obvio, el mundo cambió para todos. Lamentablemente algunas están muy vigentes porque el machismo sigue vigente. Pero sí creo que debe haber sido inspirador para muchas chicas, de querer dibujar historietas, o encontrar que había un camino ahí.
–Que podía haber autoras y no solo autores.
–Exacto, que podían trabajar en las revistas y sacar libros. Y ser autora de dibujos. Incluso creo que ahora en el nivel gráfico todas me pasan el trapo. Todas-todas-todas. Yo sé que mi trabajo en el dibujo no es tan fuerte. Creo que mi laburo está muy sostenido en los textos.
–Pero sus páginas tienen una resolución en lo formal, en los tiempos, esa grilla de seis viñetas que usaba. Funciona más allá del texto.
–Pero las mujeres no se ríen de mis dibujos. Se ríen de los textos. Y de las caras de los dibujos, porque lo que yo más trabajaba era la expresividad, la gestualidad, eso sí. Creo que todas las que están ahora dibujan mejor que yo, pero también que mis dibujos eran muy expresivos. Y ahora en algunas historietas no sabés bien de qué tiene cara la gente, cómo la está pasando... Pero son épocas. Ahora es todo menos expresivo. Yo veo mis dibujos llenos de dientes, las minas sacadas: eso era de la época. Ahora no se usa en el dibujo eso. Los ojos grandes, la sonrisas, los dientes. Ahora es todo más cool, ¿viste? Y entonces esto parece de viejo. Y expresivamente lo es. El humor no es como hace veinte años.
–El humor ya no plantea el remate como imprescindible, tampoco.
–¡La carcajada! A mí me sigue gustando el chiste con remate. Yo sé que entre los dibujantes siempre fue abominable, que por qué tiene que tener remate. ¡Porque sí! Porque funciona mejor. Y ese siempre fue mi fuerte, encontrar el remate. El remate tiene que ver con la resolución de la idea, tu opinión sobre el tema. Vos podés plantear una idea, un tema, ok. Pero el remate es tu posición ahí. ¿De qué lado estás? ¿Qué pensás? ¿Qué te pasa? Puede que sea más digerido, ahora lo dejan abierto, que a cada uno le pase lo que le pase. Es signo de los tiempos. Ahora todo se comparte, todo es de todos, todos son espectadores y actores. Está bien, yo soy más de los humoristas que te dicen “a ver qué chiste me hacés”.